Por Gustavo Blettler

Los egipcios, como casi todos los pueblos, utilizaron en los albores de su civilización un calendario lunar. Seguir el movimiento de la luna a través del cielo y sus cambios es fácil, pues la luna cambia de forma regular y visible; solo debemos contar los días que pasan desde el momento en que la luna cambia de fase (por ejemplo el tiempo transcurrido entre una luna nueva y la siguiente). Esta operación nos dará como resultado un año de 360 días (12 lunas X 30 días).
El problema es que las estaciones, los momentos óptimos para la siembra, las crecidas del río Nilo y los tiempos de navegación dependen del ciclo solar, no del lunar; por tanto si utilizamos un calendario lunar, este será fácil de utilizar pero no tendrá la precisión del calendario solar y rápidamente quedará desfasado.

