El efecto relámpago en la Gran Pirámide de Giza

Por Gustavo Blettler

Imágen de la RAF

El 21 de marzo (equinoccio de primavera en el hemisferio norte) de 1934 a las 18:00 horas, un avión de la Royal Air Force (RAF) británica, fotografió desde el aire las pirámides de Giza. La sorprendente fotografía mostraba claramente como la cara sur de la pirámide de Keops, (no así la de Kefrén, situada al lado) se dividía en dos triángulos menores, uno iluminado por el sol y el otro a oscuras. El efecto solo dura 5 minutos y desaparece en la oscuridad, por lo cual el egiptólogo André Pochan lo bautizó “Efecto Relámpago”.

Por Gustavo Blettler

Imágen de la RAF

El 21 de marzo (equinoccio de primavera en el hemisferio norte) de 1934 a las 18:00 horas, un avión de la Royal Air Force (RAF) británica, fotografió desde el aire las pirámides de Giza. La sorprendente fotografía mostraba claramente como la cara sur de la pirámide de Keops, (no así la de Kefrén, situada al lado) se dividía en dos triángulos menores, uno iluminado por el sol y el otro a oscuras. El efecto solo dura 5 minutos y desaparece en la oscuridad, por lo cual el egiptólogo André Pochan lo bautizó “Efecto Relámpago”.

Actualmente, se conoce con certeza que las caras triangulares de la Gran Pirámide, no son totalmente rectas; como es el caso de su vecina en la fotografía, la pirámide de Kefrén y las más de 80 pirámides conocidas.

 

Las 4 caras triangulares de la Gran Pirámide, presentan una ligera concavidad hacia dentro (conformando dos planos o semicaras de 27 minutos de arco respecto a la línea recta que debería seguir) invisible a simple vista. Esto confiere a la pirámide 8 caras, aunque visualmente solo podamos apreciar 4.

Esta particular conformación de la Gran Pirámide podría hacer que, en determinados momentos del año, en especial al amanecer y al atardecer de los días del equinoccio de primavera y de otoño, (21 de marzo y 21 septiembre). se produzca el “Efecto Relámpago” cuando el sol proyecta sus rayos de luz solo sobre la mitad de una cara.

LAS DUDAS.
Pero observando atentamente la fotografía que “confirmaría” el fenómeno astronómico, surgen algunas dudas. Veamos:
En los equinoccios de hemisferio norte, el sol sale al amanecer exactamente por el Este, circula en la esfera celeste aproximandose al sur en el mediodía y se pone exactamente por el Oeste. Por tanto, y como la alineación de la pirámide es de una cara a cada punto cardinal, al atardecer, solo se debería iluminar la cara oeste y sur  y en el ocaso solo la cara oeste. Y las sombras triangulares de las pirámides, deberían proyectarse en dirección norte –este y exactamente al este al ocultarse el sol.

Si observamos con detalle la fotografía, vemos que las sombras están claramente desfasadas del este y son bastante más cortas de lo esperado para un ocaso. Por tanto, la fotografía de la RAF, no pudo ser obtenida a la puesta del sol, como se afirma, sino bastante antes, durante el transcurso de la tarde.

Además, es visible que los rayos solares inciden no solo en la cara oeste, también lo hacen lateralmente en la cara Norte de las pirámides. Pero en los equinoccios la luz no puede iluminar la cara norte, solo la cara sur y oeste.

 

Por tanto, la fotografía tampoco pudo ser obtenida durante un equinoccio. Mucho más lógico es suponer que la fotografía se obtuvo después, y en una fecha tendiente al solsticio de verano, donde sí se iluminaría parcialmente la cara norte como se aprecia en la placa. 
  
Entonces podemos concluir que el momento más lógico para la fotografía (y el único que explicaría las caras oeste y norte iluminadas y la proyección de sombras sobre el desierto), sería un día del atardecer  (pero no al ocaso) cercano al solsticio de verano (pero no el equinoccio).

Otro aspecto a tener en cuenta es la casi total ausencia del revestimiento original de la Gran Pirámide. Y este detalle no es menor. Suponiendo que el “Efecto Relámpago” pudiese contemplarse durante la antigüedad, ¿como podría actualmente apreciarse tal sutileza, sin la superficie refractante de las losas de recubrimiento? El resultado sería similar a realizar una observación astronómica con un espejo de telescopio sin su baño metálico. 

