El Mesón de Fierro – Meteorito Chaco, Campo del Cielo, Argentina

 Por Oscar Alfredo Turone

 

El Gran Meteorito Chaco de 37 toneladas, el segundo más grande del mundo

El territorio del Chaco impuso duros tributos a quienes lo conquistaron.  Tierra de montes impenetrables, de esteros, fieras y aborígenes bravíos, no se rindió fácilmente a los españoles y posteriores inmigrantes europeos.   El lugar impuso a la llegada de los blancos, la potencia de una naturaleza indómita que jaqueó siempre a los desconocidos y protegió a sus dueños: los indios.  Tierra de los Guaycurúes  la bautizaron algunos conquistadores.  Provincia de los Payaguás, fue denominada por otros; Gran Chaco Gualamba terminaron por llamar los españoles a esa inmensa y misteriosa región.   

El primer europeo que la pisó fue Alejo García, náufrago de una de las naves de Solís que, en 1526 inauguró, posiblemente a su pesar, la extensa lista de los que peregrinaron por la región.                  
 
El Chaco fue tierra de expediciones.  Centenares de conquistadores, al frente de una tropa dura como las privaciones que soportaron, lo transitaron en todas las direcciones, buscando las nunca halladas Sierras de la Plata, intentando comunicarse con las tierras del Inca o, simplemente, haciendo la guerra al indio para quedarse con sus tierras.  Entre 1671 y 1810 Asunción del Paraguay fue punto de partida hacia el Gran Chaco de 77 expediciones.  Otras salieron de las actuales ciudades de Corrientes, Tucumán, Santa Fe y Santiago del Estero.  Muchos de sus integrantes jamás regresaron: quedaron tendidos, atravesados por las flechas de los indígenas.     
              
Fue gran sorpresa para los primeros sacerdotes de las Misiones Jesuíticas comprobar que en algunas culturas de la América india existían mitos similares a los del bíblico Diluvio Universal.  Los aborígenes guaraníes recuerdan aún la denominada Hecatombe del Agua,  llamada Iporú, de la que pocos hombres y animales se habían salvado, ubicándose en la copa de un árbol de gran porte.  Según los indios quechuas, existía un cerro que crecía a medida que las aguas subían y en el cual se refugiaron hombres y animales.
 
Entre las culturas primitivas del Chaco, en cambio, la destrucción de la Humanidad se habría producido mediante un fuego devastador.  El misionero jesuita Guevara registró el mito mocoví de la caída del Sol:  “Entonces fue como por todas partes corrieron inundaciones de fuego y llamas que todo lo abrazaron y consumieron: árboles, plantas, animales y hombres.  Poca gente mocoví, por repararse de los incendios, se abismaron en ríos y lagunas, y se convirtieron en caimanes y capiguarás.  Dos de ellos, marido y mujer, buscaron asilo en un altísimo árbol desde donde miraron correr ríos de fuego que inundaban la superficie de la Tierra; pero impensadamente se arrebató para arriba una llamarada que les chamuscó la cara y los convirtió en monos, de los cuales tuvo principio la especie de estos ridículos animales”.          
 
Pero para imaginar la grandiosidad de lo ocurrido en Campo del Cielo, hay que pensar en moles de gran volumen que cayeron acompañadas de miles de fragmentos menores, todo en estado incandescente.  Pudo haber ocurrido en minutos y tras el estrépito, el fragor de los bosques incendiados.  Así lo indican los restos carbonizados encontrados al buscar debajo de los meteoritos.  Pocas veces el hombre habrá sentido más cerca la inminencia del fin del mundo, del Apocalipsis.
 
La estudiosa Elena Lozano obtuvo de un informante de la tribu vilela la memoria de un fuego grande que quemó todo: “árboles, pájaros, todo.  Una pareja cavó un pozo donde, con la demás gente se protegieron del estrago.  Al concluir el fuego grande, el patriarca recomendó a los que salían que no miraran el suelo quemado.  Pero una muchacha lo hizo y se convirtió en guasuncho, otra se convirtió en nutria y se fue a la laguna.  Un viejo se hizo yacaré y una vieja gorda, loro.  El patriarca y su compañera, que cerraron los ojos al salir, procrearon dos hijos, varón y mujer, a los que autorizaron la unión conyugal para que haya gente otra vez”.    
 
El investigador chaqueño José Miranda Borelli, recogió versiones semejantes entre informantes de las tribus tobas y matacas; todas con la narración del holocausto y el refugio en la cueva del escarabajo.        
 
