Yuri Usachev, invitado a Madrid por la Obra Social «la Caixa», criticó la competitividad y la falta de colaboración en el espacio, recordó su carrera y habló sobre los retos de trabajar en ese duro entorno.
Yuri Vladimirovich Usachev (59) nació exactamente cinco días después de que la Unión Soviética lanzará el Sputnik, el primer satélite artificial de la historia, en octubre de 1957. Originario de la ciudad minera de Donetsk (actualmente en disputa entre Rusia y Ucrania), apenas tenía cuatro años cuando Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en llegar al espacio. No recuerda aquello, aunque sí se acuerda del accidente de tráfico que le costó la vida al héroes soviético. Lo cierto es que hicieron falta muchos años hasta que este militar, que soñaba con ser aviador, lograra embarcar en la estación espacial rusa Mir, ya en 1994, y más tarde en la Estación Espacial Internacional.
Después de pasar por el centro de entrenamiento para cosmonautas Yuri Gagarin, en la ciudad de las estrellas, Moscú, Usachev acumuló más de 553 días en el espacio, siete paseos espaciales y tres misiones de larga duración. Sus esfuerzos le hicieron recibir las distinciones de Héroe de la Federación Rusa (Rusia), la Cinta de Caballero de la Legión de Honor (Francia) o la Medalla de la NASA al Servicio Público Distinguido (Estados Unidos). Actualmente trabaja para la corporación «Energia» en el diseño de nuevas naves y módulos y comparte su experiencia en conferencias, en especial con niños.
Este mes fue invitado a Madrid por la Obra Social «la Caixa», en el marco de «la Semana del Cosmos», para impartir una conferencia sobre la vida y la colaboración internacional a bordo de la estación espacial internacional. Su gesto serio, casi inexpresivo, se agrieta al cabo de un rato para dejar escapar una sonrisa. Al prestar atención se nota su mirada dulce, sobre todo cuando habla de los niños que le preguntan sobre el espacio, y su ironía, casi imperceptible, cuando entra en consideraciones políticas.
-¿Por qué se hizo usted cosmonauta? ¿Soñaba con serlo cuando era niño?
De niño quería ser aviador. En gran parte porque por entonces apenas había información de cómo ser cosmonauta. Además, decían que era tan tremendamente difícil, que jamás pensé que iba a poder llegar a esos niveles. La verdad es que casi todos los críos decían que querían ser cosmonautas. Pero las exigencias eran tremendas, y solo los que eran tremendamente valientes o los que estaban bastante locos podían aspirar a conseguirlo. Había que ser el más listo, el más sano, el más de todo. Algún tiempo después yo descubrí que quería ser cosmonauta. Y eso cambió la situación.
-Antes de aquello, ¿quería ser piloto de caza, quizás?
Quería volar, me daba igual con qué. Pero como los primeros cosmonautas eran aviadores, yo tenía claro que ese era mi camino.
¿Recuerda usted el vuelo de Yuri Gagarin?
No, lamentablemente no lo recuerdo. Sí que me acuerdo de la muerte de Gagarin, en el accidente de tráfico. Cuando Gagarin llegó al espacio yo vivía en una ciudad minera bastante pequeña, así que no me enteré demasiado de todo aquello.
-¿Le inspiró aquel romanticismo que se generó en torno a los primeros hombres en llegar al espacio?
Ante todo tenía una visión romántica, porque un niño no puede ser pragmático. Incluso hoy en día, sigo siendo así. El espacio es algo que va infinitamente más allá del pragmatismo.
-En Occidente recordamos más a los astronautas que a los cosmonautas. ¿Cree que esto es injusto, puesto que los cosmonautas fueron los pioneros?
Bueno, es una cuestión de propaganda política, nada más. Creo que incluso cuando se lanzó el proyecto Intercosmos, y empezaron a volar al espacio ciudadanos del este de Europa, en Occidente se hablaba mucho más de lo que hacían los americanos. Creo que es una pena, porque ese tipo de políticas empobrecen a la gente y no les permite ver la grandeza del conjunto, de la conquista del espacio.
Evidentemente, por un lado sabemos que había una guerra de información. Pero por otro lado, también sabemos que la gente que usa estas formas de manipulación muestran así su flaqueza y su debilidad. Si intentas ocultar o ignorar algo quiere decir que aquello que escondes tiene una magnitud que te hace temerlo. (Pausa) Es una opinión personal.
-¿Hemos superado esa situación? ¿Hay ahora más transparencia y una mayor cooperación entre países?
La Estación Espacial Internacional es un buen ejemplo que demuestra que la gente puede trabajar conjuntamente durante mucho tiempo. Pero también es verdad que la competitividad, la propaganda y muchas contradicciones siguen ahí. Por ejemplo, nosotros tenemos una televisión internacional, «Russia Today» (RT), y que de vez en cuando es fuertemente criticada. Es un ejemplo de que este tipo de situaciones sigue ocurriendo.
-¿Y por qué cree que ocurre eso? ¿Por qué algo tan universal como el espacio es un lugar de polémica?