Esta ausencia de bloques de revestimiento originales podría suplirse con el empleo de la película infrarroja, sensible al calor y capaz de reproducir fenómenos invisibles al ojo humano, pero no con película fotográfica común.

Es muy posible que la fotografía de la RAF este trucada y sea uno más de los muchos mitos y fraudes que apuntan a despertar la admiración de los más crédulos y llenar los bolsillos de los más inescrupulosos. Pero entonces, si las 8 caras de la Gran Pirámide efectivamente existen, ¿Qué explicación tendrían?

Es posible que esta conformación tan particular fuese solo estructural y aumentara la resistencia al deslizamiento de los bloques superiores de la construcción.

También se ha argumentado – aunque con escaso fundamento -, que este efecto sería consecuencia del desgaste central de la pirámide por el traslado de losas de la cubierta en la época de los saqueos. Esta hipótesis, no explicaría naturalmente porque este efecto solo aparece en la Gran Pirámide cuando en realidad la mayoría fueros saqueadas y despojadas de sus cubiertas.  

 

En todo el antiguo Egipto pueden encontrarse ejemplos prácticos que rebelan el conocimiento egipcio de los equinoccios y solsticios. Por ejemplo en el templo que Ramsés II contruyó en Abu Simbel, al amanecer de los equinoccios, los rayos del Sol atraviesan las salas del templo hasta iluminar el “Sancto Sanctórum”, el lugar de culto más importante del complejo religioso.

Proyecto de remodelación y ampliación del Observatorio de Oro Verde

 

La Asociación Entrerriana de Astronomía (AEA), informa que ha comenzado a gestionar, gracias al valioso apoyo del Diputado Provincial Daniel Bescos, un importante subsidio ante el Gobierno Provincial para realizar una remodelación generalizada de las instalaciones del Observatorio Astronómico de Oro Verde. Leer más «Proyecto de remodelación y ampliación del Observatorio de Oro Verde»

El Disco de Nebra ¿El primer instrumento astronómico?

Por Gustavo Blettler

Imágen del disco

En el museo arqueológico de Sajonia Anhalt puede contemplarse el Disco de Nebra. Parece un objeto más de una extensa colección. Pero no es así. Este artefacto de apariencia simple esconde mucho más de lo que muestra. El denominado Disco de Nebra o Escudo de Sangerhausen, apareció sorpresivamente con una llamada telefónica.
Un coleccionista de antigüedades pretendía venderlo a un museo local, junto a dos espadas y otros objetos. Corría el año 2000 y la rareza del objeto circular (solo mostrado por fotos) excitó la curiosidad de los expertos. Mediante un ardid se detuvo al coleccionista que terminó confesando el lugar del hallazgo. El lugar resultó ser un antiguo túmulo.

Por Gustavo Blettler

Imágen del disco

En el museo arqueológico de Sajonia Anhalt puede contemplarse el Disco de Nebra. Parece un objeto más de una extensa colección. Pero no es así. Este artefacto de apariencia simple esconde mucho más de lo que muestra. El denominado Disco de Nebra o Escudo de Sangerhausen, apareció sorpresivamente con una llamada telefónica.
Un coleccionista de antigüedades pretendía venderlo a un museo local, junto a dos espadas y otros objetos. Corría el año 2000 y la rareza del objeto circular (solo mostrado por fotos) excitó la curiosidad de los expertos. Mediante un ardid se detuvo al coleccionista que terminó confesando el lugar del hallazgo. El lugar resultó ser un antiguo túmulo.

Llegó entonces el momento de estudiar con detenimiento el misterioso artefacto. Rápidamente pudo contactarse que se trataba de un disco de 320 mm, confeccionado en bronce y con unos 2 Kg. de peso. El metal presentaba una espesa pátina verde de corrosión, producto de milenios de exposición a la humedad.
La placa está adornada con una serie de figuras de oro. Se reconoce lo que parecen ser dos arcos opuestos sobre el borde, un barco, el sol, la luna, estrellas dispersas y un grupo de ellas apiñadas y conformando lo que se ha identificado como el asterismo de las Pléyades.         
También pudo determinarse la edad del disco. Estudios sobre la corrosión del metal y el diseño de las espadas que formaban parte del hallazgo, permitieron datarlo en el 1600 A.C.   
Hasta aquí avanzamos con seguridad. A partir de ahora en el inestable lodazal de las hipótesis. Veamos algunas:
 
El grupo de estrellas agrupadas del disco, representarían las Pléyadas y recordaba a su usuario que su presencia sobre el horizonte celeste, señalaba el momento óptimo para la siembra.
 