Los primeros españoles  que llegaron a Campo del Cielo escucharon estos relatos a los meleros (buscadores de miel silvestre), además comprobaron, en pequeñas batallas con los aborígenes, que ellos remataban sus lanzas y flechas con trozos de metal.  Dado que las rocas más cercanas estaban a más de 500 kilómetros de la región y que los naturales desconocían las técnicas metalúrgicas, el metal debía ser fruto de alguna razón desconocida. 

 Por Oscar Alfredo Turone

 

El Gran Meteorito Chaco de 37 toneladas, el segundo más grande del mundo

El territorio del Chaco impuso duros tributos a quienes lo conquistaron.  Tierra de montes impenetrables, de esteros, fieras y aborígenes bravíos, no se rindió fácilmente a los españoles y posteriores inmigrantes europeos.   El lugar impuso a la llegada de los blancos, la potencia de una naturaleza indómita que jaqueó siempre a los desconocidos y protegió a sus dueños: los indios.  Tierra de los Guaycurúes  la bautizaron algunos conquistadores.  Provincia de los Payaguás, fue denominada por otros; Gran Chaco Gualamba terminaron por llamar los españoles a esa inmensa y misteriosa región.   

El primer europeo que la pisó fue Alejo García, náufrago de una de las naves de Solís que, en 1526 inauguró, posiblemente a su pesar, la extensa lista de los que peregrinaron por la región.

El Chaco fue tierra de expediciones.  Centenares de conquistadores, al frente de una tropa dura como las privaciones que soportaron, lo transitaron en todas las direcciones, buscando las nunca halladas Sierras de la Plata, intentando comunicarse con las tierras del Inca o, simplemente, haciendo la guerra al indio para quedarse con sus tierras.  Entre 1671 y 1810 Asunción del Paraguay fue punto de partida hacia el Gran Chaco de 77 expediciones.  Otras salieron de las actuales ciudades de Corrientes, Tucumán, Santa Fe y Santiago del Estero.  Muchos de sus integrantes jamás regresaron: quedaron tendidos, atravesados por las flechas de los indígenas.

Fue gran sorpresa para los primeros sacerdotes de las Misiones Jesuíticas comprobar que en algunas culturas de la América india existían mitos similares a los del bíblico Diluvio Universal.  Los aborígenes guaraníes recuerdan aún la denominada Hecatombe del Agua,  llamada Iporú, de la que pocos hombres y animales se habían salvado, ubicándose en la copa de un árbol de gran porte.  Según los indios quechuas, existía un cerro que crecía a medida que las aguas subían y en el cual se refugiaron hombres y animales.

Entre las culturas primitivas del Chaco, en cambio, la destrucción de la Humanidad se habría producido mediante un fuego devastador.  El misionero jesuita Guevara registró el mito mocoví de la caída del Sol:  “Entonces fue como por todas partes corrieron inundaciones de fuego y llamas que todo lo abrazaron y consumieron: árboles, plantas, animales y hombres.  Poca gente mocoví, por repararse de los incendios, se abismaron en ríos y lagunas, y se convirtieron en caimanes y capiguarás.  Dos de ellos, marido y mujer, buscaron asilo en un altísimo árbol desde donde miraron correr ríos de fuego que inundaban la superficie de la Tierra; pero impensadamente se arrebató para arriba una llamarada que les chamuscó la cara y los convirtió en monos, de los cuales tuvo principio la especie de estos ridículos animales”.

Pero para imaginar la grandiosidad de lo ocurrido en Campo del Cielo, hay que pensar en moles de gran volumen que cayeron acompañadas de miles de fragmentos menores, todo en estado incandescente.  Pudo haber ocurrido en minutos y tras el estrépito, el fragor de los bosques incendiados.  Así lo indican los restos carbonizados encontrados al buscar debajo de los meteoritos.  Pocas veces el hombre habrá sentido más cerca la inminencia del fin del mundo, del Apocalipsis.

La estudiosa Elena Lozano obtuvo de un informante de la tribu vilela la memoria de un fuego grande que quemó todo: “árboles, pájaros, todo.  Una pareja cavó un pozo donde, con la demás gente se protegieron del estrago.  Al concluir el fuego grande, el patriarca recomendó a los que salían que no miraran el suelo quemado.  Pero una muchacha lo hizo y se convirtió en guasuncho, otra se convirtió en nutria y se fue a la laguna.  Un viejo se hizo yacaré y una vieja gorda, loro.  El patriarca y su compañera, que cerraron los ojos al salir, procrearon dos hijos, varón y mujer, a los que autorizaron la unión conyugal para que haya gente otra vez”.

