Los científicos han revelado que Ryugu es un asteroide más reseco de lo que se pensaba y que Bennu es un asteroide activo, que expulsa partículas al espacio y donde será más difícil de lo previsto recuperar muestras para traerlas a la Tierra.
Este martes los científicos de la NASA y la japonesa JAXA han publicado los últimos detalles sobre sus exploraciones en los asteroides Bennu (de 262 metros de diámetro) y Ryugu (de 900 metros), respectivamente. El equipo japonés ha presentado tres artículos en la revista Science y la NASA ha celebrado una teleconferencia para anunciar sus últimos avances. Estos resultados científicos son fruto de las misiones OSIRIS-REx a Bennu, lanzada en septiembre de 2016, y Hayabusa 2 a Ryugu, lanzada en diciembre de 2014.
Los tres estudios publicados en Science por los japoneses han revelado la masa, forma, tamaño, densidad, giro y propiedades geológicas de Ryugu, un asteroide descrito como una «pila de escombros» porosa. Los resultados proporcionan el contexto necesario para estudiar las muestras que la JAXA espera recoger en el asteroide y traer de vuelta a la Tierra a finales de 2020, y permiten entender mejor un objeto que ha sorprendido por su bajo contenido en agua. En gran medida, este detalle influye en los intentos de estimar las cantidades y tipos de materiales esenciales para la vida que existían cuando la Tierra se formó.
Por otra parte, la NASA ha revelado los últimos detalles recopilados en Bennu por parte de la misión OSIRIS-REx, que ha estado explorando el asteroide desde diciembre de 2018. En primer lugar, los análisis han revelado que la superficie del objeto es mucho más pedregosa de lo previsto, lo que pondrá en peligro el futuro intento de la sonda de recoger muestras arenosas. En segundo lugar, los científicos han anunciado que han detectado, por primera vez desde una nave, la presencia de partículas eyectadas desde la superficie de un asteroide. Esto convierte a Bennu en uno de la docena de asteroides considerados como activos, en los que varios fenómenos provocan la expulsión de partículas al espacio y generan una pequeña coma, que recuerda a la de los cometas. Los investigadores han averiguado que, en ocasiones, estas partículas vuelven a caer sobre el asteroide.
Últimas noticias desde Ryugu
Sei-Ichiro Watanabe y colegas han presentado sus resultados sobre la masa, forma y densidad de Ryugu, que sugieren que este objeto está formado por un agregado de rocas sueltas. Además, estos investigadores han identificado posibles zonas de contacto para que la Hayabusa 2 recoja muestras del asteroide y las traiga a la Tierra.
En un segundo estudio, Kohei Kitazato y colegas han usado los datos recogidos por el espectrómetro de infrarrojos cercanos NIRS3 para estudiar la composición de la superficie de Ryugu. Han podido descubrir que casi toda la superficie del objeto está cubierta por minerales hidratados, aunque no han podido identificar su naturaleza.
Por último, Seiji Sugita y colegas han estudiado el origen de Ryugu. Han deducido que probablemente se formó a partir de restos expulsados tras el impacto de un asteroide mayor que, aparentemente, era escaso en agua, al igual que Ryugu.
El misterio del asteroide reseco
Desde que Hayabusa 2 se encontró con el asteroide, el 27 de junio de 2018, ha usado un amplio repertorio de cámaras y sensores para informar de las propiedades de Ryugu, y para prepararse para recoger muestras de su superficie y mandarlas a la Tierra. Además, los científico han emprendido la tarea de posar varios robots experimentales de exploración.
«Solo unos meses después –de la llegada– hicimos los primeros descubrimientos», ha dicho en un comunicado Seiji Sugita, investigador de la Universidad de Tokio (Japón). «El más importante fue lo escasa que es el agua en Ryugu. Es mucho más seco de lo que esperábamos».
Este hecho es importante puesto que se considera que el agua de la Tierra proviene del impacto de asteroies y de cometas, por lo que encontrar asteroides secos en el cinturón de asteroides, como Ryugu, tendría implicaciones para la búsqueda de vida: «Nuestros hallazgos pueden refinar los modelos que nos ayudarían a limitar qué tipo de sistemas solares debemos buscar para encontrar vida», ha dicho Sugita.