La franja de oro inferior sería un "barco solar", una imagen de gran importancia en las creencias egipcias y nórdicas y que representa el tránsito diario del sol a través del cielo.

La medición de las franjas laterales (una de ellas se ha perdido, pero permanece la marca de ella sobre el perímetro del artefacto), arrojó una curvatura de 82º, aproximadamente; el arco que recorre el sol entre solsticios a lo largo del año, en esa zona concreta del centro europeo. Con lo cual podría determinarse el porcentaje del año transcurrido, alineando el comienzo de la franja con el punto exacto del solsticio.

  

El lugar del hallazgo está muy cerca del Círculo de Goseck (descubierto recientemente en 2003), un antiguo observatorio astronómico que permitía determinar con precisión los puntos solsticiales, necesarios para la utilización del Disco de Nerva. Aunque no puede demostrarse una conexión entre ambos, pues a pesar de su cercanía geográfica la antigüedad del observatorio de de casi 7000 años y la del Disco de 3600, si implicaría, en cambio, que el conocimiento de los solsticios no era ajeno en la región.           
 
Todos estos hallazgos llevaron a los investigadores a pensar que se trataba no solo de un objeto astronómico, sino también del más antiguo del mundo.

Por otro lado y en rigor a la verdad, la explicación del Disco aún dista mucho de ser satisfactoria, veamos por que:

En ningún caso a podido hasta la fecha demostrarse científicamente se trate de un objeto de precisión, predicción ni de medida.

Las “estrellas” del disco, no tienen rayos y esta es la forma de representación más frecuente en la antigüedad, de hecho, sería quizá el primer caso de una representación estelar con círculos. Además se ha demostrado que las “estrellas” siguen un patrón de distribución regular, es decir se ubican equidistantes entre ellas.

El grupo de círculos apiñados, podría representar las Pléyadas; aunque no puede afirmarse con seguridad, ya que conforman una figura redondeada en el disco, cuando lo esperable es que representen un patrón alargado, más cercano a la imagen visual del asterismo en el cielo. 

También se ha identificado una “media luna” en el Disco y un “sol”, pero, aunque naturalmente ambos pueden contemplarse al mismo tiempo, los “cuernos de la luna” deberían apuntar en sentido opuesto. Sería muy difícil defender la teoría de su utilización astronómica, si existiera un error tan grosero. A lo anterior debemos agregar que los pueblo de la Edad del Bronce de Europa Central, solían representar el sol  como una espiral o un círculo concéntrico. Entonces o no están representados un sol y una luna, como se pretende o bien se representan la luna llena y la luna menguante, sin aparente sentido astronómico.

El supuesto bote solar, también plantea más dudas que certezas, ya que en Europa central no hay botes. En esta región la representación del transito del sol era más bien a través de un carro solar.
También podría considerarse que fuera utilizado en rituales chamanísticos, como una representación de los objetos en él representados y que serían invocados mediante rituales.
Finalmente, y a modo de conclusión, no debe descartarse la hipótesis que considera al disco como parte de un escudo, en tal caso la representación de la luna, sol, estrellas y Pléyadas, tendría solo un sentido decorativo o tribal. No olvidemos que junto al disco – escudo fueron halladas dos espadas.

Como puede verse el tema es apasionante y no está resuelto en absoluto. 

Gustavo Blettler, especialista en Arqueoastronomía – AEA

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Contacto con Civilizaciones ET

Por Mariano Andrés Peter

ET, la famosa película de Steven Spielberg que popularizó la idea del contacto con otras civilizaciones

Introducción: La posibilidad de vida extraterrestre en algún rincón de este insondable Universo ha sido un tema recurrente a los largo de la historia de la humanidad.
Desde Demócrito, uno de los más importantes científicos de la antigua Grecia, pasando por el monje italiano Giordano Bruno, quien fue quemado en la hoguera por la Santa Inquisición por cometer el pecado de afirmar que existían numerosos planetas habitados como la Tierra girando en torno de otros soles, han sido muchos los científicos y filósofos capaces de imaginar y de soñar con otras formas de vida más allá de nuestro mundo e inclusive considerar el contacto con ellas como algo factible.

