Al final, resultó que la Luna no era de queso. Cuando el astronauta Neil Armstrong daba “un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la Humanidad”, al posar el pie en el polvoriento suelo lunar, ponía a la cabeza de la carrera espacial a los estadounidenses. Años antes, en 1961, motivado por los avances soviéticos (el Sputnik, la perrita Laika, etc), el presidente J.F. Kennedy instaba a sus compatriotas ante el Congreso a poner un hombre en la Luna y traerlo de vuelta sano y salvo “antes de que acabase la década”. Fueron años de auge en la investigación espacial. Y lo consiguieron. Con la desaparición de la Unión Soviética en 1989, parece que invertir en (y defenderse desde) el espacio perdía algo de su gracia. Definitivamente, con la rampante crisis económica mundial, el presidente Obama ha decidido que los viajes a la Luna no serán una prioridad durante su mandato. La fiebre del espacio, como tantas otras fiestas, ha terminado, y la cosa ha quedado en manos, pues, de los inversores privados: en 2001, el multimillonario Dennis Tito fue el primer turista espacial, y en 2004, el ingeniero Burt Rutan construyó la primera nave espacial con financiación enteramente privada.
El presupuesto del proyecto español es de 54 millones de euros.
Técnicos rusos establecen contacto con dos satélites perdidos
Especialistas de la empresa rusa Sistemas Satelitales de Información (SSI) Reshetniov establecieron comunicación con el satélite indonesio Telkom-3, uno de los dos satélites que quedaron fuera de control y se convirtieron en basura espacial debido a un fallo del cohete ruso Protón-M.
“El satélite está orientado hacia el sol y a bordo se mantiene el balance energético positivo. Los paneles solares del vehículo espacial se abrieron”, indicó en un comunicado la empresa rusa, que desarrolló y fabricó el Telkom-3.
Aunque todos los sistemas del satélite funcionan correctamente, su utilización para los fines previstos es imposible debido a que se encuentra fuera de la órbita operacional, reconoció el fabricante.
La NASA planea traer material de Marte para 2024
Así lo afirmó el ingeniero argentino Miguel San Martín, encargado de la guía, navegación y control de nave Curiosity. Quieren traer una muestra del planeta, pero queda para la próxima misión.
Los científicos de la Nasa quieren traer una muestra del planeta Marte y planean tener desarrollados los estudios e instrumentos necesarios para hacer la misión en 2024, indicó el ingeniero argentino Miguel San Martín.
San Martín fue el encargado de la guía, navegación y control de la misión de la Nasa para pisar el suelo marciano con el Curiosity, realizada el pasado 6 de agosto.
“Los científicos están todos de acuerdo: queremos un pedazo de Marte acá en la Tierra", indicó el científico en una entrevista con Infobae América en la que relató los futuros proyectos.
El aporte argentino en la misión Curiosity
El robot de la NASA Curiosity consiguió superar hoy una difícil prueba y aterrizar en la superficie de Marte gracias a una maniobra nunca experimentada antes en la que bajó hasta tocar el suelo como "una araña colgada de un hilo", según la agencia espacial estadounidense.
La agencia espacial indicó que la misión, con un costo de unos 2.500 millones de dólares y cuyo propósito es determinar si en Marte ha habido vida, se desarrolla según lo programado.
"Los científicos van a poder investigar la historia de Marte a partir de la información del robot", resaltó Miguel San Martín, argentino que diseño el software para el aterrizaje de la nave, en diálogo con CN23.
Respecto de las posibilidades de vida en otros planetas, el investigador de la Nasa indicó: "Por ahí hay otro planeta con vida inteligente, debería haber, no somos los únicos. El universo es tan grande y la idea que haya vida en un solo planeta en esta inmensa galaxia no puede ser así".
La animación del aterrizaje.
El aterrizaje
“Los llamamos los siete minutos de terror: es el tiempo que tardará el descenso. La nave tiene que accionar 76 dispositivos distintos en ese tiempo para que todo salga bien”, explicó Miguel San Martín, el ingeniero argentino que diseñó un software para que el aterrizaje sea automático, debido a que no se podrá comandar en vivo, y además es el encargado de la guía, navegación y control de la nueva misión de la Nasa.
Siberia, basurero de cohetes
Es muy fácil encontrar chatarra que solía formar parte de cohetes espaciales en el bosque de Altai, remota región ubicada en la frontera de Rusia con Kazajistán. Trozos de brillo metálico de aleación ligera están aquí y allá, en el pasto y en los árboles.
Los cohetes rusos Protón han puesto en órbita muchos satélites, generando más de $6.000 millones para la industria espacial del país.
Pero cada vez que se lanza un cohete, los desechos caen en esa zona del este de Siberia, a cientos de kilómetros del cosmódromo de Baikonur, el principal y más antiguo centro de lanzamiento espacial.
Algunos de los trozos diseminados formaban parte de los tanques que portaban combustible tóxico.
Por ello, las personas que viven allí están preocupadas por los posibles riesgos que esos desechos puedan tener en su salud. Aunque se han hecho pocas investigaciones sobre el tema, los habitantes locales se sienten afectados.
"Los residuos de los cohetes caen aquí y eso debe estar afectando a la gente de alguna manera", dice Olga Tadykova, de 46 años, pediatra del pueblo de Karakoksha, en la República de Altai, región ubicada justo debajo de la trayectoria de vuelo de los cohetes espaciales.
Los desechos de los cohetes expulsados caen muy cerca de la aldea que Olga comparte con unos 1 500 habitantes.
Los ambientalistas creen que los restos de los cohetes contienen un combustible altamente tóxico -conocido como dimetil-hidrazina asimétrica (UDMH, por sus siglas en inglés)- que se expande por la atmósfera y penetra en el suelo y el agua, ocasionando daños a plantas y animales.