El 20 de julio de 1969, unos pocos minutos antes de las 10 pm, hora de Houston, las estaciones de televisión de todo el mundo interrumpieron su programación para dar la histórica noticia.
«En vivo desde la Luna» aparece en pantalla y la imagen parpadea para mostrar una escalera de metal con un polvoriento paisaje monocromático como fondo.
Una bota aparece en escena cuando un astronauta intenta mantener el equilibrio. Luego salta fuera del cuadro.
La cámara gira lentamente para ofrecer una magníficamente desolada vista de escombros, lomas y cráteres.
La voz del astronauta no se distingue mientras salta unos metros alejándose de la sonda espacial y lo vemos sacando una bandera de su traje espacial que planta en el suelo lunar.
Dando un paso atrás, el primer hombre sobre la Luna envía un saludo. La hoz y el martillo parecen ondear en el vacío.
Esa realidad alterna de una expedición lunar soviética no es tan improbable como quizás imaginas.
Hace poco, se cumplieron 50 años de un evento que, en ese momento, sugería que Moscú podría haberse adelantado a poner un hombre sobre la Luna.
El 3 febrero de 1966, una nave espacial rusa, Luna 9, logró el primer alunizaje «suave» sobre el satélite natural de la Tierra.
La misión constituyó una maravilla de ingeniería que ayudó a responder cuestiones fundamentales sobre la superficie lunar y allanó el camino para las primeras misiones tripuladas.
Primero lo primero
«A mediados de la década de los 60, tanto los estadounidenses como los soviéticos intentaban llegar a la Luna», dice Doug Millard, curador del Museo de Ciencias de Londres, que actualmente muestra una colección no antes vista de artefactos espaciales soviéticos.
«Antes de poner un hombre en la Luna había que colocar una nave robótica. Tendemos a olvidar los éxitos del lado soviético».
De unos tres metros de altura, Luna 9 tenía una base cuadrada con cuatro patas, muy parecida a la sonda del Apolo.
Y encima de la base un cilindro vertical coronado con un domo ovoide, asemejándose a los pétalos cerrados de una flor.
«Esa parte era la sonda en sí misma,» explica Millard.
«Cuando estaba uno o dos metros por encima de la superficie, se separaba y desplegaba cuatro pétalos, enderezándose sola como un juguete de niño. Era algo realmente muy inteligente».
Momento «histórico»
En vez de simplemente anunciar el alunizaje en el «Océano de las Tormentas» el 3 de febrero, los planificadores de la misión soviética decidieron adoptar un enfoque más sutil para darle publicidad global.
«Las imágenes que fueron enviadas de vuelta a la Tierra estaban en una frecuencia que podía recogerse rápidamente, algo que, supongo, fue bastante deliberado», dice Millard.
«El radiotelescopio Jodrell Bank las recibió y fueron transmitidas por todo el mundo».
Para los lectores de periódicos de la época, era una prueba de que los soviéticos estaban camino a derrotar a los estadounidenses en la carrera espacial.
El eminente radioastrónomo británico Bernard Lovell describió para la BBC el alunizaje como «un histórico momento», agregando que se trataba «del logro final necesario para colocar un hombre sobre la Luna».
Además de enviar de vuelta nueve imágenes, la misión resolvió una cuestión muy problemática para los planificadores en ambos lados de la Cortina de Hierro.
Y es que se temía que la superficie lunar estuviese cubierta de una especie de polvorienta «arena movediza» profunda que haría que cualquier sonda se hundiera.
Luna 9 demostró que el suelo era sólido, un hecho que ayudó a los soviéticos y a los estadounidenses a seguir adelante con las misiones tripuladas.
El perfil de vuelo para poder colocar un cosmonauta sobre la Luna era similar al plan estadounidense para el programa Apolo.
Ambas incluían un cohete gigante para colocar la nave espacial en órbita alrededor de la Luna.
Apolo, con tripulación de tres astronautas, tenía un túnel que conectaba el módulo de comando y el de descenso Lunar.
En el diseño soviético solo uno de los dos cosmonautas de la tripulación se dirigiría hasta el módulo de descenso para bajar a la superficie.
Robot guía
El plan soviético tenía, sin embargo, varios dispositivos de seguridad ausentes en el programa Apolo.
El modulo de descenso no solo contenía un motor de repuesto, sino que además el programa contemplaba el envío a la Luna de un módulo no tripulado con antelación.
El candidato soviético obvio para el alunizaje sería Alexei Leonov, quien había realizado la primera caminata espacial.
«Se hubiese utilizado en caso de que fallara el modulo de Leonov», apunta Millard.
«Un robot explorador se lanzaría antes del alunizaje como guía. Podría también ser utilizado en caso de emergencia para que el cosmonauta se dirigiera hasta el modulo de repuesto y pudiera regresar a salvo a la Tierra».
Se trataba de un plan ambicioso y bien pensado, y el modulo lunar pasó con éxito una prueba, no tripulada, en la órbita de la Tierra.
Aproximadamente del tamaño de un automóvil pequeño, el primer vehículo Lunar robótico, Lunokhold 1, llegó a la superficie Lunar en 1970.
Desafortunadamente para el programa espacial soviético, el cohete N1 necesario para llevar a Leonov hasta la Luna nunca completó un lanzamiento exitoso.
De 105 metros, altura similar al del Saturno 5 estadounidense, solo su primera fase contenía 30 motores.
Terminado después de la prematura muerte del jefe de diseños de cohetes soviéticos, Sergei Korolev, la puesta en marcha del Proyecto N1 fue apresurada y los motores nunca fueron probados completamente sobre el suelo antes del primer lanzamiento en febrero de 1969.
Los cuatro intentos de lanzarlo terminaron en fracasos. Ya para la fecha del último, 1972, la carrera para colocar un hombre sobre la Luna estaba más que perdida, aunque el programa Lunar soviético no fue oficialmente suspendido hasta 1974.
Lo que no debe olvidarse, sin embargo, es que los soviéticos llegaron primero a la Luna con sondas robóticas.
Y en enero de 1973, unas pocas semanas después de que Gene Cernan dejara las últimas huellas sobre la Luna, el segundo Lunokhold soviético comenzó una misión de cuatro meses recorriendo la superficie Lunar y enviando fotografías de alta resolución de vuelta a la Tierra.
Y si el programa de cohetes N1 hubiese comenzado unos años antes, ciertamente Alexei Leonov pudiera haber sido el primer hombre sobre la Luna.
En todo caso, apunta Miliard, algunas personas no lo habrían creído. «La bandera habría sido distinta, pero igualmente se hubiese tambaleado porque cuando tocas una bandera sobre la Luna no deja de moverse de un lado a otro».
«Y seguramente habrían surgido las mismas teorías conspirativas».
Fuente: BBC