Hay gente que considera que las cosas son como ellos dicen que son. Creen que tienen privilegios a la hora de hablar y de explorar el espacio. Creo que es una forma de pensar bastante deficiente.
-Ahora mismo, ¿está en riesgo la cooperación en el espacio a causa de la competencia que hay entre China, Rusia y Estados Unidos?
Creo que sería infinitamente más fácil, mejor y más barato si estas grandes potencias trabajasen juntas en sus grandes proyectos de exploración del espacio, como lo son Marte o la Estación Espacial Internacional. Si en vez de construir una o dos naves todos juntos, cada uno intenta montar su propia estación y su nave, será una pérdida de dinero tremenda.
-Quería volver a su carrera. Usted ha realizado siete paseos espaciales, ¿recuerda cómo fue el primero?
Lo recuerdo muy bien. Emocionalmente supuso una carga tremenda.
-¿Qué sintió? ¿Vértigo, miedo?
No hay razones para sentir vértigo. En ese momento te conviertes en alguien extremadamente consciente de ti mismo, y sabes que cualquier pequeño error que cometas te puede costar la vida. Lo bueno es que puedes ver el espacio a tu alrededor, sin ninguna ventana en medio.
-¿Cuál es el accidente que más temía que ocurriera en ese momento?
Cuando salimos, tenemos dos arneses, cada uno anclado a dos enganches diferentes. Lo que más temía es que yo fallara y los arneses se soltaran. si eso ocurre, te alejas de la estación y es imposible que puedas volver al interior de la estación. En ese caso, volarás un poco, hasta que dure tu sistema de supervivencia. Después de eso, mueres. Te asfixias.
-¿No hay un conducto que te envíe aire?
Hay dos posibilidades. Una es que sí, que estés conectado a un tubo a través del cual te suministran aire. Pero eso limita mucho la movilidad. El tubo no puede ser muy largo y por eso solo puedes moverte por los alrededores de la escotilla. Además, hay que fijarlo, porque no puede estar moviéndose por el espacio. Por eso, no solemos usar ningún conducto. En vez de eso trabajamos de forma autónoma, y todo lo que necesitamos está dentro de la escafandra. Así podemos trabajar hasta ocho horas seguidas. Es un trabajo muy duro, desde el punto de vista físico. Estar siete horas en el espacio abierto es muy, muy trabajoso.
¿Por qué es tan costoso?
Por el esfuerzo físico. Al otro lado de la escafandra hay vacío, sin presión. Pero dentro tienes una presión de media atmósfera. Así que tu traje es como un globo hinchado. Por eso, cada vez que haces cualquier movimiento tienes que luchar contra la escafandra. Y eso es muy duro.
-En relación con esto, ¿le parece realista la película «Gravity»? ¿Le gusta alguna película del espacio?
A los profesionales no nos recomiendan ver ese tipo de películas (sonríe). Es una broma. Pero me hace gracia que Clooney consiga dar vueltas alrededor de la estación espacial, porque eso es imposible. Bueno, y luego está la idea de que sea una estación rusa la que se desintegre y la que perjudique a todo el mundo. No me parece una gran idea. En todas las películas estamos hartos de ver cómo los americanos salvan el mundo (ríe). Es paradójico: los americanos luchan siempre contra todo el mundo y siempre son los que salvan el mundo.
-Así es el cine, ¿no?
(Ríe). Bueno, sí. Hay un libro que me gusta mucho: «El marciano». ¿Lo ha leído? (Niego). La idea es la siguiente: un astronauta se queda aislado en Marte, y tiene que sobrevivir solo con los recursos que tiene. Creo que es una muestra increíble de la fuerza del espíritu humano combinada con su profesionalidad. Me gusta mucho esa historia. Allí está absolutamente solo. Y aún así consigue reinventar un sistema de supervivencia, es impresionante.
-¿Hay que recurrir a ese espíritu humano y a esa capacidad de reinvención cuando se está ahí arriba, tan solo?
Creo que el espíritu es aun más importante que la profesionalidad. En estos momentos no hay situaciones demasiado extremas en las misiones. Sin embargo, los vuelos son muy largos y ahí es necesario que mantengas tu espíritu completamente intacto.
-Por eso precisamente quería preguntarle. Usted ha hecho tres misiones de larga duración. ¿Qué es lo peor?
Lo más difícil es soportar el aislamiento. Allí estás totalmente alejado de los objetos que te rodean en la vida cotidiana.
-¿Qué es lo que más se echa en falta?
Soy una persona muy extrovertida, así que me falta la familia y mi círculo más cercano. Allí les echaba mucho de menos. También añoras el viento, la lluvia, los ríos y los lagos. Aparte, hay comidas que no puedes preparar en la estación y que también se echan en falta. Aunque es verdad que en las naves hay todo tipo de comida y no llegas a pasar hambre.
-Antes ha hablado del duro entrenamiento de los cosmonautas, ¿hay que estar hecho de una pasta especial para superarlo?