El asteroide donde llueven piedras
Por otra parte, Dante Lauretta, investigador principal de OSIRIS-REx y profesor en la Universidad de Arizona en Tucson, Estados Unidos, se ha mostrado sorprendido ante el hallazgo de las plumas de partículas eyectadas desde la superficie de Bennu: «Es la mayor sorpresa de mi carrera científica», ha dicho, antes de destacar el descubrimiento de que el terreno es más difícil de lo previsto: «Bennu ya nos está sorprendiendo y apenas hemos comenzado nuestro increíble viaje».
En enero de este año, las cámaras de la OSIRIS-REx detectaron unos puntos brillantes contra el fondo de estrellas, y después se averiguó que se trataba de partículas procedentes de la superficie de Bennu. Los estudios han revelado que son partículas que tienen unos tamaños de hasta diez centímetros de largo que salen eyectadas a velocidades de unos pocos centímetros a incluso tres metros por segundo.
Se ha descartado que puedan suponer un peligro para la sonda, que orbita el asteroide a una distancia de menos de dos kilómetros, pero aún se desconoce cuál puede ser su origen. «No sabemos por qué ocurre esto. Es muy interesante», ha dicho Lauretta. De hecho, ha resaltado, de los 300.000 asteroides que se conocen, solo una docena son activos y generan este tipo de plumas de partículas. En gran parte, esto podría ocurrir porque resulta difícil detectar estas pequeñas partículas desde la Tierra.
Aterrizaje peligroso
Otro de los descubrimientos implica que la superficie de Bennu no le pondrá las cosas fáciles a la sonda a la hora de recoger muestras de grava y polvo de la superficie: está repleta de rocas y grandes bloques de varios metros de largo, que no solo ponen difícil recoger muestras del asteroide, sino que también ponen en peligro a la propia nave.
La sonda está diseñada para aterrizar en un parche de terreno con una precisión de 25 metros, operando en el espacio profundo a 300.000 kilómetros de distancia de la Tierra, pero los investigadores esperan poder afinar más las operaciones, escoger una buena zona y recuperar muestras que puedan llegar a la Tierra en 2023.
Otra de las cosas que ha sorpendido a los científicos de la NASA es la región ecuatorial del asteroide. Es más ancha que los polos, probablemente porque la alta velocidad de giro del asteroide deforma su estructura y desplaza materiales hacia esas regiones. El problema es que la presencia de impactos en esta zona indican que se formó de un modo muy temprano en la vida de este asteroide, lo que no encaja con las ideas que se tienen sobre su giro: se cree que comenzó a girar más recientemente, a causa del efecto YORP (Yarkovsky-O´eefe-Radzievskii-Paddack), que genera rotación debido al calentamiento y enfriamiento desigual en la superficie de Bennu, gracias a la radiación solar.
Sea como sea, los científicos de las misiones OSIRIS-REx y Hayabusa 2 han dicho estar compartiendo información sobre lo aprendido en ambos asterodies. Tanto las diferencias como las similitudes entre ambos son muy útiles para los científicos. Ambos se parecen en que son muy oscuros y tienen una forma alargada en el ecuador, a causa del giro, pero Ryugu difere en que tiene mucha menos agua.
«Gracias a estas misiones paralelas, podemos contestar por fin a la pregunta de cómo estos dos asteroides se formaron», ha dicho Sugita. «El hecho de que Bennu y Ryugu parezcan ser primos pero que exhiban esas diferencias tan importantes implica que deben de existir interesantes y misteriosos procesos astronómicos que aún tenemos que explorar», ha proseguido. «Tenemos dos naves y una gran oportunidad para comprender mejor este campo», ha coincidido Dante Lauretta. Todo esto es esencial, no solo para estudiar los orígenes del Sistema Solar, sino también para comprender bien a los asteroides, esos objetos que impactan contra la Tierra cada cierto tiempo.
Fuente: ABC