Se trata de una «bestia» con una masa comprendida entre los 3.000 y los 100.000 millones de soles. Los científicos no entienden por qué no pueden verlo.
Imagen del cúmulo de galaxias Abell 2261 conseguida sumenado datos ópticos del telescopio espacial Hubble, de la Nasa, y del japonés Subaru con datos de rayos X del Observatorio Chandra. En el centro de la imagen, la gran galaxia cuyo agujero negro se resiste a ser detectado – NASA/CXC/Univ of Michigan/K. Gültekin; Optical: NASA/STScI/NAOJ/Subaru; Infrared: NSF/NOAO/KPNO)
Los astrónomos saben que está ahí, pero no consiguen verlo. Algo realmente desconcertante si tenemos en cuenta que se trata de un gigantesco agujero negro, uno que se encuentrra en el centro de una lejana galaxia (a unos 2.700 millones de años luz de distancia) y cuya masa estimada oscila entre los 3.000 y los 100.000 millones de masas solares.
Se sabe que tales «monstruos» acechan en los corazones de la mayor parte de las galaxias, incluida nuestra propia Vía Láctea, cuyo centro alberga un agujero negro, Sagitario A*, con una masa equivalente a la de cuatro millones de soles. Enorme, sí, pero una auténtica pulga si se le compara con este agujero negro «invisible».
La lejana galaxia anfitriona, a 2.700 millones de años luz de la Tierra, se encuentra en el centro del cúmulo de galaxias Abell 2261, y es una de las mayores del grupo. Las estimaciones de su masa hacen suponer que, por fuerza, debe de haber un enorme agujero negro allí, uno incluso mayor que el primer agujero negro fotogradiado directamente por el hombre, en el corazón de la galaxia M87, cuya masa es de 2.400 millones de soles. Pero el misterioso objeto ha conseguido hasta ahora eludir los esfuerzos de los astrónomos por detectarlo.
Señales lejanas
Hace unos años, por ejemplo, los investigadores trataron de localizar emisiones de rayos X desde el centro de esa galaxia, algo que normalmente revela la presencia de agujeros negros supermasivos: cuando el agujero negro absorbe la materia que le rodea, ésta se acelera y se calienta hasta el extremo de emitir poderosos destellos de rayos X de alta energía. Para ello utilizaron datos recopilados por el Observatorio de rayos X Chandra, de la NASA, entre 1999 y 2004. Pero el intento no dio ningún resultado.
Ahora, según se explica en un artículo recién aparecido en el servidor « arXiv», un nuevo estudio ha tratado de llevar a cabo una búsqueda más profunda de rayos X en esa misma galaxia, utilizando esta vez observaciones más recientes de Chandra, en concreto de 2018. Además, en esta ocasión no solo se miró en el centro de la galaxia anfitriona, sino que se consideró también la posibilidad de que el misterioso agujero negro hubiera sido desplazado de ahí tras una gigantesca fusión entre dos galaxias.
Los astrónomos no encuentran explicación
Cuando dos grandes galaxias chocan, generando poderosas ondas gravitacionales, sus dos agujeros negros centrales, fusionados en uno mayor, podrían terminar alejándose del centro de la nueva galaxia. Tales agujeros negros «en retroceso», sin embargo, son objetos puramente teóricos, ya que nadie ha conseguido ver uno hasta ahora.
De hecho, escriben los autores del estudio «no se sabe si los agujeros negros supermasivos se acercan lo suficiente entre sí como para fusionarse. Hasta el momento, sólo se han podido verificar fusiones de agujeros negros mucho más pequeños. La detección de agujeros negros supermasivos «en retroceso» sería un espaldarazo para los científicos que buscan y desarrollan observatorios para buscar, precisamente, ondas gravitacionales generadas por a fusión de agujeros negros supermasivos».
Según los investigadores, la galaxia central de Abell 2261 es un lugar ideal para buscar un «unicornio» de este tipo, ya que muestra varios posibles signos de esa dramática colisión. Por ejemplo, las observaciones del telescopio espacial Hubble y del telescopio terrestre Subaru han mostrado que su núcleo, la región donde se concentra la mayor densidad de estrellas, es mucho más grande de lo que se esperaría en una galaxia de su tamaño. Y la zona de mayor densidad estelar se encuentra a unos 2.000 años luz de distancia del centro de la galaxia, «sorprendentemente lejos», dicen los científicos.
En su estudio, liderado por Kayhan Gultekin, de la Universidad de Michigan, los astrónomos descubrieron además que las concentraciones más densas de gas caliente no estaban en las regiones centrales de la galaxia, aunque este sorprendente hallazgo sirvió de poca ayuda, ya que los datos de Chandra no revelaron ninguna fuente significativa de rayos X ni en el núcleo galáctico ni en los densos grupos de estrellas alejados del centro. El agujero negro, por lo tanto, sigue siendo invisible a nuestros ojos y el misterio persiste.
Ahora, los autores del estudio tienen sus esperanzas puestas en el telescopio que sucederá al Hubble, el gran y poderoso telescopio espacial James Webb, cuyo lanzamiento está previsto para octubre de este mismo año. Pero si tampoco el nuevo telescopio consiguiera detectar al gran agujero negro perdido, será necesario formular nuevas teorías que logren explicar su misteriosa desaparición.
Fuente: ABC