Robert Macke se ocupa de la colección de meteoritos del Vaticano y analizará directamente las muestras del asteroide Bennu.
El astrónomo del Vaticano Robert Macke R. MACKE
Pocos saben que el Vaticano guarda celosamente unos 150 kilos de material extraterrestre. Se trata de más de 1.200 fragmentos de meteoritos que se custodian en la colección del Observatorio Astronómico Vaticano, junto a la antigua residencia veraniega de los Papas en Castel Gandolfo. El encargado de ‘cuidarlos’ y analizarlos es el jesuita Robert Macke. Los conoce tan bien que la NASA le ha pedido ayuda para el buen éxito del proyecto Osiris-Rex.
La misión espacial ha esquivado tantas dificultades desde que hace siete años levantase el vuelo en Cabo Cañaveral, que podría sospecharse que la NASA fichó al jesuita para que rezara por el buen éxito del proyecto y obtuviera el ‘milagro’ del éxito. No van por ahí los tiros. «Mi tarea principal es científica. Las oraciones son un bonus especial, pero no creo ser el único que reza en el equipo», responde divertido el hermano Macke a ABC.
Significa que la NASA le pidió ayuda exclusivamente por motivos profesionales. Lo que a los de Houston deslumbró de Robert Macke es que es una estrella en el firmamento astrofísico. «He analizado ya unos cuantos miles de meteoritos y otros especímenes de docenas de colecciones de Estados Unidos y otros lugares», confía con modestia.
Lo que ocurrió fue que «cuando se estaba formando el equipo encargado de analizar las muestras que llegaran del espacio, uno de sus responsables, el profesor Andy Ryan de la Universidad de Arizona, se puso en contacto conmigo para pedirme consejo sobre cómo medir la densidad y la porosidad de las muestras», explica. «Al principio solo buscaba consejo, pero luego me pidió que dirigiera la construcción del picnómetro de gas ideal», añade.
El picnómetro es una pieza esencial de la misión Osiris-Rex, pues deberá medir la densidad de las muestras asegurando que no entran en contacto con material terrestre. El aparato diseñado por el jesuita ya está instalado en Texas, en el Centro Espacial Lyndon B. Johnson de la NASA, donde se almacenarán las muestras del asteroide Bennu.
Las respuestas de Bennu
Macke no esconde el vértigo de poder analizar directamente muestras del asteroide Bennu. Dice que este material «es una cápsula del tiempo de los primeros días de la historia del sistema solar, hace 4.500 millones de años. Ninguna roca terrestre es tan antigua». «Una de las cuestiones que esperamos explorar se relaciona con la formación de la vida. Queremos averiguar si todo lo necesario para que se origine la vida se formó enteramente solo en la Tierra, o algunos de los componentes básicos de la vida, como los aminoácidos, se formaron en otro lugar y luego fueron entregados a la Tierra».
Dice que los meteoritos que han caído sobre la Tierra «no pueden responder a esta cuestión porque incluso un breve período de exposición al medio ambiente terrestre es suficiente para que se contamine con material terrestre y es imposible separar el material original de la roca y lo que se añadió después de su llegada a nuestro planeta». Por eso, «sólo subiendo al espacio, recogiendo el material allí y manteniéndolo sellado hasta estudiarlo, podremos intentar responder esta pregunta», explica.
Especialista en meteoritos por ‘casualidad’
El jesuita astrofísico se ha especializado en meteoritos por una especie de carambola. «Primero me ocupé de los ‘granos presolares’, literalmente granos de polvo formados en las estrellas que se conservan en algunos tipos primitivos de meteoritos». La búsqueda de esos ‘granos presolares’ le obligó a convertirse en un experto analista de la porosidad y densidad de los meteoritos, talento y técnicas que ahora aplicará a Bennu.
A la NASA le va a salir muy barato trabajar con el hermano Robert Macke. «He hecho un voto de pobreza, no hago Ciencia por dinero», explica. «Mientras mis necesidades estén cubiertas y mi comunidad jesuita tenga los recursos que necesita para funcionar, no necesito ninguna compensación adicional por mi trabajo. Me siento pagado con la satisfacción de haber hecho un bien el trabajo», asegura.
Significa también que analizará los fragmentos de asteroide con finalidad espiritual. «Pienso que la inmensidad del espacio es parte de la Creación de Dios. Estudiarla, nos ayudará a apreciarla. Y cuanto más la apreciemos, podremos apreciar y adorar mejor al Dios que la creó. Por eso, para mí este trabajo es una forma de adorar a Dios».
Fuente: ABC