Por Mariano Andrés Peter

ET, la famosa película de Steven Spielberg que popularizó la idea del contacto con otras civilizaciones

Introducción: La posibilidad de vida extraterrestre en algún rincón de este insondable Universo ha sido un tema recurrente a los largo de la historia de la humanidad.
Desde Demócrito, uno de los más importantes científicos de la antigua Grecia, pasando por el monje italiano Giordano Bruno, quien fue quemado en la hoguera por la Santa Inquisición por cometer el pecado de afirmar que existían numerosos planetas habitados como la Tierra girando en torno de otros soles, han sido muchos los científicos y filósofos capaces de imaginar y de soñar con otras formas de vida más allá de nuestro mundo e inclusive considerar el contacto con ellas como algo factible.

 

Hay más estrellas en el Universo que granos de arena en la Tierra

Es probable que los primeros proyectos científicos orientados a la búsqueda y contacto con civilizaciones extraterrestres fueran pensados durante el siglo XIX.
En 1820, el matemático alemán Karl Friedrich Gauss propuso que sobre la estepa rusa se plantara un gigantesco triángulo rectángulo de pinos para que observadores de otros mundos pudieran saber que en la Tierra existían seres capaces de entender el teorema de Pitágoras.
Otra idea similar fue propuesta en 1840 por el astrónomo vienés Joseph Von Littrow. Su idea consistía en cavar una zanja de 30 km en el desierto del Sahara, llenarla de combustible y prenderle fuego por las noches para que los seres del espacio pudieran reconocerla como una señal de que en la Tierra existían seres inteligentes.
Está claro que estas ideas extravagantes se basaban en la suposición de que los alienígenas tendrían mentes muy similares a las nuestras como para reconocer a estas señales como formas de comunicación. Es una concepción muy antropocéntrica propia del orgullo humano.
Hoy en día los científicos saben que una mente extraterrestre puede funcionar de manera radicalmente distinta a todo a todo lo que podemos llegar a imaginarnos.
No obstante, el propio planeta Tierra se ha convertido en una fuente constante de emisión de ondas de radio originadas por las transmisiones de televisión, radio, radar, etc.

 

Carl Sagan, uno de los pioneros en la búsqueda de vida ET

Hay una burbuja de energía electromagnética que envuelve a la Tierra y que tiene un alcance de 100 años luz aproximadamente, generada por este tipo de transmisiones antes mencionadas y que seguramente ya ha alcanzado a una buena cantidad de estrellas. De haber civilizaciones técnicamente avanzadas en planetas alrededor de estas estrellas, ya deberían saber de nuestra existencia.
De esta manera, sin que nos demos cuenta estamos revelando nuestra existencia al cosmos.
Así, los alienígenas que observaran nuestro sistema solar, verían una extraña pareja reluciendo en ondas de radio y orbitando la una sobre la otra.
Una sería una pequeña estrella amarilla, común y ordinaria, poco atractiva radiando una cantidad normal de de energía en el espectro electromagnético correspondiente a las radiofrecuencias, el Sol. La otra, un cuerpo de una masa igual aproximadamente a una parte sobre 300 mil de la masa de la estrella amarilla pero de diez a cien veces más brillante en longitudes de ondas de radio, la Tierra.
Pero al margen de estas transmisiones involuntarias a las estrellas, se han llevado a cabo algunos programas de detección y de emisión de señales de radio tendientes a lograr el contacto con civilizaciones tecnológicamente avanzadas que puedan existir en nuestra galaxia.
Según el famoso astrónomo y pionero en la búsqueda de vida extraterrestre Carl Sagan, habría al menos un millón de civilizaciones más avanzadas que la nuestra en la Vía Láctea únicamente.

