Por Mariano Andrés Peter
ET, la famosa película de Steven Spielberg que popularizó la idea del contacto con otras civilizaciones
Introducción: La posibilidad de vida extraterrestre en algún rincón de este insondable Universo ha sido un tema recurrente a los largo de la historia de la humanidad.
Desde Demócrito, uno de los más importantes científicos de la antigua Grecia, pasando por el monje italiano Giordano Bruno, quien fue quemado en la hoguera por la Santa Inquisición por cometer el pecado de afirmar que existían numerosos planetas habitados como la Tierra girando en torno de otros soles, han sido muchos los científicos y filósofos capaces de imaginar y de soñar con otras formas de vida más allá de nuestro mundo e inclusive considerar el contacto con ellas como algo factible.
Por Mariano Andrés Peter
ET, la famosa película de Steven Spielberg que popularizó la idea del contacto con otras civilizaciones
Introducción: La posibilidad de vida extraterrestre en algún rincón de este insondable Universo ha sido un tema recurrente a los largo de la historia de la humanidad.
Desde Demócrito, uno de los más importantes científicos de la antigua Grecia, pasando por el monje italiano Giordano Bruno, quien fue quemado en la hoguera por la Santa Inquisición por cometer el pecado de afirmar que existían numerosos planetas habitados como la Tierra girando en torno de otros soles, han sido muchos los científicos y filósofos capaces de imaginar y de soñar con otras formas de vida más allá de nuestro mundo e inclusive considerar el contacto con ellas como algo factible.
Hay más estrellas en el Universo que granos de arena en la Tierra
Es probable que los primeros proyectos científicos orientados a la búsqueda y contacto con civilizaciones extraterrestres fueran pensados durante el siglo XIX.
En 1820, el matemático alemán Karl Friedrich Gauss propuso que sobre la estepa rusa se plantara un gigantesco triángulo rectángulo de pinos para que observadores de otros mundos pudieran saber que en la Tierra existían seres capaces de entender el teorema de Pitágoras.
Otra idea similar fue propuesta en 1840 por el astrónomo vienés Joseph Von Littrow. Su idea consistía en cavar una zanja de 30 km en el desierto del Sahara, llenarla de combustible y prenderle fuego por las noches para que los seres del espacio pudieran reconocerla como una señal de que en la Tierra existían seres inteligentes.
Está claro que estas ideas extravagantes se basaban en la suposición de que los alienígenas tendrían mentes muy similares a las nuestras como para reconocer a estas señales como formas de comunicación. Es una concepción muy antropocéntrica propia del orgullo humano.
Hoy en día los científicos saben que una mente extraterrestre puede funcionar de manera radicalmente distinta a todo a todo lo que podemos llegar a imaginarnos.
No obstante, el propio planeta Tierra se ha convertido en una fuente constante de emisión de ondas de radio originadas por las transmisiones de televisión, radio, radar, etc.
Carl Sagan, uno de los pioneros en la búsqueda de vida ET
Hay una burbuja de energía electromagnética que envuelve a la Tierra y que tiene un alcance de 100 años luz aproximadamente, generada por este tipo de transmisiones antes mencionadas y que seguramente ya ha alcanzado a una buena cantidad de estrellas. De haber civilizaciones técnicamente avanzadas en planetas alrededor de estas estrellas, ya deberían saber de nuestra existencia.
De esta manera, sin que nos demos cuenta estamos revelando nuestra existencia al cosmos.
Así, los alienígenas que observaran nuestro sistema solar, verían una extraña pareja reluciendo en ondas de radio y orbitando la una sobre la otra.
Una sería una pequeña estrella amarilla, común y ordinaria, poco atractiva radiando una cantidad normal de de energía en el espectro electromagnético correspondiente a las radiofrecuencias, el Sol. La otra, un cuerpo de una masa igual aproximadamente a una parte sobre 300 mil de la masa de la estrella amarilla pero de diez a cien veces más brillante en longitudes de ondas de radio, la Tierra.