El investigador chaqueño José Miranda Borelli, recogió versiones semejantes entre informantes de las tribus tobas y matacas; todas con la narración del holocausto y el refugio en la cueva del escarabajo.

Los primeros españoles  que llegaron a Campo del Cielo escucharon estos relatos a los meleros (buscadores de miel silvestre), además comprobaron, en pequeñas batallas con los aborígenes, que ellos remataban sus lanzas y flechas con trozos de metal.  Dado que las rocas más cercanas estaban a más de 500 kilómetros de la región y que los naturales desconocían las técnicas metalúrgicas, el metal debía ser fruto de alguna razón desconocida. 

 

Ubicación geográfica de Campo del Cielo en la Provincia de Chaco

Estos enigmas motivaron a Gonzalo de Abreu, gobernador del Tucumán, a organizar en 1576 una expedición desde el río Salado hacia el levante en busca de una supuesta mina de hierro sin explotar.  Comisionó entonces al capitán Hernán Mexía de Mirabal, quien entre Julio y Agosto de ese año, al atravesar la planicie de Otumpa vio un peñón de hierro que afloraba de la superficie como un raro monumento.   En sus alrededores recogió muestras que luego fueron analizadas por herreros.

El sacerdote jesuita Martín Dobrizhoffer, en su Crónica Misional, cuenta que escuchó en Santiago del Estero (antes de 1767) la versión de que “a ochenta leguas de la ciudad, hacia el Chaco, existe en alguna parte una mesa o un tronco de árbol que semeja al hierro, pero que bajo el resplandor del Sol reluce como plata”.

En 1774 el militar español Bartolomé Francisco Maguna, al frente de una guarnición de soldados y civiles,  se movilizó desde Santiago del Estero, y llegó hasta Campo del Cielo.  Allí encontró una gran barra o planchón al que denominó Mesón de Fierro, debido a su caprichosa forma.  Calculó que pesaba unas 25 toneladas.  Dos años después repitió la expedición y los fragmentos extraídos fueron analizados en Santiago del Estero, Lima y Madrid.

Luego de Maguna, en 1779, llegó hasta el lugar Francisco de Ibarra.  Melchor Miguel Costas, miembro de esa expedición, tomó las medidas de la masa: tenía 3,52 metros de largo, 1,85 de ancho y 1,19 de altura.

En 1783 se efectuó por orden del rey Carlos III de España la expedición del capitán de fragata Miguel Rubín de Celis.   Su objetivo fue precisar si el Mesón de Fierro era la parte superior de una montaña de hierro enterrada o, simplemente, se trataba de una piedra aislada.

La vida en el Universo

Por Raúl Roberto Podestá 

Gliese 581, uno de los exoplanetas más similares a la Tierra de todos los que se han detectado hasta hoy

Cuando hablamos de Astrobiología estamos diciendo algo de la vida en los cuerpos celestes estos son los planetas y satélites, partiendo de la Panspermia: Teoría antigua de la formación de vida, formulada por S. Arrhenius, según la cual los brotes vivos estarían en todas partes.
Solo con mirar hacia arriba en una noche estrellada nos invade un sobrecogimiento de admiración y soledad, comenzando casi inmediatamente los interrogantes, Somos los únicos? , y sino Como hablar con ellos?, Serán Inteligentes? Serán meros organismos o unidades biológicas sin inteligencia? .
La respuesta proviene al principio de suponer que debe haber en tan vasto Universo miles y quizás más de formas diferentes de vida, desde las más elementales formas o unidades biológicas hasta las más complejas, como nosotros o más.
Para hablar de formas inteligentes como nosotros o más debemos partir de supuestos probabilísticos e intentar cuantificar este supuesto: estamos hablando de la Ecuación de Frank Drake (Astrofísico Norteamericano), esta es:

Por Raúl Roberto Podestá 

Gliese 581, uno de los exoplanetas más similares a la Tierra de todos los que se han detectado hasta hoy

Cuando hablamos de Astrobiología estamos diciendo algo de la vida en los cuerpos celestes estos son los planetas y satélites, partiendo de la Panspermia: Teoría antigua de la formación de vida, formulada por S. Arrhenius, según la cual los brotes vivos estarían en todas partes.
Solo con mirar hacia arriba en una noche estrellada nos invade un sobrecogimiento de admiración y soledad, comenzando casi inmediatamente los interrogantes, Somos los únicos? , y sino Como hablar con ellos?, Serán Inteligentes? Serán meros organismos o unidades biológicas sin inteligencia? .
La respuesta proviene al principio de suponer que debe haber en tan vasto Universo miles y quizás más de formas diferentes de vida, desde las más elementales formas o unidades biológicas hasta las más complejas, como nosotros o más.
Para hablar de formas inteligentes como nosotros o más debemos partir de supuestos probabilísticos e intentar cuantificar este supuesto: estamos hablando de la Ecuación de Frank Drake (Astrofísico Norteamericano), esta es:

 

Las bacterias son los organismos más resistentes al medio espacial

N=N*fpnef1fifcfL donde: 
N = número de civilizaciones técnicas avanzadas en la Galaxia.
N* = número de Estrellas en la Galaxia
fp = fracción de Estrellas que tienen Sistemas Planetarios
ne = número de Planetas en un Sistema dado que son ecológicamente adecuados para la vida.
f1 = fracción de Planetas habitados en los que una forma de vida inteligente evoluciona.
fc = fracción de Planetas habitados por seres inteligentes en los que se desarrolla una civilización técnica comunicativa.
fL = fracción de una vida planetaria con una civilización técnica.
Como es fácil de observar todas las f tienen un valor entre 0 y 1, reduciendo la N final.
Estos siete factores son los cimientos que dan origen a los Proyectos de Búsqueda de Vida Inteligente como es el SETI , sin olvidarnos de  mencionar al Proyecto Ozma que era el Programa de Investigación de los Estados Unidos para la verificación Radioastronómica de Vida Inteligente sobre cuerpos celestes extraños.
Todo esto y además de posibles rastros de bacterias fosilizadas en meteoritos, me dan la pauta de que “La vida en el Universo se adapta al clima o los rigores del medio ambiente en donde por la fuerza misma de la Físico – Química Biológica lo realiza en forma espontánea” (Raúl Podestá).
"Galaxias por millones, Estrellas (Soles) por millones, Sistemas Planetarios por millones y Planetas por millones hacen de que la vida se dé por millones." Raúl Podestá.

Raúl Roberto Podestá (Presidente LIADA)

Búsqueda de genomas extraterrestres

 

El meteorito marciano que contiene posibles bacterias fosilizadas

Una nueva tecnología de detección y análisis genómicos podría constituir un paso adelante en un controvertido campo de estudio. Algunas hipótesis plantean la posibilidad de que las primeras formas de vida de la Tierra no se originasen aquí sino en otro astro.

Entre los astros candidatos, figurarían los cometas, a los que ya se atribuye una posible contribución a las condiciones de habitabilidad de la Tierra aportando agua y quizá algunos otros ingredientes básicos para la vida. Según esas hipótesis del origen extraterrestre de la vida de nuestro mundo, los cometas pudieron ser, en la infancia del sistema solar, ambientes aptos para una evolución química que condujese a la formación de microorganismos simples.

Otro candidato al origen de la vida terrestre es Marte, planeta vecino de la Tierra y el más parecido a ella de todos los del sistema solar.

Existe la posibilidad, en opinión de un sector de la comunidad científica, de que toda la vida en la Tierra descienda de organismos que se originaron en el planeta rojo y llegaron aquí a bordo de meteoritos. Si ese es el caso, un instrumento que está siendo desarrollado por investigadores del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), en Estados Unidos, y la Universidad de Harvard, en el mismo país, podría proporcionar las pruebas definitivas.

A fin de detectar señales de vida pasada o incluso actual en Marte, una prometedora estrategia para el caso de que la vida terrestre esté relacionada con la marciana sería buscar ADN o ARN, y específicamente, secuencias particulares de estas moléculas que son casi universales en todas las formas de vida terrestre. Ésta es la estrategia perseguida por Christopher Carr, Clarissa Lui y Maria Zuber del MIT, y Gary Ruvkun de la Universidad de Harvard, quienes idearon el instrumento y formaron el equipo inicial.

Lui ha presentado recientemente un resumen de las características técnicas básicas del instrumento en el que el grupo trabaja, un dispositivo que servirá para lo que se define como Búsqueda de Genomas ExtraTerrestres (SETG, por sus siglas en inglés). Así, a las sugerentes siglas científicas de SETI (Búsqueda de Inteligencias ExtraTerrestres) y de CETI (Comunicación con Inteligencias ExtraTerrestres), se les suman ahora las de SETG.

La idea subyacente en el concepto SETG se basa en varios hechos que ya han sido comprobados en los últimos años.

En primer lugar, en la infancia del sistema planetario, los climas de Marte y la Tierra eran mucho más similares de lo que son ahora, hasta el punto de que las formas de vida que poseyera uno de ambos planetas, muy probablemente habrían podido sobrevivir en el otro.