Imágen del Observatorio en Green Bank, Estados Unidos

El Proyecto Ozma: En 1958 el Observatorio Nacional de Radioastronomía (NRAO) se estableció de Green Banck, Virginia Occidental, Estados Unidos. Fue uno de los primeros observatorios dedicados a observar el Universo en longitudes de ondas de radio con el nuevo radiotelescopio de 26 metros de diámetro.
Por aquel entonces, un joven astrónomo de 29 años, Frank Drake, se pregunto a que distancia podría un radiotelescopio similar, detectar las emisiones radiales procedentes de la Tierra. Finalmente se pudo determinar que podría detectar las señales de radio a una distancia de entre diez a veinte años luz, lo cual era una distancia importante para esa época.
De igual manera, una civilización extraterrestre podría estar emitiendo señales de radio al espacio que podrían ser captadas por el radiotelescopio. “Deberíamos mirar”, dijo Drake a sus colegas, “Por lo que sabemos prácticamente cada estrella del cielo tiene una civilización que está transmitiendo”. Otto Struve, el director del NRAO estuvo de acuerdo con Drake.
Pero surgió un problema, ¿en que longitud de onda transmitiría una civilización extraterrestre? Finalmente se seleccionó una longitud de onda tanto por razones pragmáticas como por motivos científicos, la de 21 centímetros correspondientes al hidrógeno neutro.
El proyecto Ozma se debería mantener en secreto ya que no deseaban que se diera a publicidad porque temían una catarata de críticas por parte de la comunidad científica de aquella época. Así a las 06:00 de la mañana del 11 de Abril de 1960, Frank Drake y sus colaboradores dieron inicio al Proyecto Ozma, llamado así en honor de la reina de Oz, un reino de ficción famoso por su mago.
Los dos primeros objetivos del Proyecto Ozma fueron las estrellas Tau Ceti y Épsilon Eridani, a 11,9 y 10,8 años luz respectivamente. Dos estrellas lo suficientemente cercanas como para captar con facilidad las hipotéticas señales de radio.

 

El Dr. Frank Drake junto a un radiotelescopio

Luego de seis horas de cuidadosa observación de la estrella Tau Ceti, no se detecto absolutamente nada. Luego se prosiguió con el análisis de Épsilon Eridani. Ni bien el radiotelescopio apunto a esta estrella, detecto una señal muy intensa que sonaba de manera regular unas ocho veces por minuto. No hay ninguna fuente de emisión natural que pueda emitir una señal de esas características. Era indudablemente de origen artificial. Fue entonces cuando Drake y su equipo se preguntaron si esto sería así de fácil, con solo apuntar el radiotelescopio a una estrella se podría captar una señal inteligente proveniente de otra civilización. Pero minutos más tarde, la señal se desvaneció repentinamente. Diez días más tarde la señal reapareció, pero para ese entonces los científicos contaban con un segundo receptor que les permitió comprobar que esa señal tenía origen terrestre, probablemente era emitida por un avión militar que sobrevolaba la zona. Fue una gran decepción y aunque se continuaron las observaciones de estas dos estrellas, jamás se volvieron a detectar señales inteligentes.
Carl Sagan comparó esta búsqueda con la de una aguja en un pajar, una muy buena analogía para ejemplificarla.

El Observatorio de Arecibo en Puerto Rico, el más grande del mundo

Galileo nos cuenta las primeras observaciones con telescopio de la historia

Por Alberto Anunziato 

Galileo nos cuenta las primeras observaciones con telescopio de la historia
Traducción de párrafos de “Nuncius Sidereus”.

 

Retrato de Galileo

En “Sidereus Nuncius”, obra publicada en marzo de 1610, Galileo narra las primeras observaciones astronómicas con telescopio de la historia (en cuanto sabemos). A una distancia de cuatro siglos vemos como el simple acto de elevar a los cielos su telescopio marcó el triunfo del paradigma científico contemporáneo.

Por Alberto Anunziato 

Galileo nos cuenta las primeras observaciones con telescopio de la historia
Traducción de párrafos de “Nuncius Sidereus”.

 

Retrato de Galileo

En “Sidereus Nuncius”, obra publicada en marzo de 1610, Galileo narra las primeras observaciones astronómicas con telescopio de la historia (en cuanto sabemos). A una distancia de cuatro siglos vemos como el simple acto de elevar a los cielos su telescopio marcó el triunfo del paradigma científico contemporáneo.

