Cómo los niños de una escuela inglesa descubrieron un secreto soviético durante la Guerra Fría

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La crisis de los misiles de Cuba había empujado al mundo al borde del apocalipsis nuclear y el hombre todavía no había dejado ninguna huella en la Luna, pero estaba muy cerca. Sin embargo, uno de los giros más peculiares de la Guerra Fría surgió a partir de una lección de física en un instituto provincial.
Y tuvo que ver con el efecto Doppler, que por lo general se explica por el cambio en el ruido de una sirena policial cuando se aproxima y pasa al oyente.
En 1966, a un profesor de ciencias en la escuela secundaria de Kettering, en Northamptonshire, Inglaterra, se le ocurrió otra forma de explicar este cambio en la frecuencia de la onda.
El nombre del maestro era Geoff Perry y estaba fascinado por los satélites espaciales.
Perry quería utilizar satélites para enseñar a sus alumnos sobre el efecto Doppler, dice uno de sus antiguos alumnos, Michael Sinnett.
«Quería demostrar la frecuencia del satélite, cuando se acercaba a la escuela, cuando pasaba sobre la escuela y cómo salió del área de la escuela, para mostrar cómo ha cambiado».
Con un receptor de la Segunda Guerra
Se necesitaba un equipo especializado para esto. Así fue como su colega y un entusiasta de la radio, Derek Slater, participó en el experimento.
Adquirieron por alrededor de 25 libras (unos US$40 si lo calculamos al cambio de hoy) un receptor de la Segunda Guerra Mundial CR 100 que perteneció al ejército, tomaron prestado un generador de señal y usaron un trozo de alambre estirado entre dos edificios escolares como antena.
El misil nuclear de la Guerra Fría que pulverizó satélites
El equipo se colocó el fondo del aula de física. Se esperaba que los alumnos entraran antes de las clases y durante la hora del almuerzo para registrar las diversas lecturas.
«Entonces nos percatamos de que un satélite fue lanzado, y que tenía una señal ligeramente diferente», cuenta Sinnett.
Armado con la información sobre la inclinación de la trayectoria del satélite en relación con el ecuador, trazaron la órbita de ese misterioso cuerpo sobre un viejo globo terráqueo, usando un trozo de alambre.
Así fue cómo establecieron con certeza que ese satélite no se había lanzado desde el lugar habitual en Baikonur, en Kazajstán.
Un segundo lanzamiento les permitió concentrarse en la fuente de esos nuevos satélites.
Con el tiempo descubrieron que se trataba de un sitio nuevo de lanzamientos, a más de 3.200 kilómetros de distancia, en Plesetsk, Rusia.
Los maestros y los alumnos estaban a punto de convertirse en noticia internacional.
Ni tan ultrasecreto
«Lo que comenzó como un simple experimento de física se convirtió en un acontecimiento mundial», dijo Sinnett.
El hallazgo de los estudiantes y maestros se produjo cuando Occidente estaba a la zaga en la carrera espacial con la Unión Soviética, señala el doctor Matt Grant, profesor de la Universidad de Essex.
«Fue una historia muy buena para las potencias occidentales», dice. «Convirtió en absurda la idea de que los soviéticos tenían un programa de satélites ultrasecreto”.
«Era un momento en que los soviéticos estaban a la vanguardia en ese tipo de tecnología. Había mucha ansiedad en Estados Unidos, donde el programa espacial tenía que ver con alcanzar a los soviéticos”.
«Y hay que recordar que esos satélites en el momento eran una tecnología sumamente avanzada. Esto habría sido recibido con júbilo en los Estados Unidos».
En la televisión
Perry le contó a una revista especializada y el periódico local sobre el descubrimiento. Al principio nadie parecía interesado.
Pero el 18 de abril de 1966, un equipo de televisión lo estaba esperando en el laboratorio de ciencias.
La existencia del sitio Plesetsk no fue admitida por la Unión Soviética durante otros 17 años.
En ese momento se reportó que los niños habían «vencido a los estadounidenses» en el descubrimiento del sitio.
Bob Christy, otro alumno que participó en el experimento, piensa que probablemente sabían de su existencia, pero el trabajo de la escuela provocó que la información se hiciera pública.
«No se trataba de estudiar el programa espacial ruso, se trataba de ayudar a los niños a entender el espacio», dijo.
La escuela secundaria Kettering ya cerró y ambos maestros han muerto. Sin embargo, el grupo que inspiraron –el Cosmos Kettering- funcionó durante casi 40 años y continuó haciendo descubrimientos.

Fuente: BBC

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