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Estaciones Espaciales
El buscador de cometas Zen
La búsqueda de nuevos cometas ha sido desde siempre una de las actividades más excitantes de la astronomía. El astrónomo amateur obsesivo que escudriña los cielos en las heladas noches…
De halos y misterios en el cielo
Por Alberto Anunziato

Estos fenómenos son una oportunidad para renovar la fascinación por la naturaleza, tan relegada en nuestra civilización urbana dominada por la esterilidad de la mera explicación científica.
El sábado 25 de enero en Paraná y otras ciudades cercanas el sol apareció rodeado de un hermoso círculo pálido cuyos bordes se teñían con los colores del arco iris. Los medios cubrieron la noticia e informaron que no se trataba de un fenómeno extraño sino de un evento meteorológico conocido, llamado halo solar (o más apropiadamente corona) que se forma cuando la luz del sol se refracta a través de los cristales hexagonales de hielo-conocidos como “polvo de diamante”-contenidos en formaciones de nubes llamadas cirros, que se encuentran delante del sol y a una altura entre 5 y 10 kilómetros. Ciertamente, no es un fenómeno extraño sino perfectamente conocido, pero tampoco es un fenómeno tan común, porque necesita las condiciones antes mencionadas para que se produzca. Son fenómenos que se dan con más frecuencia en los climas fríos. Mucho más comunes son los halos lunares, que se relacionan en la sabiduría popular con la proximidad de la lluvia, lo que no es incorrecto, aunque es más bien indicador de probabilidad de lluvia. Los marineros solían decir: “Halo en la luna al atardecer, viento y lluvia a la medianoche”.
Cometa ISON, muerto y resucitado

Durante el día 28 de noviembre de 2013, creció la espectativa en torno al cometa C/2012 S1 ISON, debido a su máxima aproximación al sol. Este punto, llamado perihelio, se consideraba crucial para la posible sobrevivencia del cuerpo celeste. En el caso del cometa ISON, se trata de un objeto de aproximadamente 2 km de diámetro, aproximándose a una distancia de 1.2 millones de kilómetros. Para poder observar este cometa, se utilizaron tres naves espaciales de tipo sonda disponibles para observar el sol. Estas son: STEREO, Solar Dynamic Observatory (SDO) y SOHO.
STEREO (sigla de Solar TErrestrial RElations Observatory, en español, Observatorio de Relaciones Solar-Terrestres), es una misión de observación solar, lanzada por la NASA el 26 de octubre de 2006. Consiste en dos satélites casi idénticos, provistos de instrumentos para obtener imágenes estereoscópicas del Sol y de los fenómenos solares, como la eyección de masa coronal (EMC), erupciones que pueden desatar serias tormentas magnéticas en la Tierra y afectar la infraestructura eléctrica, las comunicaciones vía satélite y la aeronavegación. (Wikipedia)
El Solar Dynamics Observatory (SDO) es un telescopio espacial lanzado el 11 de febrero de 2010 por la NASA para estudiar el Sol. (Wikipedia)
El meteorito ruso no viajaba solo

Investigadores españoles identifican la familia de asteroides a la que pertenecía el objeto que cayó sobre la ciudad rusa de Chelyabinsk en febrero. Podrían ser cientos, difíciles de detectar y es probable que se crucen con la Tierra en los próximos años
No era un viajero solitario, sino que formaba parte de una pila de escombros espacial que lleva miles de años bailando entre Marte, Venus y la Tierra. El superbólido de Chelyabinsk, más conocido como el meteorito de Rusia, se habría disgregado del grupo para impactar contra la atmósfera de la Tierra el 15 de febrero, causando heridas a 1.500 personas y un sobresalto descomunal a miles más. Sin embargo, el susto podría no estar resuelto del todo y es posible que nuestro planeta vuelva a encontrarse con su familia de asteroides en un futuro próximo, a juzgar por los cálculos realizados por dos investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, con los que han detectado una veintena de rocas voladoras que se mueven por la misma ruta que la caída en Rusia.
Los cálculos de Carlos y Raúl de la Fuente indican que muchos asteroides comparten órbita con el de Chelyabinsk, desgajados como aquél de una gigantesca roca que se encontraba en el cinturón de asteroides. “No es posible saber el número exacto de estos fragmentos”, advierte Carlos de la Fuente, “pero si hay unos 20 objetos conocidos que tienen órbitas similares, el número de objetos pequeños, con tamaños similares (20 metros) o más pequeños que el fragmento que causó el superbólido puede estar en los varios centenares”. Varios centenares de familiares que están distribuidos por esa misma órbita, a millones de kilómetros de distancia, dando vueltas una y otra vez a un circuito que en algún momento puede cruzarse con la Tierra. “No se trataría de una nube de fragmentos como en las películas”, aclara.