Pero al margen de estas transmisiones involuntarias a las estrellas, se han llevado a cabo algunos programas de detección y de emisión de señales de radio tendientes a lograr el contacto con civilizaciones tecnológicamente avanzadas que puedan existir en nuestra galaxia.
Según el famoso astrónomo y pionero en la búsqueda de vida extraterrestre Carl Sagan, habría al menos un millón de civilizaciones más avanzadas que la nuestra en la Vía Láctea únicamente.
Imágen del Observatorio en Green Bank, Estados Unidos
El Proyecto Ozma: En 1958 el Observatorio Nacional de Radioastronomía (NRAO) se estableció de Green Banck, Virginia Occidental, Estados Unidos. Fue uno de los primeros observatorios dedicados a observar el Universo en longitudes de ondas de radio con el nuevo radiotelescopio de 26 metros de diámetro.
Por aquel entonces, un joven astrónomo de 29 años, Frank Drake, se pregunto a que distancia podría un radiotelescopio similar, detectar las emisiones radiales procedentes de la Tierra. Finalmente se pudo determinar que podría detectar las señales de radio a una distancia de entre diez a veinte años luz, lo cual era una distancia importante para esa época.
De igual manera, una civilización extraterrestre podría estar emitiendo señales de radio al espacio que podrían ser captadas por el radiotelescopio. “Deberíamos mirar”, dijo Drake a sus colegas, “Por lo que sabemos prácticamente cada estrella del cielo tiene una civilización que está transmitiendo”. Otto Struve, el director del NRAO estuvo de acuerdo con Drake.
Pero surgió un problema, ¿en que longitud de onda transmitiría una civilización extraterrestre? Finalmente se seleccionó una longitud de onda tanto por razones pragmáticas como por motivos científicos, la de 21 centímetros correspondientes al hidrógeno neutro.
El proyecto Ozma se debería mantener en secreto ya que no deseaban que se diera a publicidad porque temían una catarata de críticas por parte de la comunidad científica de aquella época. Así a las 06:00 de la mañana del 11 de Abril de 1960, Frank Drake y sus colaboradores dieron inicio al Proyecto Ozma, llamado así en honor de la reina de Oz, un reino de ficción famoso por su mago.
Los dos primeros objetivos del Proyecto Ozma fueron las estrellas Tau Ceti y Épsilon Eridani, a 11,9 y 10,8 años luz respectivamente. Dos estrellas lo suficientemente cercanas como para captar con facilidad las hipotéticas señales de radio.
El Dr. Frank Drake junto a un radiotelescopio
Luego de seis horas de cuidadosa observación de la estrella Tau Ceti, no se detecto absolutamente nada. Luego se prosiguió con el análisis de Épsilon Eridani. Ni bien el radiotelescopio apunto a esta estrella, detecto una señal muy intensa que sonaba de manera regular unas ocho veces por minuto. No hay ninguna fuente de emisión natural que pueda emitir una señal de esas características. Era indudablemente de origen artificial. Fue entonces cuando Drake y su equipo se preguntaron si esto sería así de fácil, con solo apuntar el radiotelescopio a una estrella se podría captar una señal inteligente proveniente de otra civilización. Pero minutos más tarde, la señal se desvaneció repentinamente. Diez días más tarde la señal reapareció, pero para ese entonces los científicos contaban con un segundo receptor que les permitió comprobar que esa señal tenía origen terrestre, probablemente era emitida por un avión militar que sobrevolaba la zona. Fue una gran decepción y aunque se continuaron las observaciones de estas dos estrellas, jamás se volvieron a detectar señales inteligentes.
Carl Sagan comparó esta búsqueda con la de una aguja en un pajar, una muy buena analogía para ejemplificarla.
El Observatorio de Arecibo en Puerto Rico, el más grande del mundo