 

El meteorito marciano que contiene posibles bacterias fosilizadas

Una nueva tecnología de detección y análisis genómicos podría constituir un paso adelante en un controvertido campo de estudio. Algunas hipótesis plantean la posibilidad de que las primeras formas de vida de la Tierra no se originasen aquí sino en otro astro.

Entre los astros candidatos, figurarían los cometas, a los que ya se atribuye una posible contribución a las condiciones de habitabilidad de la Tierra aportando agua y quizá algunos otros ingredientes básicos para la vida. Según esas hipótesis del origen extraterrestre de la vida de nuestro mundo, los cometas pudieron ser, en la infancia del sistema solar, ambientes aptos para una evolución química que condujese a la formación de microorganismos simples.

Otro candidato al origen de la vida terrestre es Marte, planeta vecino de la Tierra y el más parecido a ella de todos los del sistema solar.

Existe la posibilidad, en opinión de un sector de la comunidad científica, de que toda la vida en la Tierra descienda de organismos que se originaron en el planeta rojo y llegaron aquí a bordo de meteoritos. Si ese es el caso, un instrumento que está siendo desarrollado por investigadores del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), en Estados Unidos, y la Universidad de Harvard, en el mismo país, podría proporcionar las pruebas definitivas.

A fin de detectar señales de vida pasada o incluso actual en Marte, una prometedora estrategia para el caso de que la vida terrestre esté relacionada con la marciana sería buscar ADN o ARN, y específicamente, secuencias particulares de estas moléculas que son casi universales en todas las formas de vida terrestre. Ésta es la estrategia perseguida por Christopher Carr, Clarissa Lui y Maria Zuber del MIT, y Gary Ruvkun de la Universidad de Harvard, quienes idearon el instrumento y formaron el equipo inicial.

Lui ha presentado recientemente un resumen de las características técnicas básicas del instrumento en el que el grupo trabaja, un dispositivo que servirá para lo que se define como Búsqueda de Genomas ExtraTerrestres (SETG, por sus siglas en inglés). Así, a las sugerentes siglas científicas de SETI (Búsqueda de Inteligencias ExtraTerrestres) y de CETI (Comunicación con Inteligencias ExtraTerrestres), se les suman ahora las de SETG.

La idea subyacente en el concepto SETG se basa en varios hechos que ya han sido comprobados en los últimos años.

En primer lugar, en la infancia del sistema planetario, los climas de Marte y la Tierra eran mucho más similares de lo que son ahora, hasta el punto de que las formas de vida que poseyera uno de ambos planetas, muy probablemente habrían podido sobrevivir en el otro.

 

Recorrido del meteorito marciano hasta la Tierra

En segundo lugar, se estima que han viajado desde Marte a la Tierra, mil millones de toneladas de roca. Estos fragmentos se desprendieron del planeta rojo por el impacto de asteroides, y, después de recorrer el espacio interplanetario, acabaron estrellándose en la superficie de la Tierra.

En tercer lugar, los microbios han demostrado ser capaces de sobrevivir al efecto inicial de los impactos de esa clase, y hay algunas pruebas de que también podrían sobrevivir los miles de años transcurridos durante la travesía por el espacio interplanetario antes de llegar a otro mundo. De entre las diversas investigaciones que lo respaldan, cabe citar, por ejemplo, las realizadas por Wayne Nicholson, astrobiólogo de la Universidad de Florida que ha colaborado con la NASA y de quien en 2008 ya tuvimos oportunidad de informar desde NCYT sobre su labor.

Así que los diversos pasos necesarios para que la vida comience en un planeta y se propague al planeta vecino, son todos plausibles.

De esas dos rutas interplanetarias posibles para la vida, desde la Tierra hasta Marte, y de Marte a la Tierra, ésta última es la más probable, dado que la dinámica orbital muestra que es aproximadamente 100 veces más fácil para las rocas viajar de Marte a la Tierra que hacer la ruta inversa.

Por lo tanto, si se formó vida microbiana en Marte, ésta pudo viajar a la Tierra y coexistir con la autóctona o incluso ser la única aquí presente.  Podríamos, por tanto, ser descendientes de microbios marcianos.

Si provenimos biológicamente de Marte, realizar allí investigaciones geoquímicas (y eventualmente biogeoquímicas) podría revelarnos muchas cosas esenciales sobre las primeras formas de vida existentes en la Tierra, y su punto de partida evolutivo en ella.

