Astrofísicos encuentran evidencias de que un denso mundo del sistema Kepler 107 pudo formarse por una colisión con otro cuerpo.
La Luna se formó hace unos 4.500 millones de años en un choque brutal contra la Tierra de un objeto del tamaño de Marte llamado Theia. Los restos que salieron despedidos formaron una densa nube que, por las leyes de la gravedad, se unieron hasta dar forma a nuestro satélite natural tal y como lo conocemos. Eso dice la teoría más aceptada. Pues bien, por primera vez, un equipo internacional de astrónomos ha descubierto indicios de que un planeta extrasolar pudo haberse formado de la misma forma.
El mundo en cuestión, Kepler 107c, es uno de los cuatro que giran alrededor de una estrella un poco más grande y más cálida que el Sol situada a 1.714 años luz de la Tierra, en la constelación del Cisne. Utilizando datos del satélite Kepler, de la NASA, y del Telescopio Nazionale Galileo (TNG), instalado en el Observatorio del Roque de los Muchachos (Garafía, La Palma), el equipo determinó las características de la estrella y midió el radio y la masa de estos planetas. De esta forma, se dieron cuenta de que 107 c y b, los dos más cercanos a su estrella, tienen un radio similar pero sus masas son muy diferentes. De hecho, el c es tres veces más denso (12,6) que su compañero (5,3), según explican en la revista «Nature Astronomy».
Kepler 107c, cuyo «año» dura 7,9 días, es extraordinariamente denso, más del doble que la Tierra, lo que sugiere que su núcleo metálico, su parte más densa, representa una proporción anormalmente grande del planeta. El problema es que no es el más cercano a su estrella. La teoría de la foto-evaporación predice que el planeta más denso en un sistema debe ser también el más cercano. Y en el sistema Kepler, el más cercano es el b, que no tarda ni cinco días en dar una vuelta completa a su estrella. Es decir, el más cercano es la mitad de denso que el segundo, ¿cómo es posible?
Capas arrancadas
Los investigadores creen que Kepler 107c pudo haberse formado como resultado de un impacto gigantesco, al igual que nuestra Luna o, también en nuestro Sistema Solar, el «volcado» Urano y Mercurio. Este impacto habría arrancado sus capas externas aumentando así su denso núcleo central. Después de las pruebas realizadas con simulaciones, dicen los autores, esta hipótesis parece ser la más probable.
En apenas dos décadas, nuestro catálogo de mundos alrededor de otras estrellas ha ascendido ya a casi 4.000. Según los astrofísicos, este trabajo permitirá conocer mejor la formación y evolución de los sistemas planetarios. En particular, destaca la importancia de la sinergia entre la física estelar y la investigación de los exoplanetas. «Necesitamos conocer la estrella para conocer mejor el planeta que la orbita», afirma en un comunicado Savita Mathur, investigadora del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) en Tenerife y una de las autoras del artículo. «En este trabajo, realizamos un análisis sísmico para caracterizar los parámetros de la estrella que alberga el planeta. La astrosismología está jugando un papel clave en el campo de los exoplanetas, ya que ha demostrado ser uno de los mejores métodos para caracterizar con precisión las estrellas». Por ello, se ha convertido en uno de los principales métodos para caracterizar estrellas durante la última década y lo seguirá siendo en los años venideros, gracias a las misiones espaciales para el descubrimiento de exoplanetas TESS (NASA) y PLATO (ESA).
Fuente: ABC