Un batallón de sondas y rovers de países y empresas privadas probará este año las tecnologías necesarias para un futuro asentamiento humano en el satélite.
El lanzamiento de la misión CAPSTONE está planificado para marzo de 2022. El autobús satelital Photon de Rocket Lab llevará a CAPSTONE en una trayectoria hacia la Luna. – NASA/Rocket Lab/Advanced Space/Tyvak Nano-Satellite Systems
Si 2021 fue un gran año para la exploración de Marte, con la llegada con pocos días de diferencia del rover Perseverance de la NASA, la sonda Hope de Emiratos Árabes Unidos y el orbitador Tianwen-1 y el vehículo Zhurong chinos, 2022 va a ser, sin ninguna duda, el año de la Luna. Agencias espaciales de cinco países diferentes -EE.UU., India, Japón, Rusia, Corea del Sur y Emiratos- y varias empresas privadas enviarán a nuestro satélite al menos una misión en los próximos meses. Sin tripulación, la mayoría tienen como objetivo la prueba de capacidades tecnológicas, desarrollar el ‘músculo’ que permita en un futuro un asentamiento humano lunar prolongado y sostenible. Allí se podrían explotar recursos minerales y, sobre todo, dar el primer salto para la conquista de Marte y, quién sabe, quizás también de otros mundos.
El ambicioso programa Artemis de la NASA planea llevar seres humanos de nuevo a la Luna en 2025, entre ellos a la primera mujer que deje su huella en el satélite. Pero antes de que eso ocurra, será necesario realizar una serie de pruebas. La primera, llamada Artemis I, se lanzará en marzo desde el Centro Espacial Kennedy, en Florida, después de varios retrasos debido a los desafíos tecnológicos y los contratiempos de la pandemia. Todos los ojos estarán puestos en el gigantesco cohete SLS (Sistema de Lanzamiento Espacial), aún más potente que el Saturno 5 del programa Apolo, y la cápsula Orión a bordo, que volará alrededor de la Luna y cuyo escudo térmico soportará cerca de 2.760º C durante su reentrada a la Tierra.
Para el gran público hay otro atractivo. A falta de un héroe humano, en el asiento del comandante viajará un ‘moonikin’ (del inglés ‘Luna’ y ‘maniquí’), un muñeco realista que probará el traje espacial que utilizarán los futuros astronautas del programa durante algunos momentos clave. Ha sido bautizado como Arturo Campos, en homenaje al ingeniero hispano que ayudó a traer sanos y salvos de regreso a la Tierra a los tripulantes de la accidentada Apolo 13.
Artemis 1 ensayará la trayectoria que en 2024 llevará a cabo Artemis 2, entonces con tripulación real. Y se espera que Artemis 3 logre el alunizaje un año más tarde. También es posible que Starship, la nave de SpaceX que entonces se utilizará como módulo de aterrizaje para los astronautas, intente alcanzar la órbita, sin nadie a bordo, a mediados de este año.
Además, la NASA también enviará en marzo Capstone, un CubeSat del tamaño de un microondas y menos de 25 kilos, que probará una órbita lunar elíptica única, a 1.600 km de un polo lunar en su paso cercano y a 70.000 km del otro polo en su punto máximo cada siete días. Esta órbita supone una ventaja frente a las circulares, ya que requiere menos capacidad de propulsión para las naves que vuelen hacia y desde la superficie de la Luna. Igualmente, demostrará servicios de navegación. Lo que se aprenda de Capstone, desarrollado por Rocket Lab en Nueva Zelanda, servirá como preparación para Gateway, la futura estación en órbita permanente alrededor de la Luna, en cuya construcción también participa la Agencia Espacial Europea (ESA). Cuando esté lista, servirá de ‘portal’ a nuestro satélite, facilitando la recogida de astronautas y suministros de la Tierra.
«En última instancia, el objetivo de Artemis es utilizar la Luna, a la que podemos acceder de forma relativamente fácil, como un trampolín, un paso intermedio para llegar a Marte y más allá», explica José Antonio Rodríguez Manfredi, ingeniero del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC). «No podemos sacar de la órbita terrestre las naves gigantescas que necesitaríamos para esas misiones lejanas, pero sí enviar parte a la Luna y utilizar sus recursos para ensamblarlas y, una vez construida la nave, salir al espacio con un ‘pequeño’ empuje», añade.
El regreso de Rusia
Otro proyecto que recibirá la atención mundial es el de Rusia, que lleva 45 años sin posar nada en la Luna. En julio ‘disparará’ Luna 25, con un aterrizador de cuatro patas destinado al estudio del polo sur, una zona de gran interés científico «porque se cree que tiene grandes reservas de agua helada y puede ser el lugar donde se establezcan futuras colonias habitadas», indica el astrofísico y divulgador Juan Ángel Vaquerizo. El ingenio de Roscosmos analizará la composición del regolito polar y los componentes de plasma y polvo de la exosfera, la atmósfera lunar. Un mes después, le seguirá Pathfinder, un orbitador de Corea del Sur para ayudar a planificar futuras misiones a los polos lunares.
«Si lo consiguen, darán más pasos. Países con escasa tradición espacial están arrancando para colocarse también en el escenario. Supone una estrategia de desarrollo económico, pero estas misiones también van a aumentar nuestro conocimiento científico, lo que para mí resulta más interesante», dice el investigador.