Las huellas biológicas de las primeras formas de vida que existieron en la Tierra se borraron de ella hace mucho tiempo. Sin embargo, si esos organismos descendían de formas de vida marciana, las condiciones imperantes en el planeta rojo sí pueden haber preservado hasta nuestros días huellas de sus ancestros.

El dispositivo diseñado por los investigadores del MIT y la Universidad de Harvard podría tomar muestras del suelo marciano y aislar cualquier microbio vivo que pueda estar presente, o bien vestigios microbianos siempre y cuando se hayan conservado lo bastante bien como para contener todavía ADN o ARN viables.

 

Un bólido es un fragmento de un cuerpo celeste (planeta, asteroide, luna o cometa) que se quema al ingresar en la atmósfera terrestre

A continuación, el aparato separaría el eventual material genético para utilizar técnicas bioquímicas estándar de secuenciación genética.

Además, este método es también capaz de detectar cualquier contaminación biológica en Marte que haya sido llevada por alguna nave terrestre, lo que permitiría, en teoría, evitar falsos hallazgos de vida marciana autóctona. Por supuesto, el sitio del hallazgo se tomaría muy en cuenta. Hallar microbios asombrosamente parecidos a los terrestres en las inmediaciones del lugar de aterrizaje de una vieja sonda interplanetaria y bajo unos pocos centímetros de arena apuntaría claramente a que son terrestres y llegaron a Marte traídos por la nave. El mismo hallazgo en una muestra extraída a mayor profundidad en el subsuelo de una zona más prístina podría indicar que se trata de vida autóctona emparentada con la terrestre.

Por supuesto, ante cualquier eventual hallazgo de microbios vivos en Marte, la polémica sobre su origen estará servida.

No hace muchos años, los escépticos de la posibilidad de vida fuera de la Tierra habrían tildado a los científicos del equipo de Clarissa Lui de cazafantasmas, pero las últimas misiones de exploración de Marte han demostrado claramente que el planeta rojo tuvo agua abundante en el pasado y que también poseyó muchas de las otras condiciones que se creen necesarias para sustentar la vida.

De hecho, aunque actualmente la superficie de Marte es demasiado fría y seca para sustentar formas de vida conocidas, hay indicios de que puede haber agua líquida en el subsuelo, incluso a poca profundidad.

Por tanto, el mejor lugar para buscar vida en Marte, es el subsuelo.

Debido a esto, el nuevo dispositivo para investigaciones SETG puede tomar una muestra del subsuelo marciano con la ayuda de un vehículo robótico equipado con un taladro, y procesarla para aislar cualquier posible organismo, amplificar su ADN o ARN utilizando las mismas técnicas que los forenses utilizan para pruebas de ADN en la Tierra, y, a continuación, valerse de marcadores bioquímicos para buscar signos de secuencias genéticas particulares, que son casi universales entre todas las formas de vida conocidas.

Los investigadores estiman que podría tomar dos años más completar el diseño y la fase de pruebas de un prototipo del dispositivo SETG.

Día de la Astronomía Argentina

Cuando Domingo Faustino Sarmiento fue Presidente de la Nación inauguró en Córdoba, el primer Observatorio Astronómico de nuestro país. Esto sucedió el 24 de octubre de 1871 y a partir de ahí es la fecha en que se celebra el día de la astronomía argentina.Pocos años después, el 22 de noviembre de 1883, la ciudad de La Plata fundaba su propio observatorio astronómico que este año cumple 125 años de vida.

La astronomía se dicta a nivel universitario en las Universidades Nacionales de La Plata, Córdoba y San Juan donde también se hace investigación. El Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) y el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE) son algunos de los sitios argentinos donde la astronomía tiene cabida. El Complejo Astronómico El Leoncito (CASLEO) posee el telescopio más importante de nuestro país y depende de las tres universidades citadas y del CONICET .

Los astrónomos argentinos son partícipes de múltiples programas de investigación que los vinculan con  grupos de otros países y con el acceso y uso de telescopios, instrumentos, satélites y proyectos internacionales en esta área.

Cuando Domingo Faustino Sarmiento fue Presidente de la Nación inauguró en Córdoba, el primer Observatorio Astronómico de nuestro país. Esto sucedió el 24 de octubre de 1871 y a partir de ahí es la fecha en que se celebra el día de la astronomía argentina. Pocos años después, el 22 de noviembre de 1883, la ciudad de La Plata fundaba su propio observatorio astronómico que este año cumple 125 años de vida.

La astronomía se dicta a nivel universitario en las Universidades Nacionales de La Plata, Córdoba y San Juan donde también se hace investigación. El Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) y el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE) son algunos de los sitios argentinos donde la astronomía tiene cabida. El Complejo Astronómico El Leoncito (CASLEO) posee el telescopio más importante de nuestro país y depende de las tres universidades citadas y del CONICET .

