El nuevo observatorio será lanzado desde la Guayana Francesa el próximo otoño con el objetivo de observar las primeras galaxias y encontrar exoplanetas potencialmente habitables.
A la izquierda, los ‘Pilares de la creación’ captados por el telescopio Hubble. A la derecha, cómo verá la misma imagen el telescopio James Webb – NASA/ESA
Después de más de una década de retrasos, aumentos y recortes de presupuesto e incluso una pandemia, el telescopio espacial James Webb está muy cerca de su lanzamiento. Si todo sale según lo previsto, el observatorio espacial más ambicioso de la humanidad, con potencia para ver la luz de las primeras galaxias, se lanzará desde la Guayana Francesa en una fecha cercana al próximo 31 de octubre -hasta unas semanas antes no se podrá concretar el día exacto-. Será entonces cuando el apodado como ‘telescopio origami’ (por todos los componentes con la capacidad para plegarse y caber en el cohete Ariane 5) comience su viaje de 1,5 millones de kilómetros de la Tierra. Su objetivo: llegar mucho más allá de lo que pudo ver su predecesor, el Hubble, y observar la primera generación de estrellas y galaxias que se formaron en el universo temprano, así como estudiar la atmósfera de exoplanetas potencialmente habitables. La posibilidad de estudiar la infancia del Universo.
«Vamos a poder ver más lejos de lo que nunca imaginamos y nos enseñará de dónde venimos», ha afirmado en rueda de prensa online Günther Hasinger, director de Ciencia de la Agencia Espacial Europea (ESA), socio de la NASA, que junto con la Agencia Espacial Canadiense (CSA) son los tres miembros principales de la misión. «Ha habido una magnífica cooperación entre todos y trabajamos juntos para hacer este sueño realidad». Un sueño que se lleva desarrollando 25 años, en la misma década en la que se lanzó su antecesor, el telescopio espacial Hubble, y que tantas imágenes icónicas ha revelado del Universo.
Una de ellas, la instantánea conocida como ‘Pilares de la creación’, ha servido de ejemplo para ilustrar la enorme potencia de Webb frente al propio Hubble. Durante la rueda de prensa se ha mostrado la original, donde se puede ver un remolino brillante de polvo ascendente que, si bien es todo un espectáculo, ‘tapaba’ la visión de los astrónomos para saber qué había detrás de la nebulosa, que es una especie de ‘incubadora’ de estrellas. «Con Webb todo ese polvo se irá, revelando cientos y miles de estrellas recién nacidas que podremos contar e identificar, teniendo la imagen completa», explicaba Antonella Nota, científica del proyecto Webb de la ESA, refiriéndose a la reconstrucción de lo que podrá ver el nuevo y más avanzado telescopio espacial.
Otro ejemplo de cómo se vería la icónica imagen del espacio profundo del Hubble (izda.) y cómo la observaría el telescopio Webb (dcha.) – NASA / ESA
De 20 a 30 días ‘de terror’
Pero, antes de que Webb se ponga a escudriñar en nuestro pasado cósmico, aún quedan detalles ‘delicados’ que resolver, como el ‘empaquetado’ del observatorio dentro del cohete Ariane 5: el telescopio espacial deberá plegar su panel solar -del tamaño de una cancha de tenis- y parte de sus espejos -que suman 18 y que, montados, tienen 6,5 metros de diámetro- para caber en la cápsula de apenas 5,4 metros de diámetro del cohete. «El James Webb es una especie de ‘Transformer’», ha dicho Thomas Zurbuchen, administrador asociado de la Dirección de Misiones Científicas de la NASA, que ha resaltado la importancia de que «todo funcione a la perfección».
Foto reciente del telescopio James Webb donde se pueden apreciar sus 18 espejos recubiertos de oro que se pliegan para viajar en el Ariane 5 – ESA
Una vez despegue con éxito desde las instalaciones del Puerto Espacial de la ESA en Kuru (Guayana Francesa) en una ventana de lanzamiento que va desde el 31 de octubre hasta diciembre (no se revelará la fecha exacta hasta unas pocas semanas antes), comenzará la fase de ‘desembalado’, lo que llevará casi un mes. «Se dice del aterrizaje en Marte que hay ‘ 7 minutos de terror’. Aquí viviremos de 20 a 30 días en los que ninguno podremos dormir bien», ha asegurado Hasinger. Durante este tiempo se desplegará de nuevo la antena de comunicaciones, el parasol y, después, los demás componentes, incluidos los 18 espejos recubiertos de una fina lámina de oro.
Precisamente justo después de esta etapa, serán estos 18 reflectores los protagonistas: para que funcionen como un solo espejo y llegar a la resolución deseada, habrá que calibrarlos uno a uno, con una precisión de micras, tarea en la que se emplearán de cinco a seis meses. Una vez completados todos estos pasos, el James Webb comenzará a observar el Universo, trabajo que llevará a cabo al menos durante una década, hasta que se le acabe el combustible y termine perdido en el espacio exterior.
Sin opción a reparación espacial
Al contrario de lo que ocurrió con el Hubble, que fue recalibrado años después de su lanzamiento por misiones humanas, todo en el James Webb tiene que funcionar a la perfección. Desde el principio al fin. «No hay opción de enviar a nadie porque está mucho más lejos que el Hubble, además de que no fue diseñado para que sus piezas fueran reparables en el espacio», ha explicado Zurbuchen. «Es por ello que hemos realizado tantos test y pruebas y no lanzaremos hasta que estemos totalmente seguros de que no hay ningún fallo». Un cuarto de siglo después de que los primeros bocetos se esbozasen, el telescopio espacial James Webb está muy cerca de ser «un sueño cumplido».
Fuente: ABC