¿Están nevando copos de hierro en el núcleo de la Tierra?

Sugieren que granos metálicos y sólidos podrían llevar eones acumulándose sobre el núcleo interno del planeta.

El profundo interior de la Tierra es un misterio casi inaccesible cuyos «motores» alimentan los terremotos, volcanes y los movimientos de los continentes. Pero, gracias a las ondas sísmicas y otras observaciones, los científicos han podido concluir que en las entrañas del planeta existe un gran núcleo de hierro y níquel que gira y genera el campo magnético y que se encuentra a una temperatura de hasta 6.000 ºC. Además, se cree que existe un núcleo interno, sólido, y un núcleo externo, líquido.

Un grupo de investigadores ha presentado unos experimentos y unos modelos que apoyan la idea de que podría estar nevando en el núcleo de la Tierra. Basándose en datos sísmicos y en simulaciones, han sugerido que sobre el núcleo interno del planeta está cayendo una nevada en forma de copos de hierro procedentes del núcleo externo. Su investigación se ha publicado recientemente en « Journal of Geophysical Research: Solid Earth».

«Resulta raro pensar en algo así», ha dicho en un comunicado Nick Dygert, coautor del estudio e investigador de la Universidad de Tennessee (EEUU). «En el núcleo externo hay cristales nevando sobre el núcleo interno, recorriendo una distancia de varios cientos de kilómetros».

¿Por qué se ha llegado a una idea así? Desde hace años se ha observado que las ondas sísmicas se ralentizan en el interior de la Tierra, como si el núcleo estuviese cubierto de algo viscoso, y que no se frenan igual en todas partes: parece que esa cobertura viscosa es más gruesa en una parte del núcleo que en la otra.

Un barro hecho de hierro
El equipo de Dygert trató de explicar estas observaciones con modelos y experimentos. De esta forma, han sugerido que un barro hecho de una aleación de hierro podría explicar el comportamiento de los ecos de las ondas sísmicas. Esta es precisamente la idea del «núcleo cubierto de nieve» que propuso el geólogo ruso Stanislav Iosifovich Braginskii en los sesenta.

El equipo dirigido por Dygert ha mostrado que, en efecto, podría haber copos de hierro a esas profundidades: a pesar de las altas temperaturas y presiones, es posible la existencia de minerales compuestos de hierro, silicio y oxígeno cristalizando y solidificando.

Esto explicaría la ralentización observada en las ondas sísmicas. También daría una explicación al hecho de que el núcleo no sea una esfera perfecta: dado que la corteza del planeta tiene partes más gruesas y otras más finas, los flujos de calor no serán los mismos en todas direcciones y, quizás por ello, la «nieve de hierro» no se formará igual en todas partes.

Esto también lleva a los investigadores a preguntarse cómo era el núcleo en el pasado y cómo será el núcleo en el futuro, a medida que se acumule más nieve o esta llegue a agotarse.

Para Bruce Buffet, investigador en la Universidad de California en Berkeley (EEUU), este tipo de modelos es muy interesante para estudiar la evolución de los planetas rocosos: «Relacionar las predicciones con las observaciones anómalas nos permite hacer inferencias sobre el núcleo líquido y quizás conectar esta información con las condiciones que prevalecieron cuando el planeta se formó». Esto último, tal como subraya, «es un importante factor para explicar por qué la Tierra se convirtió en el planeta que conocemos».

Fuente: ABC

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