Desde hace décadas nos vienen prometiendo una base en la Luna. Pusimos un pie, y se quedó en eso, una huella en nuestro satélite natural.
En lo que sí nos hemos vuelto expertos es en orbitar la Tierra a bordo de la Estación Espacial Internacional.
Sin embargo, de un tiempo aquí, cada vez son más las iniciativas estatales y privadas que no sólo anuncian un regreso a la Luna, sino ambiciosos planes de colonización.
China planea alunizar en el lado oscuro de la Luna en 2018, mientras que Rusia anunció que para el 2031 pondrá un pie allí.
Estados Unidos no se ha pronunciado como gobierno. Aunque en julio de este año le dio permiso a la empresa privada Moon Express para ir a la Luna y más recientemente la NASA hizo un llamado a empresas privadas para que envíen sugerencias sobre experimentos que se puedan hacer allá arriba.
¿A qué se debe tanto interés?
Para el especialista en aeromecánica de la universidad de Texas en Austin, Leon Vanstone, la principal razón sigue siendo la misma que en la Guerra Fría: poder.
«Debemos recordar que fueron los rusos (entonces Unión Soviética) los primeros en poner a un hombre en el espacio -ellos quería militarizar el espacio- por lo que Estados Unidos se apresuró y puso a un hombre en la Luna», le dijo a BBC Mundo.
Esta demostración de poder costó millones de dólares, y las entonces potencias -continúa Vanstone- se dieron cuenta que lo mejor para todos era realizar iniciativas conjuntas en las que se compartieran tanto costos como responsabilidades (como sucede ahora en la Estación Espacial Internacional).
Pero el tablero geopolítico ha cambiado.
China está creciendo como una potencia espacial, Estados Unidos ya no tiene el shuttle -por lo que depende de los rusos para seguir adelante su programa espacial- y, según la experta en leyes espaciales Jill Stuart, «hay tensiones entre EE.UU. y Rusia».
«Así que siempre hay una política complicada por detrás», de dijo a BBC Mundo.
Además, a diferencia de la mayoría de las agencias espaciales del mundo, como la NASA (EE.UU.), la ESA (Europa) o Roscosmos (Rusia), el programa espacial chino está dirigido por militares.
Y aquí está la diferencia entre el gobierno chino y el estadounidense: «Estados Unidos no quiere decir que su programa es estatal, en su política capitalista prefieren decir ‘vamos a dejar que nuestras empresas privadas estén a la delantera del programa espacial»», agrega Stuart.
Por otra parte, Vanstone señala que para EE.UU. «es más fácil pagarle a una empresa privada, y que corra con la responsabilidad, que lanzar una iniciativa desde el Congreso».
«Si todo sale mal, el Congreso no se verá mal -el recuerdo de Challenger en los años 80 sigue presente- lo único que tienen que hacer es cancelar el contrato de la empresa».
Y la empresa privada cree formar parte de este proyecto es «cool» (genial).
O como lo explica Naveen Jain, uno de los fundadores de Moon Express, «se trata de otorgar poder a las empresas para que tengan espíritu de innovación».
Para Jain, las posibilidades de negocio son ilimitadas, pues un permiso de exploración y explotación en la Luna les permitiría desde iniciar una actividad minera, hasta ofrecer viajes turísticos o vender trozos del satélite como piedras preciosas.
Pero Stuart y Vanstone dejan muy claro que en el fondo, estas empresas privadas no son del todo privadas, pues son financiadas con dinero del Estado y deben operar bajo el abrigo de la Nasa.
¿Por qué ahora?
Aquí pasamos a la siguiente razón del interés renovado: abaratamiento de la tecnología.
«La primera vez que el hombre llegó a la Luna, requirió de unos cohetes gigantes que costaron cientos de millones de dólares», le dice Jain a BBC Mundo.
«Nosotros estamos usando un cohete más pequeño impreso en 3D que nos cuesta menos de US$5 millones», agrega este empresario que piensa enviar el año que viene una sonda valorada en otros US$5 millones a la Luna.
«¿Quién iba a pensar que un negocio que no era rentable (en el pasado) por requerir miles de millones, ahora lo iba a ser?»
Para Jain, «cada uno de los avances que hace que los celulares sean más rápidos, económicos, delgados e inteligentes, hace que nuestra tecnología sea más rápida, económica y pequeña».
Y es este avance tecnológico lo que nos lleva al tercer motivo de esta «fiebre» por la Luna: minerales y recursos naturales.
El desarrollo de dispositivos inteligente es posible gracias a los minerales raros que hay en la Tierra, como tantalio o Tungsteno; superconductores que hacen que la tecnología sea precisamente eso: más rápida, delgada y económica.
«Sabemos que en la Luna hay concentraciones de tierras raras», señaló en un blog de la NASA Carle Pieters, científico planetario del Departamento de Ciencias Geológicas de la universidad Brown, en EE.UU.
«También sabemos que las muestras que tenemos (de la Luna) no tienen concentraciones directas de estos elementos; pero lo podemos detectar fácilmente en una línea de muestras que tenemos».
Jain no esconde que éste sea su principal interés en el satélite.
«La Luna es extremadamente rica en recursos, todo por lo que nos peleamos en la Tierra, está en abundancia en el espacio», señala. «Luchamos por tierra, agua y combustible, sin darnos cuenta que somos un minúsculo punto azul en el espacio».
Vanstone coincide en que este es un importante interés comercial y geopolítico. «Cada vez son más las personas interesadas en metales raros, y ese es el interés de hacer minería en la Luna.
La cuestión está en que sería mucho más costoso traer esos minerales de vuelta a la Tierra que seguir explotando lo que tenemos aquí.
¿Y si no los traemos de vuelta?
