Muere el cosmonauta soviético Alexéi Leónov, el primer caminante espacial

El cosmonauta ha muerto a los 85 años tras una larga enfermedad.

Alexéi Leónov, cosmonauta soviético y primer caminante espacial, ha fallecido este viernes a los 85 años a consecuencia de una prolongada enfermedad, tal y como ha informado el canal de televisión ruso Rossiya 24. Aunque su nombre no sea tan famoso como el de su compatriota Yuri Gagarin, que subió al espacio cuatro años antes que él, su nombre está escrito con mayúsculas en la historia de la astronáutica al ser la primera persona que paseó, de forma literal, por el vacío del universo.

Fue el 18 de marzo de 1965. Leónov emergió de su nave espacial, la Voskhod 2, a 500 kilómetros sobre las cabezas de todos los humanos, viendo el planeta azul desde aquella distancia. Aunque su gesta fue vendida en un principio como todo un éxito para la Unión Soviética en su batalla con Estados Unidos, en realidad estuvo plagada de problemas que él mismo contó en un artículo para la UNESCO, con la calma que da el tiempo.

Allí contó que justo antes de salir, él y su compañero Pavel Belyayev, realizaron una serie de rituales acompañados por el propio Gagarin. Descorcharon una botella de champán y firmaron la botella, prometiendo que el resto lo beberían de regreso. Después, orinaron las ruedas del autobús que les llevó a la plataforma de lanzamiento de Baikonur. Todo salió según lo esperado.

Un traje que se hincha
Cuando llegaron a la órbita, Leonov se preparó para salir de la nave. Todo correcto. Una cámara registró el momento histórico en el que la silueta de Leónov se dibujaba sobre el continente africano. «Me sentí como si fuera un grano de arena», afirmó el cosmonauta a la BBC. Tras diez minutos de ingravidez, se dispuso a entrar de nuevo, pero notó cómo su traje se había hinchado. «No podía empujarme hacia atrás con el cable y, con mi traje en ese estado, no podría entrar por la escotilla», relató.

Desde control en Tierra decidieron vaciar de aire su traje sin avisarle. Corría el riesgo de quedar sin oxígeno, aunque si no podía entrar dentro de la nave, moriría de todos modos. «Comencé a sentir un hormigueo en mis piernas y manos. Estaba entrando en una fase peligrosa y sabía que podía ser fatal», contó Leónov. Tal fue el esfuerzo que el sudor le tapaba el cristal del casco. Adelgazó seis kilos.

La escotilla rota
Después de este susto, no acabarían los sobresaltos. Según contó, tuvieron que emprender las maniobras de regreso de forma manual, algo que no se había hecho antes y precisaba una precisión extrema. Al final todo salió bien y acabaron aterrizando en Siberia, en medio de un bosque. La escotilla estaba rota y afuera arreciaban temperaturas de -25 grados. Exhaustos y helados, se quedaron dormidos hasta que llegaron a rescatarles.

Y esta historia no salió a la luz hasta años después. El cosmonauta Georgy Grechko dijo acerca de todo esto: «Si hay alguien que cree que lo que hicimos era primitivo, poco interesante o nada valioso, dejemos que vayan al espacio, que hagan una caminata espacial y que vean cómo se sienten cuando el traje empieza a perder oxígeno, o cuando la escotilla se niega a cerrarse». Hoy se apaga la voz de otro de estos grandes hombres que abrió la veda para todos los que llegaron después y los que están por venir.

Fuente: ABC

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