A su juicio, «si en los tiempos de la Guerra Fría llegar a la Luna era un esfuerzo titánico que suponía una victoria sin disparos, ahora prima el interés estratégico y económico». Allá arriba «hay recursos naturales, como minerales o helio-3, que con las infraestructuras adecuadas pueden ser explotados y es importante estar bien posicionado», apunta.
Entre los países dispuestos a hacerse un hueco también se encuentra la India, que quiere resarcirse del fracaso de su primer intento de alunizaje. En septiembre de 2019, Vikram, el aterrizador que viajó junto a un orbitador en la misión Chandrayaan-2, se estrelló en el polo sur lunar aparentemente a causa de un fallo de último minuto cuando intentaba realizar un aterrizaje suave. La sonda, perdida durante dos meses, contenía un pequeño rover que quedó igualmente destrozado e India no pudo alcanzar su sueño de convertirse en la cuarta potencia en colocar un artefacto en la Luna después de EE.UU., Rusia y China, los únicos que lo han conseguido. Chandrayaan-3 volverá a intentarlo en el tercer trimestre de este año. Contará igualmente con un módulo de aterrizaje estacionario y un vehículo explorador, y aprovechará el orbitador de Chandrayaan-2 que sí consiguió colocar alrededor de la Luna.
Un rover emiratí
Pero India puede ser adelantada por Japón y Emiratos Árabes Unidos. La Agencia Espacial Japonesa (JAXA) se estrenará en abril con el pequeño aterrizador SLIM. En la segunda mitad del año, una compañía aeroespacial japonesa llamada ispace llevará dos rovers en la Misión 1 (M1), como parte del programa comercial Hakuto-R: uno de dos ruedas construido por JAXA para explorar la superficie lunar y otro emiratí, Rashid, de cuatro ruedas, que será el primero de su tipo en el mundo árabe.
«El futuro está en el espacio y todos quieren participar. Los países que puedan van a subirse a ese tren. Al final, cualquier desarrollo que se haga termina repercutiendo en la industria y la ciencia locales», afirma Manfredi. «En algunos casos, estas iniciativas tienen un marcado carácter mediático y propagandístico. Hasta Turquía y Tailandia se plantean en los siguientes años sus propias misiones lunares, y lo mismo la universidad holandesa de Delft», agrega.
Las empresas privadas tampoco quieren perderse su parte del pastel. Bajo el paraguas del programa de la NASA Servicios Comerciales de Carga Útil Lunar (CLPS), Intuitive Machines, una empresa de Houston, pretende enviar pronto un robot cilíndrico de seis patas bautizado como Nova-C que servirá para transportar cargas útiles a la superficie. El módulo desplegará un pequeño rover construido por Spacebit, una empresa británica. También para el transporte de cargas útiles, Astrobotic Technology, de Pensilvania, prepara Peregrine, un aterrizador de cuatro patas. Llevará como compañero de viaje a Colmena, un microrover mexicano. Mucho tráfico allá arriba.
Tanto, que Manfredi advierte: «Como ocurrió en la exploración de la Antártida, esto requiere un esfuerzo muy importante de coordinación internacional, un marco legal y ético en el que todos nos entendamos». ¿España puede quedarse fuera? Una empresa española, Airbus Crisa, es la encargada del sistema de control térmico del Módulo de Servicio Europeo de la nave Orión. Otras podrían sumarse a la aventura. Para el ingeniero, «la futura agencia espacial nacional podría ser útil para coordinar los esfuerzos y colocarnos en una buena posición».
Las misiones
Artemis I (NASA)
Probará el cohete SLS y la nave Orión, encargados de llevar de nuevo a astronautas a la Luna en 2025. El lanzamiento, en marzo.
Capstone (NASA)
Cubesat del tamaño de un microondas para probar la órbita elíptica d el futura estación orbital Gateway. Sale en marzo.
Luna-25 (Roscosmos)
Partirá en julio para intentar aterrizar en el polo sur lunar, donde analizará el regolito y la atmósfera.
Pathfinder (Corea del Sur)
El orbitador será lanzado en agosto para ayudar a planificar futuras misiones a los polos lunares.
Chandrayaan 3 (India)
Después de su fracaso en 2019, la India volverá a intentar alunizar en el tercer trimestre del año. Cuenta con un aterrizador y un rover.
SLIM y Rashid (Japón y Emiratos)
En abril, el aterrizador japonés SLIMutilizará una tecnología de sistemas de reconocimiento facial para detectar cráteres lunares. En la segunda mitad del año, otra misión llevará un rover japonés para explorar la superficie lunar y otro emiratí, Rashid.
Nova-C (privada)
Nova-C, de Intuitive Machines (EE.UU.), es un robot cilíndrico de seis patas para transportar cargas útiles. Uno de sus instrumentos medirá la columna de suciedad lunar levantada en el aterrizaje. Previsto para principios de año.
Peregrine (privada)
Peregrine, de Astrobotic Technoloy (EE.UU.), es un aterrizador de cuatro patas en forma de caja que llevará cargas útiles de investigación científica. A mediados de año.
Fuente: ABC