Desempeñan un papel fundamental en la creación de la química orgánica necesaria para la vida.
Un equipo internacional de investigadores, dirigido por el astrónomo Chin-Fei Lee, del instituto Academia Sinica de Astronomía y Astrofísica de Taiwan (ASIAA), ha conseguido, por primera vez, detectar moléculas orgánicas complejas en un disco de acreción alrededor de una jovencísima protoestrella. Dichas moléculas desempeñan un papel de suma importancia en la creación de la química orgánica necesaria para la vida.
El hallazgo, por lo tanto, sugiere que los «ladrillos» básicos de la vida surgen en el interior de estos discos, justo al principio del proceso de formación estelar, y quedan después disponibles para incorporarse a los planetas que se forman a partir de los materiales sobrantes del disco tras el nacimiento de la nueva estrella. En otras palabras, la investigación puede ayudarnos a comprender cómo surgió la vida en la Tierra.
«Resulta muy excitante descubrir moléculas orgánicas complejas en un disco de acreción alrededor de una estrella recién nacida -afirma Lee-. Cuando tales moléculas fueron halladas por primera vez en un disco protoplanetario alrededor de una estrella ya formada, todos nos preguntábamos si esos elementos podían haberse formado antes.
Ahora, utilizando la resolución espacial sin precedentes y la sensibilidad del telescopio ALMA, no solo hemos logrado detectarlos en un disco de acreción más joven, sino también determinar su ubicación. Estas moléculas son los componentes básicos de la vida, y resulta que ya están ahí, en la atmósfera del disco alrededor de una estrella bebé, en su fase más temprana de formación».
Herbig-Haro (HH) 212 es un sistema protoestelar cercano, y se encuentra en la constelación de Orión, a unos 1.300 años luz de distancia. La protoestrella central es muy joven, con una edad aproximada de 40.000 años (la cienmilésima parte de la edad del Sol) y una masa que equivale a 0,2 masas solares.
La protoestrella muestra dos potentes chorros en ambos polos, lo que indica que está acretando material de forma muy eficiente. De hecho, resulta perfectamente visible un disco de acreción alimentando a la jovencísima estrella. El disco se ve casi de canto desde nuestra posición, y tiene un radio de aproximadamente 60 Unidades Astronómicas (UA), o sesenta veces la distancia media entre la Tierra y el Sol (que es de 150 millones de km.). Curiosamente, se aprecia una prominente franja oscura en su zona ecuatorial, emparedada entre otras dos franjas muy brillantes, lo que hace que se parezca a una gigantesca «hamburguesa espacial».
Durante su estudio, los investigadores lograron detectar con toda claridad una atmósfera de moléculas orgánicas complejas justo por encima y por debajo del disco (las manchas de color que aparecen en la fotografía sobre estas líneas. Entre ellas hay metanol (CH3OH), metanol deuterado (CH2DOH), metanotiol (CH3SH) o formamida (NH2CHO). Todas ellas moléculas que se consideran precursoras de los azúcares y los aminoácidos necesarios para la vida.
«Probablemente -explica Zhi-Yun Li, de la Universidad de Virginia y coautor de la investigación- esas moléculas se formaron en el interior de los granos de hielo del disco, y fueron liberadas después como gases debido al calentamiento producido por la radiación de la estrella o po otros medios, como colisiones».
Estas observaciones abren la excitante posibilidad de detectar moléculas orgánicas complejas en discos alrededor de otras estrellas bebés, algo que hasta ahora no resultaba posible. Y, por supuesto, suscitan la esperanza de detectar en el futuro moléculas orgánicas aún más complejas y biomoléculas que podrían, por fin, arrojar algo de luz sobre el misterio del origen de la vida.
Fuente: ABC