Búsqueda de genomas extraterrestres

 

El meteorito marciano que contiene posibles bacterias fosilizadas

Una nueva tecnología de detección y análisis genómicos podría constituir un paso adelante en un controvertido campo de estudio. Algunas hipótesis plantean la posibilidad de que las primeras formas de vida de la Tierra no se originasen aquí sino en otro astro.

Entre los astros candidatos, figurarían los cometas, a los que ya se atribuye una posible contribución a las condiciones de habitabilidad de la Tierra aportando agua y quizá algunos otros ingredientes básicos para la vida. Según esas hipótesis del origen extraterrestre de la vida de nuestro mundo, los cometas pudieron ser, en la infancia del sistema solar, ambientes aptos para una evolución química que condujese a la formación de microorganismos simples.

Otro candidato al origen de la vida terrestre es Marte, planeta vecino de la Tierra y el más parecido a ella de todos los del sistema solar.

Existe la posibilidad, en opinión de un sector de la comunidad científica, de que toda la vida en la Tierra descienda de organismos que se originaron en el planeta rojo y llegaron aquí a bordo de meteoritos. Si ese es el caso, un instrumento que está siendo desarrollado por investigadores del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), en Estados Unidos, y la Universidad de Harvard, en el mismo país, podría proporcionar las pruebas definitivas.

A fin de detectar señales de vida pasada o incluso actual en Marte, una prometedora estrategia para el caso de que la vida terrestre esté relacionada con la marciana sería buscar ADN o ARN, y específicamente, secuencias particulares de estas moléculas que son casi universales en todas las formas de vida terrestre. Ésta es la estrategia perseguida por Christopher Carr, Clarissa Lui y Maria Zuber del MIT, y Gary Ruvkun de la Universidad de Harvard, quienes idearon el instrumento y formaron el equipo inicial.

Lui ha presentado recientemente un resumen de las características técnicas básicas del instrumento en el que el grupo trabaja, un dispositivo que servirá para lo que se define como Búsqueda de Genomas ExtraTerrestres (SETG, por sus siglas en inglés). Así, a las sugerentes siglas científicas de SETI (Búsqueda de Inteligencias ExtraTerrestres) y de CETI (Comunicación con Inteligencias ExtraTerrestres), se les suman ahora las de SETG.

La idea subyacente en el concepto SETG se basa en varios hechos que ya han sido comprobados en los últimos años.

En primer lugar, en la infancia del sistema planetario, los climas de Marte y la Tierra eran mucho más similares de lo que son ahora, hasta el punto de que las formas de vida que poseyera uno de ambos planetas, muy probablemente habrían podido sobrevivir en el otro.

 

El meteorito marciano que contiene posibles bacterias fosilizadas

Una nueva tecnología de detección y análisis genómicos podría constituir un paso adelante en un controvertido campo de estudio. Algunas hipótesis plantean la posibilidad de que las primeras formas de vida de la Tierra no se originasen aquí sino en otro astro.

Entre los astros candidatos, figurarían los cometas, a los que ya se atribuye una posible contribución a las condiciones de habitabilidad de la Tierra aportando agua y quizá algunos otros ingredientes básicos para la vida. Según esas hipótesis del origen extraterrestre de la vida de nuestro mundo, los cometas pudieron ser, en la infancia del sistema solar, ambientes aptos para una evolución química que condujese a la formación de microorganismos simples.

Otro candidato al origen de la vida terrestre es Marte, planeta vecino de la Tierra y el más parecido a ella de todos los del sistema solar.

Existe la posibilidad, en opinión de un sector de la comunidad científica, de que toda la vida en la Tierra descienda de organismos que se originaron en el planeta rojo y llegaron aquí a bordo de meteoritos. Si ese es el caso, un instrumento que está siendo desarrollado por investigadores del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), en Estados Unidos, y la Universidad de Harvard, en el mismo país, podría proporcionar las pruebas definitivas.

A fin de detectar señales de vida pasada o incluso actual en Marte, una prometedora estrategia para el caso de que la vida terrestre esté relacionada con la marciana sería buscar ADN o ARN, y específicamente, secuencias particulares de estas moléculas que son casi universales en todas las formas de vida terrestre. Ésta es la estrategia perseguida por Christopher Carr, Clarissa Lui y Maria Zuber del MIT, y Gary Ruvkun de la Universidad de Harvard, quienes idearon el instrumento y formaron el equipo inicial.

Lui ha presentado recientemente un resumen de las características técnicas básicas del instrumento en el que el grupo trabaja, un dispositivo que servirá para lo que se define como Búsqueda de Genomas ExtraTerrestres (SETG, por sus siglas en inglés). Así, a las sugerentes siglas científicas de SETI (Búsqueda de Inteligencias ExtraTerrestres) y de CETI (Comunicación con Inteligencias ExtraTerrestres), se les suman ahora las de SETG.

La idea subyacente en el concepto SETG se basa en varios hechos que ya han sido comprobados en los últimos años.