Los astrónomos argentinos son partícipes de múltiples programas de investigación que los vinculan con  grupos de otros países y con el acceso y uso de telescopios, instrumentos, satélites y proyectos internacionales en esta área.

Las estrellas del Sur para el mundo
Cuando Domingo Faustino Sarmiento fue embajador en Estados Unidos, conoció a Benjamin Apthorp Gould, astrónomo norteamericano y que luego sería el primer director del Observatorio Nacional de Córdoba. Cada uno desde sus convicciones y anhelos sembró las semillas de la astronomía en nuestro país. Un país moderno deseaba Sarmiento; catalogar las estrellas del hemisferio Sur hasta entonces no registradas, impulsaba a Gould a aceptar venir a estas tierras lejanas.

Durante poco más de una década, astrónomos de todo el mundo recibieron los datos registrados en el Observatorio Nacional Argentino (como se lo llamaba por entonces) en publicaciones como:

«Uranometría argentina» (1879). Recibió la medalla de Oro de la Royal Astronomical Society en 1883, «Catálogo de las zonas estelares» (1884) con más de 70.000 estrellas,»Catálogo general argentino de 1886″, con más de 30.000 estrellas.

Gould también incorporó la fotografía astronómica. Poco después de su muerte, ocurrida en 1896, se editaría «Fotografías cordobesas».

Gould inició gestiones para que se desarrollara un programa de  observaciones meteorológicas, lo cual culminó en 1872, con la creación de la Oficina Meteorológica Argentina, predecesora del actual Servicio Meteorológico Nacional. Fue su director y la sede estuvo en el Observatorio Astronómico de Córdoba.

En 1885 Gould se despidió de la Argentina para regresar a su país:»Usted señor Sarmiento me ha atribuido el honor de haber hecho algo en pro de este país querido. Permítame contestar que es usted y el país que han hecho todo para mí… usted ha sabido, lo que era el colmo de mi ambición, conseguir la oportunidad de estudiar el cielo austral».

Por su parte, Sarmiento le respondió que «recién ahora, y como movidos por el impulso dado desde el Observatorio de Córdoba, se habla en Europa de adoptar y generalizar el mismo procedimiento, aplicado con brillo doce años entre nosotros. Por el mismo método quedan fijadas las posiciones relativas de estrellas dobles, no sólo entre sí mismas, sino con relación al meridiano celeste. Desde que se emite la idea de que el movimiento es la ley universal, aun en las estrellas, se comprende de cuánta magnitud pueden ser los resultados de la fotografía celeste».

Fuente: http://www.fcaglp.unlp.edu.ar/extension%20y%20difusion/boletin-de-noticias-1/boletin-de-noticias-254/dia-de-la-astronomia-argentina/image/image_view_fullscreen

El Misterio de la Lluvia Roja en Kerala: ¿Primera evidencia de Panspermia?

 Por Mariano Andrés Peter

“La naturaleza de la vida en la Tierra y la búsqueda de vida en otras partes, son dos aspectos de la misma pregunta, la búsqueda de lo que somos”.
Carl Sagan

Habitante de Kerala caminado bajo la misteriosa lluvia roja en 2001

Panspermia es un término de origen griego que significa literalmente “semillas por todas partes” Fue justamente en la antigua Grecia donde el filósofo Anaxágoras habló por primera vez de la posibilidad de que la vida en la Tierra tuviera su origen en las ignotas profundidades del cosmos.
Actualmente la teoría de panspermia tiene tres variantes: La panspermia planetaria, la panspermia estelar y la panspermia dirigida.
La primera sostiene la idea de que la vida llego a la Tierra en forma de bacterias ocultas en el interior de los meteoritos procedentes de planetas como Marte, que tuvo condiciones similares a las de nuestro planeta hace más de 4 mil millones de años.
La segunda variante afirma que la vida pudo llegar a bordo de cometas provenientes de otros sistemas planetarios.
Y finalmente, la panspermia dirigida propone que una civilización extraterrestre pudo enviar deliberadamente cápsulas con microorganismos a distintos planetas con la esperanza de sembrar la vida en la galaxia.
En las últimas décadas la teoría de panspermia ha cobrado fuerza debido a ciertos hallazgos que siguen siendo objeto de debate entre los científicos hasta el día de hoy.