Primero hay estar totalmente sano. No puedes tener ningún problema que se pueda revelar durante el vuelo, porque ahí no vas a tener a tu disposición ningún servicio de urgencias para auxiliarte. Cualquier enfermedad podría interrumpir la misión y crear unos gastos muy altos. En segundo lugar, tienes que haber sido un muy buen estudiante en el colegio y en la universidad. También es muy importante que tengas una gran capacidad de aprendizaje. Y, por último, es muy importante la motivación, porque durante el entrenamiento te vas a preguntar: ¿Realmente quiero pasar por todo esto? Sin esa motivación no podrás recorrer todo el camino.
-Tengo entendido que en 2014 escribió un libro dirigido a niños sobre el espacio. ¿Por qué le parece importante que los niños miren al espacio?
Yo trabajo mucho con niños. Doy conferencias para ellos y entiendo que no todo el mundo quiere ser astronauta, evidentemente. Pero el espacio es un gran ejemplo para muchas cosas. Para llegar allí hacen falta muchos conocimientos técnicos y también muchas cualidades humanas. Por eso, podemos usar el espacio como un instrumento de aprendizaje.
No hay que olvidar que el objetivo final de la Humanidad no es ir al espacio, sino entender quiénes somos, de dónde venimos y ante todo comprendernos a nosotros mismos. Por eso, este libro no es estrictamente infantil, es más bien para adolescentes.
Aún no he madurado lo suficiente como para dirigirme a los más pequeños. Usan un idioma diferente y tienen unas necesidades distintas. De vez en cuando me invitan a dar una conferencia a niños de cuatro o seis años, y esto es lo más complicado que he hecho. Hace falta otro ritmo, otros colores, otros sonidos, necesitas jugar con ellos (ríe). Me cuesta mucho. Intento mejorar, pero es difícil.
-¿Qué le suelen preguntar los niños sobre su trabajo?
Me hacen cientos de preguntas, y normalmente siempre las mismas. Me gustan los niños porque son muy desinhibidos. Te preguntan lo que se les ocurre, ellos no dicen «seguro que pregunto una tontería y todo el mundo se va a enterar». (Ríe). Los niños son abiertos. Pero también son muy sensibles, así que con ellos tienes que ser absolutamente sincero, porque si no, pierden el interés de inmediato. Es verdad que son muy exigentes, pero también son muy agradecidos.
-Usted ha trabajado tanto en la Mir como en la Estación Espacial Internacional. ¿Cuál cree que es el próximo paso lógico en la exploración humana del espacio?
Creo que estamos viviendo una crisis total en la exploración del espacio. Ahora mismo necesitamos averiguar cuál debe ser el próximo paso. Creo que necesitamos nuevos equipos y nuevos experimentos científicos.
En los últimos años hemos tratado de entender si en el espacio se pueden crear nuevas medicinas, medicamentos, y varias tecnologías limpia. Pero creo que ahora es el momento de pasar a la producción industrial en el espacio. Creo que las estaciones orbitales aún no han agotado su potencial, y que tanto la Luna como Marte deben estar en el horizonte.
-¿Qué tipo de actividad industrial habría que promover en el espacio?
Biotecnología, cristalografía y otras cosas. Por ejemplo, la ausencia de gravedad permitiría fabricar chips de ordenadores mucho más precisos.
-Después de escucharle, parece más lógico levantar una estación espacial en la Luna que viajar hasta Marte, ¿no?
Cuando me dicen que antes de ir a Marte hay que desarrollar algo en la Luna no estoy tan seguro. Mire, imagine que usted prepara un viaje a Rusia y decide hacer primero un viaje a París, para entrenarse para Rusia. Pues no. Vaya directamente a Rusia y no pierda tiempo en París, porque son dos cosas muy diferentes (ríe). Creo que intentan despistarnos y colarnos la idea de ir a la Luna en vez de trabajar directamente en el viaje a Marte. No sé si es un juego o es que algo se me escapa.
-Entonces, ¿considera realista el objetivo de llegar a marte en 2030, como anunció la NASA?
(Suspira). Mire, si tuviéramos una buena razón para ir a Marte, en diez años llegaríamos a Marte. Lo que ocurre es que de momento no tenemos una razón de peso para ir a Marte. Ir, para solo colocar la bandera y estampar la huella del pie no tiene sentido. Si consiguiéramos hacer un proyecto internacional, el viaje sería mucho más barato y sencillo, pero ahora mismo tardaríamos un año en tan solo decidir quién será el primero en poner su pie sobre Marte. ¿Quién debe? ¿El que paga más, el que ha invertido más en tecnología? (Ríe). Si no resolvemos este tipo de problemas, no volaremos nunca a Marte.
-¿Y usted cree que ahora mismo tenemos un buen motivo para ir a Marte?
No, no lo creo. Si vemos algún tipo de rastro de vida, puede que lo tengamos. O si nos enteramos que los americanos están trucando las fotos de Curiosity y nos están engañando, entonces seguro que comenzamos el desafío.
Fuente: ABC