¿Podemos determinar la personalidad y el futuro de las personas a través de la posición relativa de los planetas y estrellas en el momento de su nacimiento? ¿Se pueden curar algunas enfermedades o inactivar virus aplicando imanes al cuerpo humano? ¿El agua retiene las vibraciones de flores que se sumergen en ella? ¿Podemos determinar la personalidad y las enfermedades de una persona por el trazo de su escritura? ¿Estructuras de forma piramidal mantienen los alimentos frescos más tiempo del normal? ¿Existe la percepción extrasensorial y a otras capacidades supra-normales?
La respuesta en todos estos casos es ¡NO!, ¡definitivamente no! Veamos por qué.
Los ejemplos anteriores tienen algo en común, en todos los casos estas disciplinas son pseudociencias (naturalmente a sus cultores no les gusta que se utilice esta locución por sus connotaciones peyoriativas), sin embargo es el término que debemos utilizar para agrupar a todas las disciplinas que no cumple con rigurosidad científica.
¿Y cuáles son las condiciones necesarias para que un estudio, una afirmación o una metodología sea considerada científica? Fundamentalmente que todos sus resultados experimentales y afirmaciones puedan ser reproducibles y verificados por investigadores independientes. Esto último permitirá determinar si una hipótesis o teoría acerca de un fenómeno es válida y fiable. Para lograr este objetivo cada experimento debe diseñarse con cuidado y registrar todas sus variables.
Además de reproducible en las mismas condiciones la hipótesis propuesta debe ser falsable, debe diseñarse un experimento que permita rechazar la hipótesis propuesta. Karl Raimund Popper utilizó un ejemplo muy sencillo para comprender este concepto al utilizar la hipótesis «todos los cisnes son blancos» como ejemplo de hipótesis falsable, pues bastará demostrar la existencia de un solo cisne de otro color para refutar la afirmación, como efectivamente sucede.
Resumiendo, la metodología científica exige que las teorías propuestas para ser aceptadas (siempre provisoriamente) puedan someterse a pruebas empíricas rigurosas y pasarlas con éxito.
Un caso especial en las ciencias son las denominadas ciencias sociales, que a menudo no producen (ni pretenden producir) resultados precisos, y parten de premisas que hay que interpretar con cierto grado de subjetividad. Generalmente estudian un individuo particular en vez de una población. Sí estudiamos el pensamiento de Sócrates, no tendremos una población de Sócrates para estudiar y promediar sino solo un individuo y las fuentes no serán datos empíricos sino la subjetividad de autores que escribieron sobre él, no obstante se puede lograr una aproximación a la realidad.
Las disciplinas, afirmaciones o prácticas que no cumplen con estas condiciones simplemente no son ciencia, carecen de estatus científico. Esto es claro, y las llamamos pseudociencias cuando afirman ser ciencia sin serlo (convengamos que se autotitulan ciencia por el aura de certeza y verdad que confiere el término, no por intentar adecuarse a su método).
¿Entonces cuándo una disciplina es pseudociencia?
Cuando produce cúmulos de conocimiento aislados, que no se integran con el resto de las ciencias, por ejemplo entre la biología y la química hay una integración común en la bioquímica, pero esta integración no se da entre las pseudociencias y las ciencias.
Cuando exigen que se reconozca su carácter científico, pero solo ante el público general, no ante la comunidad científica establecida.
Cuando presentan contradicciones internas, (por ejemplo afirmaciones opuestas entre distintos autores) lo que no sucede con las disciplinas científicas.
Cuando sus principios están planteados en términos tales que no admiten refutación, a diferencia de las ciencias. Sus afirmaciones son verdaderas sin posibilidad de refutación. Son dogmáticas.
Cuando proclaman teorías sin aportar pruebas empíricas ni siguen el método científico en sus estudios.
Cuando sus afirmaciones no son refutables.
Cuando sus teorías contradicen hipótesis experimentales de las ciencias.
Cuando sus conocimientos son inmutables. Por no poseer bases experimentales, no cambian incluso ante nuevos descubrimientos, aspecto que sí sucede en la ciencia.
Cuando descalifican mediante falacias ad hominem (es decir atacan a la persona que los cuestiona) y supuestas conspiraciones gubernamentales y científicas las críticas que reciben por parte de las ciencias.
Cuando invocan entes inmateriales o sobrenaturales, tales como fuerza vital, inconsciente metafísico, quintaesencia, energía mental, energía electrocósmica, etc., para explicar fenómenos observables, pero inaccesibles a la investigación empírica.
Cuando utilizan ante el público un lenguaje oscuro o términos que tienen un significado preciso en ciencia pero son utilizados con sentidos totalmente diferentes o ambiguos (por ejemplo el término energía).
Cuando no cumplen el postulado de la “Navaja de Occam” (principio metodológico y filosófico): que proclama que en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla es la más probable.
Cuando no determinan leyes generales. Solo estudian casos particulares. El fenómeno OVNI es un ejemplo.
Y claramente cuando carecen de la vocación autocrítica propia de los científicos verdaderos.
¿Cuáles son las pseudociencias?
Las principales disciplinas en este campo son la alquimia, la astrología, el biomagnetismo, la cerealogía, el creacionismo, la criptozoología, el Feng Shui, las flores de Bach, la frenología, la homeopatía, la parapsicología, la piramidología, el terraplanismo y la ufología.
Carl Sagan, el mayor divulgador de ciencia de todos los tiempos, no obstante combatir las pseudociencias en todas sus manifestaciones reconocía que en realidad “(las pseudociencias) …llenan las necesidades emocionales que la ciencia deja insatisfechas”.
Sí nos declaramos personas lógicas no aceptemos afirmaciones o suposiciones como verdad, sigamos los lineamientos de Sagan y mantengamos una “carga de escepticismo” siempre con nosotros. Utilicemos el conjunto de herramientas que llamó «el Kit del escéptico» para reconocer ideas engañosas o fraudulentas:
1. Confirmar la realidad (independiente de los hechos).
2. Debatir sobre la prueba con todos los puntos de vista posibles.
3. No confundir experto y autoridad (En la ciencia no hay autoridades, a lo más hay expertos).
4. Reconocer que siempre hay más de una hipótesis.
5. No aferrarse a una hipótesis porque es la nuestra.
6. La cantidad numérica es clave para discriminar las hipótesis.
7. En una cadena de argumentación, todos los eslabones deben funcionar.
8. Lo más sencillo suele ser lo más probable.
9. Las proposiciones que no pueden comprobarse ni demostrarse falsas no tienen valor científico.
Sí seguimos estos principios cada vez que nos encontramos con una afirmación, podremos ser más objetivos, menos crédulos y nos aproximaremos más a la verdad.
Gustavo Blettler
AEA