La estrella parecía aumentar de repente su brillo para volver a oscurecerse después, en un ciclo repetitivo y que desconcertaba a los astrónomos.
En verano de 2016, los astrónomos quedaron perplejos ante el extraño comportamiento de la estrella Gaia16aye, a 2.500 años luz de distancia. Situada en la constelación del Cisne, la estrella en cuestión pareció cobrar vida de repente, como si estuviera a punto de estallar como supernova. Pero al día siguiente, y de forma inexplicable, la estrella volvió a la normalidad. Sin explosiones, sin alborotos, como si nada hubiera sucedido. Después de solo algunas semanas, todo el ciclo se repitió: Gaia16aye volvió a iluminarse de golpe, para atenuarse de nuevo al día siguiente. A lo largo del año y medio siguiente, el mismo patrón se repitió en otras cinco ocasiones en un periodo de 500 días.
«Se trataba de un comportamiento muy inusual -afirma Łukasz Wyrzykowski, el astrónomo que estudió la extraña estrella desde el Observatorio de la Unversidad de Varsovia-. Ningún tipo de supernova ni de estrella hace algo parecido».
Ahora, sin embargo, el misterio parece haberse resuelto. Al frente de un equipo de más de 150 investigadores, en efecto, Wyrzykowski acaba de publicar la solución del enigma en un artículo aparecido hace apenas unos días en Astronomy and Astrophysics. Y resulta que Gaia16aye nunca hizo nada fuera de lo que es normal para una estrella de su clase. Sus inexplicables cambios de brillos se debían… a un espejismo.
Lupa cósmica
Más concretamente, explican los autores de la investigación, parece que una estrella binaria (dos estrellas que se orbitan mutuamente) se entrometió en las observaciones, deformando el espacio tiempo entre ellas justo en la línea de visión de los científicos que estudiaban Gaia16aye. En otras palabras, las dos intrusas crearon un campo de «lupas cósmicas» que amplificaban la luz de Gaia16aye cada vez que la estrella pasaba detrás de ellas. Se da, además, la circunstancia de que la pareja de estrellas intrusas no resulta visible desde la Tierra.
Este efecto de magnificación estelar, causado por objetos muy masivos que doblan el espacio tiempo a su alrededor, se conoce como «lente gravitacional» y fue predicho hace ya un siglo por Einstein en su teoría de la Relatividad General. Desde entonces, los científicos han utilizado profusamente el fenómeno para observar «más de cerca» algunas de las estrellas, galaxias u objetos más antiguos y distantes del Universo. Pero el mismo efecto también es capaz de revelar detalles y propiedades de objetos poco brillantes que estén mucho más cerca de nosotros.
En el caso concreto de Gaia16aye, podríamos decir que la pareja binaria está «jugando» con su aspecto. Y si bien el dúo estelar responsable resulta totalmente invisible para nosotros, la fuerza y la frecuencia de sus lentes gravitacionales permitieron a los investigadores hacer «ingeniería inversa» y determinar, como afirma Przemek Mróz, coautor del estudio, «básicamente todo» sobre ellas.
Microlentes gravitacionales
Los investigadores concluyeron que para poder magnificar el brillo de Gaia16aye durante todo un día, la pareja binaria de estrellas debe estar creando no solo uno, sino múltiples puntos de aumento (algo que se conoce como «microlentes gravitacionales»). Lo cual indica que, con toda probabilidad, las «culpables» son una pareja de pequeñas enanas rojas con masas de 0,57 y 0,36 veces la de nuestro Sol, y separadas entre sí aproximadamente por 300 millones de km, el doble de la distancia que hay entre la Tierra y el Sol.
Pero si microlentes gravitatorias como estas son capaces de revelar la presencia de estrellas invisibles, también podrían hacer lo mismo con otros fenómenos cósmicos aún más raros y misteriosos. Como por ejemplo, escriben los científicos, los agujeros negros, que solo resultan visibles cuando «escupen» materia cercana o emiten chorros de luz desde sus polos. De hecho, la Vía Láctea, nuestra galaxia, podría estar repleta de millones de agujeros negros aislados, demasiado lejos de estrellas a las que poder devorar, actividad que suele revelar su presencia. Pero si, por su propia gravedad, un agujero negro crea un efecto de lente que distorsiona la luz detrás de él, los astrónomos podrían descubrirlo igualmente, «trabajando hacia atrás» hasta revelar su auténtica naturaleza.
Fuente: ABC
Asombroso como se va deduciendo cada vez mas entendible. Gracias tecnología y científicos q persisten en las observaciones y en las hipótesis a pesar del cansancio y la incertidumbre, a pesar q muchos no lo logran pues el tiempo humano despreciable con respecto a los misterios cosmicos.