Usando datos proporcionados por el observatorio espacial Spitzer, diseñado para obsevar el Universo en la región del infrarrojo, junto con observaciones hechas por telescopios en Tierra, el equipo internacional liderado por el astrónomo belga Michael Gillon, ha anunciado el hallazgo de 7 nuevos planetas de tamaño similar a la Tierra orbitando una llamada Trappist-1.
Este anuncio es de gran relevancia para la comunidad científica, ya que por primera vez en 14 años desde el lanzamiento del obsevatorio Spitzer, se ha podido detectar con gran detalle la presencia de planetas similares a la Tierra orbitando otra estrella. Este hallazgo toma un tinte bastante interesante en términos de las nuevas posibilidades que abre el futuro lanzamiento del Spitzer 2 que podría aumentar significativamente la cantidad de hallazgos de planetas de este estilo.
Estos 7 planetas tienen periodos orbitales diferentes. Esto les da a los astrónomos la información necesaria para determinar con un alto grado de precisión la distancia a la que estos planetas orbitan la estrella que los alberga. Con estas dos variables, periodo de traslación y distancia, es posible calcular la masa, es decir, la cantidad de material que contiene cada planeta. Gracias a estos cálculos, se pudo determinar que sus tamaños son muy parecidos a los del planeta Tierra y por consiguiente sus densidades también son similares. Esto último es clave, ya que con esta información se podría tener una idea sobre la estructura interna de dichos planetas, su composición (es decir, de qué están hechos) y la composición de la atmósfera en caso de que llegue a tener una.
En los planetas rocosos, los procesos geodinámicos, geológicos y atmosféricos están dominados por la actividad interna y su interacción con el medio estelar. Al final se trata de un equilibrio entre lo que el planeta pueda proveer en términos de energía interna y sostenibilidad a largo plazo de su atmósfera, junto con condiciones benéficas otorgadas por la estrella tales como: cantidad de radiación y equilibrio gravitacional. Esto último está íntimamente relacionado con la zona de habitabilidad, es decir, qué tan lejos se encuentra el planeta en cuestión respecto a su estrella (lo cual varía dependiendo del tipo de estrella) y si es un sistema planetario con una sola estrella o varias (sistemas estelares binarios, etc.)
Debido a que la estrella Trappist-1 es mucho más pequeña en tamaño que nuestro Sol, su zona de habitabilidad se encuentra mucho más cerca de su estrella de lo que nuestra zona de habitabilidad está del Sol. Esto, de cierta forma, hace que el descubrimiento anunciado este miércoles tenga un mérito muy grande, ya que debido a la poca luminosidad de Trappist-1 y a la distancia a la que se encuentra (39 años luz), es bastante complicado detectar planetas tan pequeños.
Por medio de la técnica conocida como espectroscopía de transmisión, es posible detectar atmósferas ricas en hidrógeno y helio. Esta técnica consiste en estudiar la luz de la estrella que atraviesa la atmósfera del planeta estudiado. Durante esta interacción, parte de la energía de la radiación es absorbida por dicha atmósfera. La energía restante que llega a los instrumentos ubicados en los telescopios es analizada por los científicos que son capaces de graficar el radio del planeta en cuestión en función de la longitud de onda transmitida. Con esta información se puede tener una idea de qué elementos que la componen.
Aún no se tiene certeza de si estos planetas tienen agua líquida en su superficie, ya que para soportar dicha afirmación hace falta realizar observaciones con una mayor resolución y obtener datos que, de manera indirecta, provean evidencia sólida que permita aseverar dicho enunciado.
Vale la pena destacar que aún es demasiado temprano para asegurar que estos planetas puedan albergar algún tipo de vida y mucho menos aún asegurar que esté presente en dichos planetas. Sin embargo, el descubrimiento de estos 7 planetas abre varias puertas para que futuros científicos planetarios y astrobiólogos puedan estudiar con mayor detalle estos cuerpos.
Aún no sabemos si estamos solos en el universo o no, lo cual me lleva a parafrasear al astrofísico Carl Sagan: Sin importar si hay vida en otros planetas o no, en cualquiera de los dos casos la conclusión es asombrosa.
Por David Tovar: M.Sc. Geología Planetaria. Codirector Grupo de Ciencias Planetarias y Astrobiología GCPA – Universidad Nacional de Colombia.
Fuente: El Tiempo