 

Nuncius Sidereus

Recordemos que la concepción ptolemaica del universo (un paradigma que comprendía numerosas teorías hermanadas por considerar a la Tierra el centro del Universo) era un sistema que poseía una gran economía conceptual, al punto que hoy la navegación y la topografía todavía usan modelos basados en ella, además de apoyarse en el sentido común que muestra a las estrellas girando como una gigantesca cúpula cada noche. El sistema tenía una gran debilidad: el movimiento retrógrado de los planetas, que originó una serie de complicadas teorías auxiliares para explicarlos. Fue lo confuso del sistema y las discrepancias con los datos observables lo que lleva a Copérnico a poner en duda el modelo, pero solo en lo que al movimiento de la Tierra se refiere: gira alrededor del Sol (centro del Universo) como los otros planetas. Pero la obra de Copérnico pasó desapercibida fuera del ámbito astronómico. Será el telescopio el que sacudirá las creencias fundamentales del hombre y ayudará a definir la cosmovisión reinante. Y eso es lo que narra, nada menos, el libro cuyos párrafos presentamos.
Galileo comienza su libro dedicándolo a Cosme II, Gran Duque de Toscana, y afirmando que el descubrimiento principal que contiene la obra (los satélites de Júpiter) es una confirmación astrológica de la grandeza dinástica de los Medici, no siendo casual que los haya observado poco después de su ascenso al trono. Galileo llama a los cuatro satélites Astros Mediceos, y los mismos le valieron el mecenazgo del soberano (que nunca adhirió al copernicanismo), quién además se encargo de repartir telescopios por todas las cortes de Europa para que pudieran apreciarse “sus astros”. El “Sidereus Nuncius” (o “Mensajero Astral”) acompañaba a los telescopios como una especie de manual introductorio, completando el “presente empresarial”.
 
La obra comienza por nombrar los descubrimientos realizados con su telescopio (o como primeramente fue llamado por Galileo “perspicillum”, del latín “perspicio”, algo así como mirar con cuidado y detenimiento) y cómo fue su génesis: 

“Bellísimo y milagrosamente placentero es ver el cuerpo de la Luna, que dista de nosotros una distancia casi equivalentes a 60 radios terrestres, tan cercano como si distase solo dos radios, agrandando el diámetro mismo de la Luna casi 30 veces, su superficie casi 900, el volumen casi 27.000 veces más grande que cuando se observa a ojo desnudo. Gracias a esta experiencia cualquiera puede comprender que la Luna no posee una superficie lisa y pulida sino escabrosa y desigual y, como la de la Tierra, llena de grandes elevaciones, profundas cavidades y desfiladeros. Además no me parece poca cosa el haber terminado con las controversias en torno a la Galaxia, o Vía Láctea, y haber hecho patente su naturaleza tanto a los sentidos como al intelecto, así como es grato y hermoso poder demostrar que la sustancia de los astros hasta ahora llamados nebulosas es totalmente distinta de cuanto hasta ahora se había creído. Pero lo que por mucho es lo más maravilloso (y nos obliga a informar a todos los astrónomos y filósofos) es el haber descubierto cuatro astros errantes, por nadie (antes que por nosotros) conocidos ni observados, que a semejanza de Venus y Mercurio alrededor del Sol, cumplen sus revoluciones alrededor de un astro conspicuo entre los conocidos, a veces precediéndolo, a veces siguiéndolo, pero sin adelantársele más allá de ciertos límites. Y todo esto fue descubierto y observado hace pocos días, con la ayuda de un telescopio que inventé después de haber recibido la iluminación de la gracia divina. Otras cosas más admirables, por mí quizás o por otros, se descubrirán en el futuro con la ayuda de este instrumento, sobre cuya forma y estructura, así como de la ocasión de su invención, daré una breve noticia antes de narrar la historia de las observaciones que realicé con él. Hará unos diez meses nos llegó la noticia de que un flamenco había construido un telescopio, por medio del cual los objetos visibles, aunque se encontraran muy distantes del observador, se veían en detalle como si estuvieran muy cerca. Sobre este admirable efecto corrían voces, algunos les daban fe, otros no. El asunto me fue confirmado pocos días después a través de una carta del noble francés llamado Iacopo Badovere, de París;  y ésta fue la causa de que me dedicase por completo a averiguar los medios para lograr la invención de un instrumento similar, lo que conseguí poco después, basándome en la teoría de las refracciones. Primero preparé un tubo de plomo en cuyos extremos apliqué dos lentes, ambas planas de un lado, mientras que una tenía el otro lado convexo y la otra lo tenía cóncavo. Puesto el ojo en la parte cóncava vi los objetos bastante grandes y próximos, tres veces más cercanos y nueve veces más grandes de como se ven a simple vista. Luego preparé un instrumento más exacto, que mostraba los objetos sesenta veces más grandes. Y finalmente, sin reparar en gastos y fatigas, llegué a construirme un instrumento tan excelente que los objetos vistos a través suyo aparecen casi mil veces más grandes y treinta veces más cercanos que a ojo desnudo. Sería completamente superfluo señalar cuantas y cuales son las ventajas de un instrumento semejante para las observaciones terrestres y marítimas. Pero dejadas de lado las terrestres, me dediqué a las especulaciones celestes, y primero vi la Luna tan cercana como si estuviese a una distancia de apenas dos radios terrestres. Después de esto, con increíble placer en el alma, observé muchas veces las estrellas, fijas y errantes; y como las vi tan nítidas, comencé a estudiar el modo de calcular sus distancias, y finalmente lo logré”.

