Los científicos que buscan huellas de vida más allá de la Tierra, los astrobiólogos, han puesto su atención en las últimas décadas en el reseco y gélido terreno de Marte y en los océanos subterráneos de las lunas de Júpiter y Saturno. Pero quizás lo que buscaban estaba mucho más cerca. Este lunes, un equipo de investigadores ha confirmado el hallazgo de posibles huellas de vida en Venus, el planeta vecino con una atmósfera muy densa y temperaturas capaces de fundir el plomo. Todo indica que el rastro podría ser un tanto fétido.
«Cuando obtuvimos los primeros indicios de fosfina en el espectro de Venus, ¡fue un shock!», ha dicho en un comunicado la responsable del equipo, Jane Greaves, de la Universidad de Cardiff (Reino Unido), para referirse a la molécula que se interpreta como una posible huella de vida.
La fosfina es una molécula muy sencilla, compuesta por un átomo de fósforo unido a tres de hidrógeno, formando una pirámide, y cuya fórmula es PH3. Es incolora, inflamable y tóxica. Pero quizás lo que más llama su atención es su olor: suele estar acompañada de moléculas similares que le dan un penetrante aroma que está entre el ajo y el pescado podrido.
¿Vida en Venus?
Lo más interesante de esta molécula es que no hay ningún proceso geoquímico que la produzca en la Tierra: solo las fábricas o, sobre todo, los seres vivos, pueden sintetizarla. De hecho, se sabe que algunas bacterias anaeróbicas de la Tierra producen fosfina, cuando toman fosfato de los minerales o de la materia orgánica y le añaden hidrógeno.
Esta ilustración muestra la superficie y la atmósfera de Venus, así como las moléculas de fosfina. – ESO/M. Kornmesser/L. Calçada
«Resulta que en cualquier lugar donde no haya oxígeno, como ciénagas, marismas, sedimentos, intestinos o ventosidades, hay fosfina», explicó Clara Sousa-Silva, científica del MIT y directora de una investigación que en 2019 propuso a la fosfina como «biofirma», es decir, una señal que puede indicar la presencia de vida y que se puede detectar de forma remota.
De hecho, este estudio, publicado en Astrobiology en 2019, concluyó que si esta molécula se liberase a la atmósfera en las mismas cantidades en que el metano se libera en la Tierra, este gas generaría una huella que podría ser visible en los exoplanetas, en un radio de 16 años luz. Siempre y cuando, eso sí, se lance por fin el telescopio espacial James Webb.
Pero esto no quiere decir que la fosfina sea una huella de vida: Las sondas Voyager ya descubrieron hace décadas que hay fosfina en las atmósferas de Júpiter y Saturno, planetas gigantescos, gaseosos y gélidos.
Vivir por encima del infierno
Pero, en el caso de Venus, ¿sería posible que la fosfina delatase la presencia de vida? Es cierto que este planeta tiene temperaturas infernales y una atmósfera venenosa, casi puramente compuesta de dióxido de carbono, pero ya hace casi medio siglo que se ha especula con la posibilidad de que exista vida microbiana en las nubes altas de Venus, a una altura de unos 50-60 kilómetros.
Mientras que en la superficie las temperaturas pueden superar los 400ºC y las presiones ser 75 o incluso 100 veces superiores a las de la Tierra, en las alturas las temperaturas oscilan entre los 0 y los 30ºC, existe incluso vapor de agua en concentraciones bajas y la presión es similar a la terrestre.
La idea sería que podrían existir microbios flotando en la densa atmósfera, eso sí, sobre nubes de ácido sulfúrico y en un ambiente altamente ácido. Pero bastaría con que fueran tolerantes o resistentes a la acidez… Justo como ocurre con muchos organismos extremófilos en la Tierra, eso sí, a otra escala: mientras que en la Tierra estos organismos toleran concentraciones del 5% de ácido sulfúrico, en Venus las nubes están compuestas en un 90% por esta molécula.
El origen de la fosfina
Para intentar dilucidar el origen de la fosfina, los científicos estudiaron la posible contribución de fenómenos conocidos, como el vulcanismo, los rayos o la presencia de minerales de la superficie. Pero se observó que estas posibles fuentes no podían contribuir a la concentración de fosfina hallada, de alrededor de 20 partes por cada mil millones.
Sin embargo, según los investigadores, para producir esa cantidad de fosfina observada valdría con que los organismos terrestres trabajasen a solo el 10% de sus capacidades.
Pero todavía no hay que echar las campanas al vuelo. No solo porque para confirmar algo tan excepcional como que hay vida en Venus hacen falta pruebas excepcionales, sino también porque es posible que en este planeta ocurran procesos geoquímicos desconocidos que expliquen la presencia de esta molécula. Si recordamos el principio de la navaja de Occam, esta parece, con mucho, la explicación más plausible.
Una molécula con mucho futuro
De hecho, los autores han sugerido que la fosfina no es una evidencia lo suficientemente robusta de la presencia de vida microbiana, sino que más bien indica la existencia de procesos químicos y geológicos desconocidos en Venus.
Por tanto, habrá que hacer más estudios de la atmósfera venusina y esperar a las próximas misiones. De hecho, Rusia, India, la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) tienen en desarrollo proyectos que podrían lanzar esta misma década, como las misiones Venera-D, Orbiter, Veritas o Llise.
Mientras tanto, los científicos seguirán estudiando las biofirmas para preparar el terreno para los próximos observatorios espaciales, como el James Webb, y terrestres, como el Extremely Large Telescope o el Thirty Meters Telescope.
Es de esperar que los próximos años los científicos analicen febrilmente las atmósferas de los exoplanetas, planetas en la órbita de otras estrellas, para aprender sobre su naturaleza, diversidad y evolución. Así, poco a poco, se podrá identificar los lugares en los cuáles podría haber vida tal y como la conocemos. Venus parece un buen lugar para empezar la búsqueda.
Fuente: ABC