Informes preliminares indican que el 7% de los genes del astronauta han sufrido cambios a largo plazo. Están relacionados con su sistema inmune, la reparación de ADN y la formación ósea.
Scott Kelly, exastronauta de la NASA, es probablemente uno de los hombres con la salud más vigilada del mundo. El estadounidense pasó un año en la Estación Espacial Internacional (ISS), el doble de tiempo de las misiones típicas en la plataforma, mientras su gemelo idéntico, Mark, también astronauta, permanecía en la Tierra. Esta particular circunstancia ha permitido a los científicos realizar un estudio pionero denominado «Twins Study» (Estudio de gemelos), para observar cómo la ingravidez prolongada afecta al ser humano. De esta forma, podrán conocer a qué retos médicos y psicológicos se enfrentarán las tripulaciones de futuros vuelos espaciales de larga duración, como el esperado viaje a Marte, que puede prolongarse tres años.
Los primeros resultados del estudio, en el que han participado diez equipos de investigación, fueron presentados en 2017. Los informes incluían datos sobre lo que le sucedió a Kelly, fisiológica y psicológicamente, mientras estaba en el espacio, y los compararon con los de su hermano, como sujeto de control en la Tierra. Ahora, los investigadores han corroborado los hallazgos de hace un año, con algunas novedades.
Al medir un gran número de metabolitos, citoquinas (proteínas responsables de la comunicación intercelular) y otras proteínas, los investigadores descubrieron que los vuelos espaciales se asocian con estrés por falta de oxígeno, aumento de la inflamación y cambios drásticos en los nutrientes que afectan la expresión génica.
Después de regresar a la Tierra, Scott comenzó el proceso de readaptación a la gravedad. La mayoría de los cambios biológicos que experimentó en el espacio volvieron rápidamente a casi su estado de verificación previa. Algunos cambios volvieron a la línea de base en cuestión de horas o días tras el aterrizaje, mientras que algunos persistieron después de seis meses.
Los telómeros de Scott (los extremos de los cromosomas que se acortan a medida que uno envejece) se volvieron significativamente más largos en el espacio. Si bien este hallazgo se presentó en 2017, el equipo ha verificado este cambio inesperado con múltiples ensayos y pruebas de genómica. Además, un nuevo hallazgo es que la mayoría de esos telómeros se acortaron tan solo dos días después del regreso de Scott a la Tierra.
El «gen espacial»
Otra de las novedades importantes alude a lo que algunos llaman el «gen espacial». Resulta que el 93% de los genes de Scott volvieron a la normalidad después del aterrizaje. Sin embargo, el 7% restante no lo hicieron, lo que apunta a posibles cambios a largo plazo. Se trata de genes relacionados con su sistema inmune, reparación de ADN, redes de formación ósea, hipoxia (deficiencia de oxígeno en el organismo) e hipercapnia (una elevación anormal en la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la sangre).
Pasar un año en el espacio no produjo disminuciones significativas en el rendimiento cognitivo de Scott durante el vuelo y en relación con su hermano gemelo Mark en tierra. Sin embargo, sí se percibió una disminución más pronunciada en la velocidad y la precisión tras el vuelo, posiblemente debido a la nueva exposición y ajuste a la gravedad de la Tierra, y el apretado calendario que tuvo que soportar Scott después de su misión.
El informe final sobre la salud del astronauta será dado a conocer a lo largo de este año por la NASA. Los investigadores también están evaluando el posible impacto que estos hallazgos tendrán en un futuro viaje espacial más allá de la órbita baja de la Tierra.
Fuente: ABC