El hecho de que existan tantos recursos en la Luna da pie a otra motivación: construir bases lunares.
Con el avance de la tecnología y la posibilidad de llegar más lejos, la Luna sólo se ha quedado en un pequeño paso hacia la exploración del espacio profundo.
Pero para ello hay que resolver un problema: el combustible para viajar. Después de todo, buena parte del peso de las naves que lanzamos al espacio es combustible.
Así que la meta ya no es nuestro satélite, es Marte; y si algún día llegamos allí, entonces el desafío será ir más lejos.
Para ello, la Luna es una excelente parada de abastecimiento.
No sólo en EE.UU. lo ven así: China también tiene sus ojos puestos en Marte y recientemente anunció que en 2020 piensa visitar el Planeta Rojo.
«Puedes hacer de la Luna una base porque está hecha de exactamente los materiales que necesitamos», comenta Vanstone.
Pero las empresas privadas no lo ven sólo como una base de abastecimiento.
«Para parafrasear a JFK (el expresidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy) ‘escogimos ir a la Luna no porque sea fácil, sino porque es un buen negocio, y de lo que se trata es de hacer un buen negocio'», aclara el fundador de Moon Express, que ve la comercialización de la Luna como un negocio «inmensamente genial».
«No es mentira que hay muchísimo dinero involucrado en el espacio», señana Leon Vanstone. «Y los primeros en hacer negocio serán los que hagan más dinero».
«Los primeros billonarios serán los que estén involucrados en la economía espacial», dice por su parte el empresario Jain.
Jain tiene todo un plan de negocios, desde explotar los minerales que allí se encuentran, hasta hacer turismo lunar y vender rocas lunares como joyas.
Pero, ¿pueden explotar la Luna?
Aquí es donde es donde aumenta el riesgo de la inversión.
Según el Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, firmado por 103 países en 1967, «el espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera».
Si esto es así, ¿cómo puede ser posible que gobiernos planeen operaciones en la Luna y otorguen concesiones a empresas privadas si en principio nadie tiene potestad para ello?
Si bien el acuerdo internacional establece que el espacio es un territorio neutral y nadie puede apropiarse de cuerpos celestes, se puede prestar a interpretaciones.
«El primer lugar especifica que ninguna nación debe proclamar propiedad de ningún cuerpo celeste», aclara la especialista en leyes espaciales Jill Stuart. «Pero hay dudas sobre si entidades no estatales pueden hacer estas reclamaciones».
En segundo lugar, el hecho de que no se pueda reclamar propiedad, no quiere decir que no se pueda ocupar el espacio.
«Es como la Antártica», explica la experta. «Puedes tener una base allí, siempre y cuando digas que lo que lo que está a tus pies no es tuyo».
Así que los estados y empresas privadas están buscando resquicios en la legislación de casi 50 años, para tener una tajada del negocio espacial.
Al respecto, el Departamento de Estado de Estados Unidos le explicó por escrito a BBC Mundo que el permiso dado a Moon Express se basa en que son estas «actividades privadas las que desbloquean las nuevas aplicaciones espaciales y nos permiten avanzar en nuestro entendimiento del sistema solar,y que pueden estar bajo una apropiada supervisión que a largo plazo beneficien a todos los países».
El gobierno estadounidense no desconoce el tratado, al contrario, considera una responsabilidad legislar sobre actividades nacionales en el espacio exterior.
«Las bases para esta jurisdicción es más nacional que territorial», escribieron. «Entre los objetivos del proceso de autorización para actividades estadounidenses privadas en el espacio exterior es asegurar su cumplimiento con el Tratado de Espacio Exterior».
A Stuart lo que le preocupa son otras iniciativas tomadas por el gobierno estadounidense para promocionar la actividad espacial.
En noviembre de 2015 en ese país se aprobó el Commercial Competitive Space Act (la legislación sobre comercio competitivo espacial) en el que se facilita «la exploración comercial y la recuperación comercial de los recursos espaciales por parte de los ciudadanos de los Estados Unidos».
Como señala el fundador de Moon Express: «cualquier cosa que traigamos de vuelta de la Luna nos la podremos quedar».
«Esto me perturba un poco», confiesa Stuart, «porque tiene el potencial de socavar el acuerdo internacional que ya está vigente para el espacio exterior».
Por su parte, Sa’id Mosteshar, del Instituto de Londres de Políticas y Leyes del Espacio, considera que esta legislación incumple con los tratados internacionales.
«Estados Unidos está ejerciendo, o al menos parece que está reconociendo un derecho otorgado a sus nacionales que el propio país no tiene», le dijo a BBC Mundo. «No le puedes dar a tus nacionales un derecho que no puedes ejercer».
En 1979, previendo una futura explotación lunar, Naciones Unidas redactó el Acuerdo Luna, en el que se estipulaba las condiciones para esta actividad.
El problema es que solo 13 países lo ratificaron, ninguno de los cuales tiene los medios para participar en una carrera espacial.
Para los expertos, parte del problema está en que estas leyes fueron escritas hace muchos años y no han sido actualizadas.
Quizás es inevitable una exploración en la Luna, y el que tengamos bases de distintos países -como ocurre en la Antártica- no esté tan lejos de que ocurra.
Sin embargo, para Jill Stuart, la pregunta que nos debemos hacer es ¿quién queremos que nos represente en el espacio?
«Pronto tendremos diferentes entidades aterrizando en cuerpos celestes, y creo que debemos preguntarnos quiénes queremos que sea esa gente, quiénes queremos que vayan al espacio y representarnos».
«No quiero levantarme en 100 años y descubrir que la Luna es de Coca Cola», agrega.
¿Y te gustaría que fuera de EE.UU., Rusia o China?
Fuente: BBC