 Por Mariano Andrés Peter

“La naturaleza de la vida en la Tierra y la búsqueda de vida en otras partes, son dos aspectos de la misma pregunta, la búsqueda de lo que somos”.
Carl Sagan

Habitante de Kerala caminado bajo la misteriosa lluvia roja en 2001

Panspermia es un término de origen griego que significa literalmente “semillas por todas partes” Fue justamente en la antigua Grecia donde el filósofo Anaxágoras habló por primera vez de la posibilidad de que la vida en la Tierra tuviera su origen en las ignotas profundidades del cosmos.
Actualmente la teoría de panspermia tiene tres variantes: La panspermia planetaria, la panspermia estelar y la panspermia dirigida.
La primera sostiene la idea de que la vida llego a la Tierra en forma de bacterias ocultas en el interior de los meteoritos procedentes de planetas como Marte, que tuvo condiciones similares a las de nuestro planeta hace más de 4 mil millones de años.
La segunda variante afirma que la vida pudo llegar a bordo de cometas provenientes de otros sistemas planetarios.
Y finalmente, la panspermia dirigida propone que una civilización extraterrestre pudo enviar deliberadamente cápsulas con microorganismos a distintos planetas con la esperanza de sembrar la vida en la galaxia.
En las últimas décadas la teoría de panspermia ha cobrado fuerza debido a ciertos hallazgos que siguen siendo objeto de debate entre los científicos hasta el día de hoy.

 

Charco de agua roja formado luego de la lluvia

El descubrimiento de las arqueas, bacterias que son virtualmente inmortales por que pueden soportar condiciones de temperatura, presión, acidez y radiación extremas lo que les permitiría realizar viajes de larga duración por el espacio, o la presencia de posibles fósiles de bacterias en el interior de meteoritos marcianos son algunos de los hallazgos científicos que han dado nuevo impulso a la panspermia.
Pero la evidencia más firme a favor de esta teoría es probablemente la misteriosa lluvia roja caída en la ciudad de Kerala, al sur de la India entre los meses de Julio y Septiembre de 2001.
Una lluvia de color rojo sangre y de consistencia espesa se precipito sobre esta parte de la India,  manchando las prendas de los habitantes y secando las hojas de algunas plantas.

 

Recolección de muestras para el estudio

Al principio se pensó que la lluvia contenía partículas de polvo procedentes del desierto de Arabia, pero pronto se descarto completamente esa hipótesis. El físico Godfrey Louis de la Universidad de Cochin de Ciencia y Tecnología recogió varias muestras para analizarlas a través del microscopio  y descubrió que el agua no contenía partículas de polvo o arena, para su asombro contenía algo mucho más impactante, células rojas.
Estas células eran muy similares a los microbios terrestres pero no contenían ADN.
Louis sugirió que estas células podrían ser de origen extraterrestre, lo que despertó más de una sonrisa de escepticismo en la comunidad científica. No obstante, la idea fue publicada en la revista Astrophysics and Space en 2006.
Para Louis las células halladas en el agua de lluvia no pueden ser de origen terrestre debido a que no poseen ADN. Los glóbulos rojos son una posibilidad pero deberían haberse destruido rápidamente al contacto con el agua de lluvia. Además estas células presentaban pared celular mucho más gruesa que la observada en los glóbulos rojos.

Un meteoro ingresando a la atmósfera 

Una explicación extraordinaria sugiere que un meteoro (es decir, un fragmento de material desprendido de otro cuerpo celeste como un asteroide o cometa) se haya desintegrado al contacto con la alta atmósfera dispersando microorganismos que luego se mezclaron con las nubes que finalmente se precipitaron como lluvia roja.
Informes recavados en Kerala y en otras comunidades del sur de India afirman que fue escuchado un sonido similar al de un objeto rompiendo la barrera del sonido, lo cual es consistente con el ingreso a la atmósfera de un cuerpo espacial.
Para los escépticos la explicación más plausible es la de la expulsión terrestre de algas u hongos en modo de esporas o células, acumulándose en la estratosfera hasta caer en forma de lluvia. Esta teoría puede ser creíble porque los tornados o pequeños ciclones son capaces de elevar hasta las nubes lechos de algas sin demasiada complejidad. Las leyendas de lluvias de ranas o peces no son más que esto, ciclones vaciando pequeñas charcas y todo su contenido. Ahora bien, existen pequeños inconvenientes o contradicciones contra esta teoría, primero, se calcula que cayeron unas cincuenta toneladas de estas partículas desde el cielo, lo cual es una cantidad bastante desorbitada para tratarse de un pequeño ciclón y no se tiene noticia de grandes ciclones en aquellas fechas y aquel lugar.

  

Las enigmáticas células rojas