Astrónomos han captado varias estrellas supervivientes a explosiones de supernova que se consideraban letales. Están hinchadas y viajan por la Vía Láctea a enormes velocidades, catapultadas por estas supernovas.
Las estrellas son inmensos orbes de plasma confinados por potentísimos campos magnéticos y gravitacionales. En su interior, late un fuego aparentemente incansable alimentado por reacciones de fusión nuclear, que calientan su corazón hasta los millones de grados centígrados, y que fabrican muchos de los elementos químicos que forman planetas y seres vivos. Pero las estrellas se agotan y queman todo su combustible. Cuando eso ocurre, y si pesan más que ocho veces el Sol, se derrumban sobre sí mismas y generan una explosión de supernova, (de tipos Ib, Ic o II): de su núcleo colapsado nace un agujero negro o una estrella de neutrones. Si son más pequeñas (por encima de 1,44 masas solares), y si pueden robarle el gas a otra estrella compañera, estallan en supernovas más pequeñas (de tipo Ia), que desgarran por completo la estrella que las originó, dispersando su cuerpo por la galaxia.
En 2017, un artículo publicado en Science reveló la existencia de una extraña enana blanca viajando por la Vía Láctea a gran velocidad. Su luz reveló que no tenía la composición típica de las enanas blancas, oxígeno y carbono, sino que estaba compuesta en gran medida de neón. Esto, y su elevada velocidad, hacían pensar que, de alguna forma, su cuerpo había sobrevivido a una supernova, y que se trataba de un peculiar «zombi» astrofísico, sobreviviente a una explosión que debería de haberla volatilizado. Ahora, una investigación enviada a publicar a Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, y elaborada por astrónomos de la Universidad de Erlangen y Boston, ha detectado dos más de estas extrañas enanas blancas aparentemente capaces de sobrevivir a su muerte.
«Necesitábamos algunas pruebas extra para poder confirmarlo», ha dicho en Scientific American J.J. Hermes, coautor del estudio e investigador en la Universidad de Boston. Este científico, junto al astrónomo Roberto Raddi, asegura haber proporcionado pruebas de que, en efecto, estas estrellas son capaces de desafiar a la muerte y que recorren la Vía Láctea a una velocidad endiablada. El estudio, además, proporciona alguna luz sobre las extrañas explosiones que las generaron: las supernovas de tipo Iax.
Historia de una explosión
La historia de estas estrellas comenzó hace millones de años, cuando una enana blanca estaba «bailando un vals» en la órbita de otra estrella más brillante. Durante eones, la pequeña le fue robando gas a su hermana mayor. Pero cuando hubo «engordado» lo suficiente y alcanzado una masa crítica, saltó por los aires, brillando, durante un momento, más que todas las estrellas de la Vía Láctea juntas. Pero, en vez de la habitual desaparición ( aquí puedes ver un breve vídeo de cómo ocurre), la estrellas estudiadas en este caso no se volatilizaron.
Los datos del observatorio espacial Gaia, de la Agencia Espacial Europea, han mostrado que estas estrellas están hinchadas, que tienen masas pequeñas y que viajan a altas velocidades, en direcciones que, o bien las sacarán de la galaxia, o bien que van en sentido contraria al del resto de estrellas, lo que apunta, sin duda, a algún evento traumático pasado. Su huella espectral (una especie de huella dactilar de su luz) muestra que son ricas en neón, magnesio, sodio y aluminio. En definitiva, todo esto encaja con una situación en la que estas estrellas estallaron pero que, en vez de desaparecer, solo perdieron sus capas externas.
¿Cómo pudo ocurrir esto? Los astrónomos creen que el truco está en que la supernova arrancó de una «burbuja» en el interior de estos objetos. La idea es que estas burbujas, en las que las estrellas estaban creando átomos de carbono, se calentaron tanto que pudieron surgir del interior y romper la superficie en menos de un segundo, echando al espacio las entrañas de la estrella y acelerándolas como si fuese un descomunal mecanismo de propulsión a chorro.
Esto sería fantástico si no fuera porque los astrónomos no han detectado ni un gramo de carbono en estas estrellas: «Esta es la última pieza del puzzle que no encaja», ha dicho en Scientific American Anthony Piro, astrónomo en los Observatorios Carnegie. «La naturaleza está siempre llena de sopresas. Siempre hay una pieza que falta en el puzzle».
A pesar de todo, muchos astrónomos están convencidos de que este escenario encaja con un tipo de supernova descubierto en 2002: las supernovas de tipo Iax. Estas son como las de tipo Ia, pero menos brillantes, más efímeras y más lentas. «A grandes rasgos esto se parece definitivamente a una enana blanca que tuvo algún tipo de fusión explosiva en su interior», ha sugerido en American Scientist Saurabh Jha, astrónomo en la Universidad de Rutgers no implicado en este estudio.
Lo más interesante es que, a diferencia de lo que ocurre con los remamentes de las supernovas, que normalmente se estudian en galaxias vecinas, en esta ocasión los astrónomos pueden observar un puñado de estrellas que estallaron hace apenas unos cuantos millones de años y que están mucho más cerca, como si se tratase de accesibles fósiles de dinosaruio.
Gracias a eso se puede aprender más sobre la nucleosíntesis de los elementos químicos. Este es el proceso de fabricación de átomos pesados a partir de átomos ligeros por medio de la fusión nuclear, o bien a partir de choques de estrellas de neutrones o explosiones de supernova, que crean el oro del interior de la Tierra o el hierro de la sangre.
Los astrónomos sospechan que el observatorio Gaia les permitirá detectar más supervivientes «zombi» de supernovas próximamente. Esto impulsará un campo muy interesante para la astrofísica y el estudio de la materia.
Fuente: ABC