Arqueoastronomía: Espejo del Cielo

 Por Mariano Andrés Peter

Las pirámides de Giza con sus contrapartes estelares en la constelación de Orión

En 1999 el controvertido escritor e investigador británico Graham Hancock publico un libro llamado Heaven´s Mirror (Espejo del Cielo). Fue un compilado de los viajes que realizó alrededor del mundo junto a su esposa y fotógrafa Shanthia, en búsqueda de evidencias de que en el pasado remoto ya existían pueblos con avanzados conocimientos en astronomía, geometría y arquitectura, y que eran conocedores de fenómenos tan sutiles como la precesión, el lento movimiento de las estrellas en la bóveda celeste a lo largo de miles de años como consecuencia del desplazamiento del eje terrestre.
Esta idea no era nueva, ya en 1969 científicos como la doctora Hertha von Dechend, de la Universidad de Frankfurt, y el doctor Giorgio de Santillana, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, defendían la idea de que en los mitos de culturas de todo el mundo existen suficientes evidencias de conocimientos astronómicos muy avanzados al que solo podían acceder ciertas castas de iniciados hace al menos 8.000 años.
Esto quiere decir, hipotéticamente, que mucho antes del surgimiento de las civilizaciones sumeria y egipcia debió existir una remota y sofisticada civilización de astrónomos y navegantes que culturizó a Sumer, Egipto, India y las Américas.
Esta súper civilización ancestral sería dueña de conocimientos tales como que las estrellas se desplazan en el cielo un grado cada 72 años, un número de gran importancia para los antiguos.

Otro ejemplo de templos que imitan constelaciones lo encontramos en Camboya.
El complejo de Angkor fue construido entre los siglos IX y XII d. C. por la civilización Khmer.
Los mitos hablan de Los Nagas o reyes cobra, semidioses que aparecen representados como serpientes en todo el complejo.
Poco se sabe de ellos, salvo que llegaron para marcar el lugar.
Curiosamente dice Hancock, Angkor se encuentra a exactamente 72 grados al Este de Giza, un número precesional. Los 72 templos representan a la constelación de Draco, el dragón, orientados con precisión a los cuatro puntos cardinales. Y al igual que las pirámides de Giza, los templos de Angkor están alineados con las estrellas de Draco, cuando se encontraban en su punto más bajo sobre el horizonte Norte, durante el equinoccio de primavera del 10.500 a. C.
Desde Angkor en esa fecha se podía observar a Leo en el Este, Acuario en el Oeste y Orión en el Sur. 
 

 

Los templos de Angkor representan a la constelación de Draco

Para Hancock no hay dudas, hay muchas coincidencias entre Giza y Angkor: Ambos complejos se edificaron a toda prisa, en menos de cuatro siglos, en ambos se creía que un dios pesaba las almas de los muertos en un juicio y por si fuera poco, la palabra Angkor tiene significado en el idioma de los faraones: “ankh hor” quiere decir Horus vive.
En la Polinesia se halla la remota isla de Ponhpei, lugar donde se desarrolló una civilización que dejó grandes y misteriosas construcciones en medio del océano Pacífico. Dichas construcciones consisten en templos e islas artificiales de basalto y coral.
El santuario más importante de Ponhpei se llama Nan Madol. Los mitos hablan de dioses reyes (Olosopa y Olosipa), seres semidivinos que llegaron desde tierras lejanas y construyeron todo el complejo de islas y templos. Dejaron además una tradición que hablaba de pruebas que los muertos debían superar para alcanzar el cielo.
Estos seres eran además excelsos astrónomos y brindaron su legado en la misma época en que se construyó Angkor.

 

Uno de los canales del Nan Madol

Tanto el complejo de Giza, Angkor y Nan Madol se edificaron, según las tradiciones, en sitios previamente marcados por las divinidades.
Claro está que la historia y la arqueología oficial no reconocen la existencia de una avanzada civilización perdida en la noche de los tiempos que influenció a todas las demás. Tampoco se reconoce ningún tipo de contacto o relación entre civilizaciones de distintos continentes que permitiera el flujo e intercambio de conocimientos científicos. No obstante, la evidencia astronómica que vincula a las más grandiosas construcciones con determinadas constelaciones en determinada época es contundente. Será tarea de futuras investigaciones hallar las respuestas definitivas.

Mariano Andrés Peter, coordinador del Observatorio de Oro Verde – AEA

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