 

Primer telescopio de Galileo

Primera conmoción: con base en Aristóteles, se consideraba que la región celeste era perfecta, la imperfección y el cambio se creían relegados a la región sub-lunar, a la Tierra. Veamos lo primero que los maravillados ojos de Galileo observaron:

“En primer lugar trataremos la cara de la Luna que podemos ver. Por razones de claridad, la dividí en dos partes, más clara una y más oscura la otra. La más clara parece circundar y llenar todo el hemisferio, la más oscura oscurece como una nube la misma faz de la Luna y la hace aparecer llena de manchas. De estas manchas, aunque oscuras y bastante amplias, visibles para cualquiera, siempre se tuvo noticia, por lo que las llamaremos grandes o antiguas, a diferencia de otras manchas menores por su amplitud, pero tan frecuentes que cubren toda la superficie luna, sobre todo la parte más luminosa, de las que fuimos los primeros en verlas. Por la continua observación de tales manchas llegamos a la conclusión de que la superficie de la Luna no es pulida, uniforme y completamente esférica, como un gran número de filósofos cree de ella y de otros cuerpos celestes, sino que es desigual, escabrosa y con muchas cavidades y elevaciones, una superficie no muy diversa de la de la Tierra, con cadenas de montañas y profundos valles”.

El descubrimiento de las manchas solares (realizado meses después de publicar el libro que traducimos) confirmará que el universo está en cambio perpetuo.
No debemos olvidar que antes de Galileo se pensaba que no había más estrellas que las observables a simple vista. Era un universo al servicio del hombre (¿para qué habría estrellas que no pudiéramos ver?), ahora el hombre se empequeñece frente al Universo:

“Digna de nota parece también la diferencia de aspecto entre el aspecto de los planetas y el de las estrellas fijas. Los planetas presentan sus globos exactamente redondos y definidos y, como pequeñas lunas luminosas, aparecen circulares. Las estrellas fijas, en cambio, no parecen tener un contorno circular sino que, centelleando siempre, presentan fulgores vibrantes alrededor de sus rayos. Presentan la misma figura a ojo desnudo que vistas con el telescopio, pero más grandes, observándose una estrella de quinta o sexta magnitud como si fuese la Canícula, la más grande de las estrellas fijas. Pero más allá de las estrellas de sexta magnitud se verá con el telescopio un increíble número de otras, invisibles a nuestra vista: de hecho se pueden ver más de estas que todas las comprendidas en las seis magnitudes completas, las mayores de las cuales (que podemos llamar de séptima magnitud o primera de las invisibles), con la ayuda del telescopio, aparecen más grandes y luminosas que las estrellas de segunda magnitud vistas a simple vista. Y para prueba de su número inimaginable quise acompañar los dibujos de dos constelaciones a fin que, con su ejemplo, el lector pueda imaginar las restantes. En el primero me había propuesto abarcar toda la constelación de Orión, pero el enorme número de estrellas y la falta de tiempo hicieron que dejara la empresa para otra ocasión. Sin embargo, existen diseminadas en torno a las estrellas conocidas, en el espacio de uno o dos grados, más de quinientas, por ello agregaremos a las tres estrellas conocidas del cinturón y a las seis de la espada otras 80 recientemente descubiertas:”
 

 

Lente del primer telescopio