Científicos plantean una nueva hipótesis sobre los orígenes de nuestro vecindario cósmico.
Los científicos han realizado un sin fin de impresionantes descubrimientos sobre el Universo, pero aún no están seguros sobre cómo nació nuestro Sistema Solar. La teoría dominante dice que se formó hace miles de millones de años cerca de una supernova, pero un equipo de la Universidad de Chicago (EE.UU.) cree que nuestros orígenes pueden ser diferentes y lanzan una interesante hipótesis. En un estudio publicado en la revista «Astrophysical Journal», apuntan a que nuestro vecindario cósmico surgió en una burbuja impulsada por el viento en torno a una estrella gigante, hace mucho tiempo muerta. ¿La clave? Un persistente misterio cósmico sobre la abundancia de dos elementos en nuestro Sistema Solar en comparación con el resto de la galaxia.
En vez de contemplar una supernova, el nuevo escenario comienza con un tipo gigante de estrella llamada Wolf-Rayet, que tiene más de 40 a 50 veces el tamaño de nuestro propio Sol. Es la estrella más ardiente, produciendo toneladas de elementos que se arrojan desde la superficie al intenso viento estelar. A medida que la estrella Wolf-Rayet arroja su masa, el viento estelar atraviesa el material que estaba a su alrededor, formando una estructura de burbujas con una capa densa.
«El caparazón de una burbuja de este tipo es un buen lugar para producir estrellas», porque el polvo y el gas quedan atrapados en el interior donde pueden condensarse en estrellas, apunta el coautor Nicolas Dauphas, profesor del Departamento de Ciencias Geofísicas. Los autores estiman que del 1% al 16% de todas las estrellas similares al Sol podrían formarse en dichos viveros estelares.
Además, esta configuración da sentido a dos isótopos que ocurren en proporciones extrañas en el sistema solar primitivo, en comparación con el resto de la galaxia. Los meteoritos que quedaron del sistema solar temprano nos dicen que había mucho aluminio-26. Además, los estudios sugieren que teníamos menos isótopo de hierro-60.
Esto resulta desconcertante, porque las supernovas producen ambos isótopos. «¿Por qué uno fue inyectado en el Sistema Solar y el otro no?», se pregunta el también coautor Vikram Dwarkadas, profesor asociado de investigación en Astronomía y Astrofísica.
Colapso en un agujero negro
Esa pista fue la que les llevó a las estrellas Wolf-Rayet, que lanzan gran cantidad de aluminio-26, pero no hierro-60. «La idea es que el aluminio 26 arrojado desde la estrella Wolf-Rayet es transportado hacia afuera sobre granos de polvo formados alrededor de la estrella. Estos granos tienen suficiente ímpetu para atravesar un lado del caparazón, donde se destruyen en su mayoría, atrapando el aluminio dentro del caparazón», explica Dwarkadas. Eventualmente, parte del proyectil colapsa hacia adentro debido a la gravedad, formando nuestro sistema solar.
En cuanto al destino de la estrella gigante Wolf-Rayet que nos protegió, su vida terminó hace mucho tiempo, probablemente en una explosión de supernova o un colapso directo en un agujero negro. Ese evento produciría poco hierro-60; si se tratara de una supernova, es posible que el hierro 60 creado en la explosión no hubiera penetrado en las paredes de la burbuja o se hubiera distribuido de manera desigual.
Fuente: ABC