En primer lugar, en la infancia del sistema planetario, los climas de Marte y la Tierra eran mucho más similares de lo que son ahora, hasta el punto de que las formas de vida que poseyera uno de ambos planetas, muy probablemente habrían podido sobrevivir en el otro.

 

Recorrido del meteorito marciano hasta la Tierra

En segundo lugar, se estima que han viajado desde Marte a la Tierra, mil millones de toneladas de roca. Estos fragmentos se desprendieron del planeta rojo por el impacto de asteroides, y, después de recorrer el espacio interplanetario, acabaron estrellándose en la superficie de la Tierra.

En tercer lugar, los microbios han demostrado ser capaces de sobrevivir al efecto inicial de los impactos de esa clase, y hay algunas pruebas de que también podrían sobrevivir los miles de años transcurridos durante la travesía por el espacio interplanetario antes de llegar a otro mundo. De entre las diversas investigaciones que lo respaldan, cabe citar, por ejemplo, las realizadas por Wayne Nicholson, astrobiólogo de la Universidad de Florida que ha colaborado con la NASA y de quien en 2008 ya tuvimos oportunidad de informar desde NCYT sobre su labor.

Así que los diversos pasos necesarios para que la vida comience en un planeta y se propague al planeta vecino, son todos plausibles.

De esas dos rutas interplanetarias posibles para la vida, desde la Tierra hasta Marte, y de Marte a la Tierra, ésta última es la más probable, dado que la dinámica orbital muestra que es aproximadamente 100 veces más fácil para las rocas viajar de Marte a la Tierra que hacer la ruta inversa.

Por lo tanto, si se formó vida microbiana en Marte, ésta pudo viajar a la Tierra y coexistir con la autóctona o incluso ser la única aquí presente.  Podríamos, por tanto, ser descendientes de microbios marcianos.

Si provenimos biológicamente de Marte, realizar allí investigaciones geoquímicas (y eventualmente biogeoquímicas) podría revelarnos muchas cosas esenciales sobre las primeras formas de vida existentes en la Tierra, y su punto de partida evolutivo en ella.

Las huellas biológicas de las primeras formas de vida que existieron en la Tierra se borraron de ella hace mucho tiempo. Sin embargo, si esos organismos descendían de formas de vida marciana, las condiciones imperantes en el planeta rojo sí pueden haber preservado hasta nuestros días huellas de sus ancestros.

El dispositivo diseñado por los investigadores del MIT y la Universidad de Harvard podría tomar muestras del suelo marciano y aislar cualquier microbio vivo que pueda estar presente, o bien vestigios microbianos siempre y cuando se hayan conservado lo bastante bien como para contener todavía ADN o ARN viables.

 

Un bólido es un fragmento de un cuerpo celeste (planeta, asteroide, luna o cometa) que se quema al ingresar en la atmósfera terrestre

A continuación, el aparato separaría el eventual material genético para utilizar técnicas bioquímicas estándar de secuenciación genética.

Además, este método es también capaz de detectar cualquier contaminación biológica en Marte que haya sido llevada por alguna nave terrestre, lo que permitiría, en teoría, evitar falsos hallazgos de vida marciana autóctona. Por supuesto, el sitio del hallazgo se tomaría muy en cuenta. Hallar microbios asombrosamente parecidos a los terrestres en las inmediaciones del lugar de aterrizaje de una vieja sonda interplanetaria y bajo unos pocos centímetros de arena apuntaría claramente a que son terrestres y llegaron a Marte traídos por la nave. El mismo hallazgo en una muestra extraída a mayor profundidad en el subsuelo de una zona más prístina podría indicar que se trata de vida autóctona emparentada con la terrestre.

Por supuesto, ante cualquier eventual hallazgo de microbios vivos en Marte, la polémica sobre su origen estará servida.

No hace muchos años, los escépticos de la posibilidad de vida fuera de la Tierra habrían tildado a los científicos del equipo de Clarissa Lui de cazafantasmas, pero las últimas misiones de exploración de Marte han demostrado claramente que el planeta rojo tuvo agua abundante en el pasado y que también poseyó muchas de las otras condiciones que se creen necesarias para sustentar la vida.

De hecho, aunque actualmente la superficie de Marte es demasiado fría y seca para sustentar formas de vida conocidas, hay indicios de que puede haber agua líquida en el subsuelo, incluso a poca profundidad.

Por tanto, el mejor lugar para buscar vida en Marte, es el subsuelo.

Debido a esto, el nuevo dispositivo para investigaciones SETG puede tomar una muestra del subsuelo marciano con la ayuda de un vehículo robótico equipado con un taladro, y procesarla para aislar cualquier posible organismo, amplificar su ADN o ARN utilizando las mismas técnicas que los forenses utilizan para pruebas de ADN en la Tierra, y, a continuación, valerse de marcadores bioquímicos para buscar signos de secuencias genéticas particulares, que son casi universales entre todas las formas de vida conocidas.

Los investigadores estiman que podría tomar dos años más completar el diseño y la fase de pruebas de un prototipo del dispositivo SETG.

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