Descubren lo que le puede estar ocurriendo a Betelgeuse, la estrella que va a explotar en el cielo

Los astrónomos han observado la superficie de este objeto, que está condenado a explotar en una supernova y a desaparecer de la constelación de Orión.

Superficie de Betelgeuse en enero de 2019 (izquierda) y diciembre (derecha). Se puede observar claramente su oscurecimiento – ESO/Miguel Montargès

Betelgeuse es una estrella tan enorme y luminosa que, a pesar de que está a 700 años luz, es una de las más brillantes del cielo. Realmente, es muy fácil de encontrar a simple vista: es un punto anaranjado y grueso que está suspendido en el hombro de la constelación de Orión, el cazador que apunta su arco hacia el oeste en el firmamento. Pero desde octubre de 2019 el brillo de Betelgeuse se ha reducido tres veces. Ésta es una estrella semivariable, lo que quiere decir que cambia su tamaño y su brillo cada cierto tiempo, pero nunca en los últimos 150 años ha experimentado un cambio así. Por eso, a medida que su luz se extinguía, los astrónomos se han lanzado a observarla y muchos han recordado que Betelgeuse es una estrella que está condenada a explotar en forma de supernova en algún momento entre hoy y los próximos 100.000 años. La explosión será tan violenta que iluminará las noches tanto como una Luna llena.

Pero, ¿qué le está ocurriendo ahora a Betelgeuse? ¿Tiene que ver la caída de brillo con que vaya a explotar? En diciembre y enero, el astrónomo Miguel Montargès, astrónomo del Observatorio de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), hizo unas observaciones de urgencia, con el «Very Large Telescope» (VLT), del Observatorio Europeo Austral (ESO), para ver la superficie de la estrella. Sus resultados se han publicado hoy mismo y muestran que la superficie ha experimentado un notable oscurecimiento, que sitúa su brillo en un 36% del normal, sobre todo en comparación con enero del año pasado. El astrónomo baraja dos posibles causas y se une a una mayoría de científicos que no creen que su explosión sea inminente.

«Los dos escenarios en los que estamos trabajando –ha explicado Montargès en un comunicado del Observatorio Europeo Austral (ESO)– son un enfriamiento de la superficie a causa de una actividad estelar excepcional, o bien una eyección de polvo en nuestra dirección».

Una estrella hinchada que se muere
Para entenderlo, hay que echarle un vistazo a la estrella. Nuestro Sol es hoy una esfera relativamente tranquila y estable, lo que se conoce como enana amarilla. Pero Betelgeuse es una estrella al final de su vida: una supergigante roja. Es un objeto hinchado y mil veces más amplio que el Sol, con unos límites mucho más difíciles de ver porque está expulsando una enorme cantidad de su gas al espacio circundante. En su día fue una gigante azul, pero después de haber consumido una buena parte de su combustible, lleva cientos de miles de años deshaciéndose.

«Las supergigantes rojas son conocidas por perder su material», ha explicado Montargès a este periódico. «Ese es, por cierto, el famoso polvo de estrellas del que estamos hechos. Pues bien, una estrella como Betelgeuse puede perder hasta el 60% de su masa a través del viento estelar. Quizás ahora, por casualidad, estemos viendo polvo expulsado en nuestra dirección por primera vez».

Los latidos de Betelgeuse
Aparte de que haya polvo tapando su luz, otra opción es que la luminosidad y la temperatura de la estrella hayan disminuido desde octubre. ¿Por qué ocurriría así? Betelgeuse es lo que se conoce como estrella semivariable, un objeto que se contrae y se expande de forma más o menos regular: en concreto, se ha observado un periodo principal, de unos 400 días, y otro secundario, de alrededor de 2.100.

Se cree que esto ocurre a causa de cambios en la «velocidad» de las reacciones de fusión nuclear que ocurren en su núcleo y como consecuencia de la presencia de lo que se conoce como «células convectivas». Estas células son regiones de casi el tamaño del Sol, que se forman a causa de cambios de densidad y temperatura (como ocurre en un caldero hirviendo) y que se mueven, se encogen y se hinchan, influyendo en los cambios de tamaño y luminosidad. Por cierto, el Sol también tiene sus propias células convectivas, pero mucho más pequeñas.

Corona de llamas
Las observaciones hechas por Miguel Montargès se han realizado en la parte visible de la luz, gracias al instrumento SPHERE, del VLT, situado en el Observatorio de Cerro Paranal, en Chile. Además, estas instalaciones han permitido observar otra parte de la estrella. Gracias al instrumento VISIR, astrónomos dirigidos por Pierre Kervella, científico del Observatorio de París, en Francia, han podido observar la luz infrarroja emitida por el polvo que rodea a la estrella. La imagen muestra una esfera negra (de la que no se tiene información con ese instrumento) que parece estar rodeada por una corona de llamas.

Estas observaciones no han sido sencillas. Betelgeuse es tan grande (es la segunda mayor en el cielo), que hay que reducir la cantidad el flujo de radiación con el que trabajan los telescopios. En este caso se ha usado un instrumento de óptica adaptativa (SPHERE) que ha permitido obtener una imagen directa de la estrella.

Entonces, ¿cuándo explotará?
Entonces, ¿cuándo va a estallar Betelgeuse? Tal como ha explicado a ABC Sylvia Ekström, astrónoma de la Universidad de Ginebra (Suiza) que trabaja en modelos para explicar la vida de este tipo de estrellas, se desconoce lo que está ocurriendo en el núcleo de Betelgeuse.

«Realmente, no sabemos en qué etapa está. Es posible que ahora esté «quemando» helio –uniendo estos átomos por medio de reacciones de fusión nuclear– pero podría estar quemando otras cosas, como carbono, neón o incluso oxígeno».

El hecho de que fusione unas cosas u otras indica cuánto tiempo le queda. Poco a poco, esta estrella irá fusionando átomos cada vez más pesados pero, al llegar al silicio, no habrá nada más para mantenerla viva. Se formará hierro en su núcleo y estallará en una violenta supernova, después de que Betelgeuse se derrumbe sobre sí misma. Nadie sabe cuándo ocurrirá, pero cuando lo veamos ya habrá pasado hace mucho: la luz de su explosión tardará unos 700 años en alcanzarnos a causa de la enorme distancia.

Fuente: ABC

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