El astronauta estadounidense Scott Kelly está adolorido. Muy adolorido.
Tiene tanto dolor en los músculos y articulaciones que no sabría decir con exactitud qué parte del cuerpo le duele más o incluso cuál no le duele.
«Estoy sorprendido de cuán distinto me siento físicamente, en comparación con la primera misión que hice», confesó en una rueda de prensa pocos días después de regresar a la Tierra.
Kelly se pasó un año en la Estación Espacial Internacional (EEI) junto al astronauta ruso Mikhail Kornienko.
No era la primera vez que estaba en el espacio, había hecho otra misión en la que estuvo en la estación durante 159 días.
Ya sabía que iba a sentir una buena cantidad de dolores musculares y fatiga.
«En esta oportunidad, justo cuando salí de la cápsula (en Kazajistán) me sentí mejor que la primera vez», dijo.
Pero, tras una pausa, contó que en algún punto empezó a sentir un nivel de dolor muscular «mucho mayor que la vez anterior».
Y algo que no le había pasado antes: tiene una hipersensibilidad en la piel.
«Es como una sensación de ardor siempre que me siento, me acuesto o camino», contó.
Una diferencia de altura
Es la primera vez que un estadounidense pasa tanto tiempo en microgravedad.
Los rusos llevan ventaja en esto. De hecho, en los años 90 Valery Polyakov pasó 438 días en la estación espacial MIR.
En esta ocasión, la novedad no solo radicó en que se tratase de un estadounidense pasando 340 días en el espacio –le dio 5.440 vueltas a la Tierra– sino que su hermano gemelo Mark Kelly se quedó en Tierra para comprobar el impacto psicológico y fisiológico que un viaje de larga duración en el espacio tiene sobre el cuerpo humano.
Uno de los primeros cambios visibles que se notó a su regreso fue que por corto tiempo le sacó a su hermano 3,81 centímetros de diferencia en altura.
«Una cuestión que la gravedad se encargó de volver a poner en su sitio», bromeó el astronauta.
Saber estos cambios es importante para los expertos.
Si bien los astronautas que regresan de la EEI son recibidos por una comitiva, en una futura misión a Marte, tendrán que adaptarse solos a esos cambios y en una gravedad distinta a la de la Tierra.
Los hermanos Kelly han sido sometidos antes y durante la misión a un abanico de exámenes psicológicos y fisiológicos.
Ahora, deberán continuar como conejillos de indias durante un par de años más.
En cuanto aterrizó, lo primero que hicieron los expertos con Scott fue llevarlo a Noruega para someterlo a exámenes médicos.
Durante el vuelo a Estados Unidos, el astronauta intentó dormir. «Algo que fue muy difícil porque estaba incómodo y tenía mucho dolor muscular».
Al llegar a Estados Unidos fue sometidos a más exámenes físicos y análisis de sangre, así como escáner cerebral.
Mala puntería
A modo anecdótico, el astronauta explicó que está teniendo problemas con la puntería a la hora de lanzar objetos.
«Lo primero que intenté lanzar a una mesa lo fallé; intenté jugar al baloncesto y no pude encestar ni una vez… tampoco es que sea un buen jugador».
Algo que algunos astronautas suelen experimentar de vuelta en la Tierra, es una tendencia a soltar las cosas, como lo hacen cuando están sin gravedad.
Kelly contó que esto solo le pasó una vez después de completar la primera misión.
En cuanto al malestar físico, hay varias razones por la que los astronautas se sienten así.
Cuando están en microgravedad, los astronautas pierden masa muscular y densidad ósea, a pesar de que parte de la rutina en el espacio es hacer 2,5 horas de ejercicio seis días a la semana.
Pero como no tienen que soportar la gravedad, los músculos se vuelven más perezosos.
El corazón sigue bombeando la misma cantidad de sangre a las extremidades, pero los vasos sanguíneos en las piernas no tienen que trabajar tan fuerte para bombear sangre de vuelta al corazón.
En el espacio, los astronautas pierden volumen de la sangre, razón por la cual Scott Kelly recibió una transfusión nada más llegar.
Otro de los problemas que experimentan los astronautas es una inflamación en la parte posterior del ojo mientras están en el espacio, esto hace que tengan problemas en la visión, algo que puede durar un tiempo una vez de vuelta a la gravedad.
Estos son solo algunos de los cambios en el cuerpo de Kelly y muy probablemente en el de su compañero ruso.
Pero el verdadero impacto no lo sabremos hasta dentro de seis años, cuando se estima los científicos publiquen los resultados.
Por lo pronto, Kelly disfruta del privilegio de volver a respirar aire fresco, tener reactivados todos sus sentidos y poder pegarse una buena ducha.
Fuente: BBC