Los innumerables retos tecnológicos y para la salud humana que supone el ambicioso objetivo de la NASA programado para 2033.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó el lunes su primera directiva sobre política del espacio con una orden clara que no se encontraba en los planes impulsados por su antecesor, Barack Obama, hace siete años. Quiere que los astronautas de la NASA vuelvan a la Luna, pero no solo para dejar pisadas y banderas, sino para sentar las bases de un viaje aún más ambicioso: la llegada del ser humano a Marte. El apasionante objetivo está programado para el año 2033, aunque debe ser la agencia espacial estadounidense la que fije finalmente los plazos. Se trata de un plan ambicioso y apasionante sí, la hazaña del milenio, ¿pero es posible?
Viajar a Marte, situado a unos 225 millones de kilómetros, supone un sin fin de retos a nivel tecnológico, económico y de la salud de los humanos que se atrevan a semejante aventura. La NASA tiene muchos frentes abiertos en cuanto a la definición de la misión: cuál será su duración (que se estima en tres o cuatro años), cómo se llegará hasta allí y cuáles serán las metas una vez establecidos. Incluso se ha debatido si llevar robots en vez de humanos, pero en este punto la agencia no parece tener dudas, ya que cree que las sensaciones y experiencias humanas no pueden ser reemplazadas por las de una máquina.
La NASA ya ha probado el clásico motor de 12 millones de caballos, llamado RS-25, que podría impulsar el núcleo central del nuevo Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS), la futura lanzadera que podría utilizarse para llevar a los astronautas a Marte. El vehículo Orion es, en principio, el elegido para viajes de largo recorrido, con posibles colaboraciones con el sector privado. La idea es que el primer vuelo de Orion, este sin tripulación, se produzca en 2018, en un viaje de ida y vuelta hasta más allá de la Luna durante tres semanas. Será el primer ensayo.
También la iniciativa privada ha puesto sus ojos en el Planeta rojo. El magnate Elon Musk, fundador y director ejecutivo de Space X, presentaba recientemente su ambicioso plan para enviar humanos a partir de 2024. Para ello, trabaja en el diseño de un complejo sistema de naves de carga y de pasajeros, las BFR, unos aparatos de 50 metros de largo capaces de transportar a 100 personas y reutilizables como si de aviones comerciales se tratase.
Pero un viaje tan largo está lleno de problemas, como el de las provisiones. No se puede empaquetar todo lo necesario (harán falta 3.000 kilos de comida por persona), y los astronautas tendrían que desarrollar sus propios sistemas de cultivo, con la precaución de que no produzcan demasiado oxígeno o acaben contaminados. Los exploradores espaciales también deberán ser lo más autónomos posibles, ya que mientras un tripulante de la Estación Espacial Internacional (ISS) puede tardar dos o tres horas en volver a la Tierra si hay un problema, desde el Planeta rojo se tardarían meses o años.
Demencia crónica
Uno de los aspectos más peligrosos del viaje es el de los problemas de salud que pueden sufrir los astronautas, como estar sometidos a altísimas dosis de radiación de partículas provenientes del espacio durante el trayecto y una vez en el planeta. Un estudio publicado en la revista Science en 2013 advertía de que la exposición acumulada en un viaje de ida y vuelta, sin contar con la estancia, equivaldría a hacerse 33.000 radiografías. Si además se queda unos 500 días, decía otro informe, equivaldría a haberse sometido a 50.000. Otro estudio de la Universidad de California Irvine (UCI) publicado en 2016, señalaba algo aún más alarmante: la posibilidad de sufrir demencia crónica. Quizás, a su regreso, los protagonistas ni se acordarían del viaje. Los daños psicológicos causados por el aislamiento, el estrés y la ansiedad también debe ser tenidos en cuenta.
Otro estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), presentado hace algunos años en el Congreso Internacional de Astronáutica, mostraba un panorama desolador: aseguraba que los colonos asentados en Marte morirían por asfixia en menos de 70 días. Eso sí, el estudio desgranaba las incertidumbres técnicas no de la propuesta de la NASA, sino de Mars One, la misión organizada por una fundación holandesa para enviar, en una década y sin retorno, a seres humanos a Marte. El plan tuvo una gran atención mediática, pero ha sido prácticamente ignorado por la comunidad científica. Pese a todo, miles de personas se apuntaron, incluidos algunos españoles.
¿Dónde vivirán?
El sueño final es establecerse y fundar colonias, una misión que podría extenderse dos o tres años. Pero poner un pie allí y encima quedarse puede ser desolador. Los futuros colonos se encontrarán con un desierto frío, seco, polvoriento, constantemente bombardeado por los rayos cósmicos y con una atmósfera irrespirable. Lo primero que habría que hacer es construir un hábitat que proteja y aísle. La NASA propone una especie de iglú ligero y fácil de transportar para ser enviado desde la Tierra. Y claro, también habría que dedicarse a labores agrícolas en el lugar más árido posible. Científicos ya han hecho crecer verduras y cereales seguros para el consumo humano en suelo simulado de Marte. Entre ellos, las socorridas patatas. Otras ideas más atrevidas hablan incluso de
En cuanto a cómo lo pasarían estos atrevidos pioneros, distintos experimentos se realizan de cara a esta gesta. Por ejemplo, uno reciente llevado a cabo en un volcán de Hawái, donde seis investigadores han pasado ocho meses aislados, con poco espacio y comiendo comida deshidratada, para comprender los efectos psicológicos a largo plazo y los conflictos sociales que aparecerían en esas misiones tripuladas. Los retos de la vida en Marte serán múltiples, pero primero hay que llegar hasta allí. Y eso, si hay dinero.
Llegar a Marte en unos días
Algunos científicos plantean propuestas alternativas, todavía más teóricas que reales, como aprovechar el poder de la luz para reducir el tiempo del viaje a Marte en solo unos días gracias a la propulsión fotónica, una técnica que utiliza luz de láser para impulsar naves espaciales. Es una tecnología en desarrollo limitada a pequeñas sondas, pero físicos de la Universidad de California en Santa Bárbara cree que algún día puede convertirse en un sistema de propulsión para grandes naves, incluso tripuladas. Otro concepto para un motor sin combustible es el EM Drive de la NASA que, según sus defensores podría llevar a los seres humanos a Marte en tan solo diez semanas. Crea empuje por el rebote de microondas alrededor de una cámara cerrada y solo utiliza energía solar.
Fuente: ABC