Sobre nuestras cabezas, en órbita en torno a la Tierra, hay más de 200.000 piezas que el hombre ha puesto ahí arriba y qu ocasionalmente pierden altura y se precipitan sobre nosotros.
La mayoría de las ocasiones se trata de pequeños fragmentos de satélites o naves que se han desprendido en algún momento, tuercas que se le escaparon a alguno de los astronautas que han construído la Estación Espacial Internacional… pedazitos de basura espacial de 10 centímetros o más que pululan por ahí arriba y que el día que pierden su órbita caen incinerándose en la reentrada para que luego nosotros pidamos un deseo al ver la “estrella fugaz” que ocasionan.
Sobre nuestras cabezas, en órbita en torno a la Tierra, hay más de 200.000 piezas que el hombre ha puesto ahí arriba y qu ocasionalmente pierden altura y se precipitan sobre nosotros.
La mayoría de las ocasiones se trata de pequeños fragmentos de satélites o naves que se han desprendido en algún momento, tuercas que se le escaparon a alguno de los astronautas que han construído la Estación Espacial Internacional… pedazitos de basura espacial de 10 centímetros o más que pululan por ahí arriba y que el día que pierden su órbita caen incinerándose en la reentrada para que luego nosotros pidamos un deseo al ver la “estrella fugaz” que ocasionan.
Pero en esta ocasión podría hacerse cierta esa amenaza que era lo único que hacía temblar de miedo a un galo, aquello de que “el cielo se desplome sobre nuestras cabezas“. Si no el cielo entero, al menos un cacho gordo. Hablamos de la amenaza que representa la caída del satélite UARS, de 6.500 kilos de peso. Este no se va a hacer carbonilla en la reentrada. Y aún hay más.
UARS es el acrónimo en inglés de Satélite para la Investigación de la Atmósfera Superior.
Su misión era medir los niveles de ozono y otros compuestos químicos en las capas superiores de la atmósfera y fue puesto en órbita por el añorado Transbordador Espacial. Ha estado en servicio entre 1991 y 2005 y desde entonces está el pobre ahí, flotando a la deriva. Y tampoco es para olvidarse de él porque son 6.500 kilos de metal con 5 metros de longitud… con riesgo de caer sobre nuestras cabezas.
Así que el mes que viene se le va a someter a una caída controlada en la que supuestamente la mayor parte de su estructura sucumbirá a las altas temperaturas ocasionadas por la fricción en la reentrada a la atmósfera pero pueden quedar fragmentos que resistan. Por el momento la NASA no ha podido concretar en qué zonas del planeta podrían caer esas piezas, pero la idea es que lo hagan en alguna zona no habitada, preferiblemente en el mar, porque recordemos que a pesar de llamarse Tierra nuestro planeta tiene la mayor parte de su superficie ocupada por agua.
Fuente: NASA / Discovery News