Base Clavius

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En el ranking de los cráteres lunares, Clavius es el tercero por su tamaño, con un diámetro de nada menos que 225 kms. De hecho, hay quien llama “circos” a los cráteres que no poseen un pico central, en tal caso, Clavius sería un circo o una “walled plain”, o llanura amurallada. Es un cráter muy atractivo para observar, al punto que se destaca en una zona plagada de cráteres como es la zona sur de nuestro satélite.

En la imagen que comentamos el cráter comienza a ser iluminado por la luz solar. Las zonas más brillantes son las más altas: los bordes de los cráteres secundarios Clavius C y Clavius D en el centro del cráter principal y el borde oeste de éste, así como el borde oeste del cráter Rutherford, el cráter de 52 kms. de diámetro superpuesto a Clavius en el sur.

Le da un toque misterioso a Clavius el juego de sombras debido a su extraordinaria profundidad, sus muros alcanzan los 5.000 metros de altura. Desde la Tierra vemos un conjunto de alturas y profundidades, pero quien se encontrara dentro de las profundidades de los 225 kilómetros de diámetro de Clavius no podría saber que está en un cráter, como mucho podría observar parte de las alturas que lo circundan pero no percatarse de que estás lo rodean.

Es muy antiguo, anterior a la formación de los grandes mares de la cara visible de la Luna.

El nombre de este auténtico mundo subterráneo evocará entre los amantes del cine de Stanley Kubrick y de Arthur C. Clarke el recuerdo de “2001-Una odisea espacial”, pues allí se enclavaba la “Base Clavius”, el lugar al que llega el protagonista y desde el cual comenzará el viaje lunar que iniciará la trama de la historia, buscando la anomalía magnética que será un monolito de origen desconocido.

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Así describe Clarke nuestro cráter, con un par de pequeños errores:

“Clavius, de 240 kms de diámetro, es el segundo cráter, por su tamaño, de la cara visible de la Luna, y se encuentra en el centro de las cordilleras del Sur. Es muy viejo; eras de vulcanismo y de bombardeo del espacio han cubierto de cicatrices sus paredes y marcado de viruelas el suelo. Pero desde la última era de formación del cráter, cuando los restos del cinturón de asteroides estaban aún cañoneando los planetas interiores, había conocido paz durante quinientos mil años.

La “Base Clavius” es el primer paso del hombre en la Luna:

“Ahora había nuevas y extrañas agitaciones sobre su superficie, y bajo ella, el hombre estaba estableciendo su primera cabeza de puente en la Luna. En caso de emergencia, la Base Clavius podía bastarse por entero a sí misma. Todas las necesidades de la vida eran producidas por las rocas locales, una vez trituradas, calentadas y sometidas a un proceso químico. Y si uno sabía donde buscarlos, podía hallarse en el interior de la Luna hidrógeno, oxígeno, carbono, nitrógeno, fósforo… y la mayoría de los demás elementos.

La Base era un sistema cerrado, como un modelo a escala reducida de la propia Tierra, reproduciendo el ciclo de todos los elementos químicos de la vida. La atmósfera era purificada en un vasto «invernadero»; un amplio espacio circular enterrado justamente bajo la superficie lunar. Bajo resplandecientes lámparas por la noche, y con filtrada luz solar de día, crecían hectáreas de vigorosas plantas verdes en una atmósfera cálida y húmeda, eran mutaciones especiales, destinadas al objeto expreso de saturar el aire de oxígeno y proveer alimentos como subproducto.

(…)

Los mil cien hombres y seiscientas mujeres que componían el personal de la Base eran bien formados científicos y técnicos, cuidadosamente seleccionados antes de su partida de la Tierra. Aunque la existencia lunar se encontraba ya virtualmente exenta de las penalidades, desventajas y ocasionales peligros de los primeros días, resultaba aún exigente psicológicamente, y no recomendable para quien sufriera de claustrofobia. Debido a lo costoso que resultaba y al consumo de tiempo que requería el trazar una amplia base subterránea en roca sólida o lava compacta, el normativo «módulo de estancia» para una persona era una habitación de sólo dos metros de ancho, por cuatro de largo y tres de alto.

(…)

Con su complejo de talleres, despachos, almacenes, centro computador, generadores, garaje, cocina, laboratorios y plantas para el proceso de alimentos, la Base Clavius era en sí un mundo en miniatura. E irónicamente, muchos de los hábiles e ingeniosos artificios empleados para construir este imperio subterráneo, fueron desarrollados durante la media centuria de la Guerra Fría. Cualquiera que hubiese trabajado en un endurecido e insensible emplazamiento de misiles, se habría encontrado en Clavius como en su propia casa. Aquí en la Luna había los mismos artilugios y los mismos ingenios de la vida subterránea, y de protección contra un ambiente hostil; pero habían sido cambiados para el objetivo de la paz. Al cabo de diez mil años, el hombre había hallado al fin algo tan excitante como la guerra”.

(Traducción de Antonio Ribera. Editorial Orbis, 1968).

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