Un nuevo estudio compara datos recogidos durante el Evento Carrington, el fenómeno más extremo del que tiene constancia el hombre, comparándolo con otros posteriores y han encontrado inesperadas similitudes.
En los albores de la revolución tecnológica de las comunicaciones, a mediados del siglo XIX, una catástrofe inesperada sacudió al mundo moderno. A principios de septiembre de 1859 unas impresionantes auroras boreales se pudieron ver incluso desde la Gran Vía de Madrid, tal y como relatan las crónicas de la época. Y justo después una energía invisible provocó cortes y cortocircuitos por la recién estrenada red telegráfica, a uno y otro lado del continente. La culpa: una eyección de masa coronal procedente del Sol que azotó nuestra magnetosfera. Fue bautizado como el Evento Carrington y se trata de la tormenta solar más extrema de la que el hombre tiene constancia.
Pero, ¿y si este tipo de eventos son más comunes de lo que pensamos y lo único que nos ha librado de ellos es la pura suerte? Esta es la teoría que plantean investigadores de la Universidad de Osaka, quienes han realizado el estudio más completo hasta la fecha de la tormenta de 1859 y, además, han comparado los datos con otros eventos similares de menos relevancia. «Se consideró que el evento de Carrington era el peor de los casos para los eventos del clima espacial contra la civilización moderna. Pero si llega varias veces en un siglo, tenemos que reconsiderar cómo nos debemos preparar y mitigar el problema del clima espacial», afirma el astrofísico Hisashi Hayakawa, uno de los autores de la publicación que ha sido difundida a través del sitio « Space Weather».
El evento Carrington tuvo lugar en un periodo en el que la humanidad no era tan dependiente de la tecnología como hoy en día: no la red de telégrafos, sino sistemas tan importantes como el GPS de aviones, barcos y coches, así como los generadores y las redes eléctricas que alimentan los miles de millones de dispositivos conectados del mundo podrían verse afectados, lo que ha provocado una reciente preocupación de la ciencia por conocer más acerca del «caprichoso» clima espacial.
Lagunas en torno a la tormenta solar más potente
Y a pesar de que el Evento Carrington está bien estudiado y caracterizado, Hayakawa y su equipo se dieron cuenta de que faltaba algo: las investigaciones previas se centraron en el hemisferio occidental, dejando fuera la mitad de los registros del planeta. Por ello, recolectaron tantos informes históricos y datos como les fue posible que incluyeron información del obsertario ruso, entradas de diarios, informes de periódicos y registros de Asia Oriental. Incorporaron además documentos inéditos y manuscritos de Europa, incluidos dibujos del grupo de manchas solares cuyos intensos campos magnéticos se cree que produjeron la eyección de masa coronal asociada con la tormenta. Al estudiar estos dibujos, los investigadores pudieron seguir la evolución de la tormenta a lo largo del tiempo.
El dibujo, recopilado de un manuscrito de la «Royal Astronomical Society» del astrónomo alemán Heinrich Schwabe, muestra las manchas solares visibles el 27 de agosto (izquierda), 1 de septiembre (centro) y luego un primer plano del grupo de manchas solares del 1 de septiembre (derecha).
¿Otros posibles eventos Carrington?
A través de este análisis exhaustivo, el equipo descubrió algo nuevo sobre el evento Carrington: no solo fue una abrupta eyección de masa coronal, sino que el grupo de manchas solares estalló varias veces antes y después de la principal registrada a principios de sseptiembre de 1859 por Richard Carrington, quien bautizó el fenómeno. El hecho de que hubiera una anterior unos días antes en agosto pudo ser determinante para virulencia posterior de la tormenta solar.
Pero no fueron las únicas sorpresas de la investigación. Compararon los datos con las tormentas solares de febrero de 1872, que produjo auroras espectaculares ampliamente reportadas en periódicos de todo el mundo; la de mayo de 1921, que literalmente «aniquiló» los servicios telegráficos en los Estados Unidos; la de agosto de 1972 que pudo haber detonado minas marinas; y la tormenta de marzo de 1989 que «achicharró» toda una red eléctrica canadiense.
El equipo descubrió que, en particular, las tormentas de 1872 y 1921 tenían fuertes similitudes con el Evento Carrington. Y sin olvidar el evento ocurrido en julio de 2012, una colosal eyección de masa coronal que no dañó la Tierra pero que habría supuesto un nuevo Evento Carrington en el caso de que nuestro planeta hubiese estado en su trayectoria.
«La comparación inicial revela que el Evento Carrington probablemente no sea la tormenta extrema excepcional, sino una de las tormentas magnéticas más extremas», escriben los investigadores en su artículo según recoge Sciencealert. «Si bien este evento se ha considerado una catástrofe de una vez en un siglo, las observaciones históricas nos advierten que esto puede ser algo que ocurre con mayor frecuencia y, por lo tanto, podría ser una amenaza más inminente para la civilización moderna». Más motivos para mirar al cielo más allá de nuestras nubes.
Fuente: ABC