Un equipo francés de astrónomos ha estudiado cerca de 500 cometas individuales que orbitan la estrella Beta Pictoris y ha descubierto que pertenecen a dos familias distintas. Por un lado, cometas viejos que han hecho varios pasos cerca de la estrella y, por otro, cometas más jóvenes que probablemente nacieron de la reciente ruptura de uno o más objetos de mayor tamaño.
Los expertos han explicado que los de la primera familia tienen variedad de órbitas y muestran una actividad más bien débil con bajas tasas de producción de gas y polvo. Esto sugiere que estos cometas han agotado sus suministros de hielo durante sus múltiples pasos cerca de Beta Pictoris. Por su parte, las rocas más jóvenes de la segunda familia son más activas y casi idénticas en sus órbitas.
«Esto determina que todos se derivan de un mismo origen, probablemente la descomposición de un objeto más grande cuyos fragmentos están en una órbita de la estrella», han apuntado los científicos, informa el European Southern Observatory (ESO)..
Beta Pictoris es una estrella joven situada a unos 63 años luz del Sol Tiene ‘sólo’ unos 20 millones de años y está rodeada por un enorme disco de material, un sistema planetario joven muy activo donde el gas y el polvo son producidos por la evaporación de cometas y las colisiones de asteroides.
El autor principal de este trabajo, Flavien Kiefer, ha explicado que Beta Pictoris es «un objetivo muy emocionante» ya que sus «cometas dan pistas para ayudar a entender los procesos que se producen en este tipo de sistemas planetarios jóvenes».
Durante casi 30 años, los astrónomos han visto cambios sutiles en la luz de Beta Pictoris, que se cree que es consecuencia del paso de los cometas delante de la propia estrella. Estos cuerpos son pequeños, de unos pocos kilómetros de tamaño, pero ricos en hielos que se evaporan cuando se acercan a su estrella, produciendo colas gigantescas de gas y polvo que pueden absorber algo de la luz que pasa a través de ellos.
Los investigadores sólo tienen un problema en este trabajo, que ha sido publicado en ‘Nature’, y es que la tenue luz de los cometas está inundada por la luz de la estrella brillante, de manera que los científicos no han podido obtener ni una sola imagen de este hallazgo desde la Tierra.
EL ANÁLISIS
Para estudiar estas rocas, el equipo analizó más de 1.000 observaciones obtenidas entre 2003 y 2011 con el instrumento HARPS en el telescopio de 3,6 metros del Observatorio Europeo Austral (ESO) en Chile. Los investigadores seleccionaron una muestra de 493 cometas diferentes, algunas de las cuales se observaron varias veces durante unas pocas horas.
El análisis cuidadoso de estos cometas ha proporcionado mediciones de la velocidad y el tamaño de las nubes de gas que produceen. Algunas de las propiedades orbitales de cada uno de estos cometas, tales como la forma y la orientación de la órbita y la distancia a la estrella también se han podido deducir.
Kiefer ha apuntado que este análisis de varios cientos de cometas en un único sistema planetario «es único» y ha resaltado que, «por primera vez un estudio estadístico ha determinado la física y las órbitas para un gran número de estos cuerpos». «Este trabajo ofrece una mirada extraordinaria a los mecanismos que trabajaban en el Sistema Solar justo después de su formación hace 4.500 millones años», ha concluido.
Fuente: Europa Press