Estos fenómenos son una oportunidad para renovar la fascinación por la naturaleza, tan relegada en nuestra civilización urbana dominada por la esterilidad de la mera explicación científica.

El sábado 25 de enero en Paraná y otras ciudades cercanas el sol apareció rodeado de un hermoso círculo pálido cuyos bordes se teñían con los colores del arco iris. Los medios cubrieron la noticia e informaron que no se trataba de un fenómeno extraño sino de un evento meteorológico conocido, llamado halo solar (o más apropiadamente corona) que se forma cuando la luz del sol se refracta a través de los cristales hexagonales de hielo-conocidos como “polvo de diamante”-contenidos en formaciones de nubes llamadas cirros, que se encuentran delante del sol y a una altura entre 5 y 10 kilómetros. Ciertamente, no es un fenómeno extraño sino perfectamente conocido, pero tampoco es un fenómeno tan común, porque necesita las condiciones antes mencionadas para que se produzca. Son fenómenos que se dan con más frecuencia en los climas fríos. Mucho más comunes son los halos lunares, que se relacionan en la sabiduría popular con la proximidad de la lluvia, lo que no es incorrecto, aunque es más bien indicador de probabilidad de lluvia. Los marineros solían decir: “Halo en la luna al atardecer, viento y lluvia a la medianoche”.

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