Una erupción solar podría dañar las telecomunicaciones terrestres

 

El Sol ha entrado en un proceso de erupción que enviará miles de millones de toneladas de partículas al espacio y que podrían llegar a la Tierra entre uno y tres días más tarde, causando daños a los sistemas electrónicos de los satélites.

   Las partículas de la erupción han abandonado el Sol a una velocidad de unos 380 kilómetros por segundo, bastante común ateniéndose a anteriores fenómenos similares, tal y como recogen los datos del Observatorio de Relaciones Solar y Terrestre de la NASA.

 

El Sol ha entrado en un proceso de erupción que enviará miles de millones de toneladas de partículas al espacio y que podrían llegar a la Tierra entre uno y tres días más tarde, causando daños a los sistemas electrónicos de los satélites.

   Las partículas de la erupción han abandonado el Sol a una velocidad de unos 380 kilómetros por segundo, bastante común ateniéndose a anteriores fenómenos similares, tal y como recogen los datos del Observatorio de Relaciones Solar y Terrestre de la NASA.

  Según explica la NASA, estas partículas son inofensivas para los humanos, si bien una de sus consecuencias es la de causar un fenómeno meteorológico conocido como tormenta geomagnética.

   Entre las consecuencias de estas tormentas magnéticas, se produce la degradación de las señales de comunicación de los satélites, al ser causantes de un aumento repentino de carga en las redes de energía. La NASA mantendrá vigilancia respecto a la evolución de este fenómeno.

Fuente: Europa Press

La NASA rastrea la pluma del meteorito caído en Rusia

Cuando un meteoro impacta en la Tierra, una parte de él alcanza nuestra superficie, pero una inmensa proporción explota y se transforma en polvo en cuanto entra en fricción con la atmósfera

El físico atmosférico Nick Gorkavyi no pudo ser testigo presencial de uno de los acontecimientos del siglo, cuando el pasado invierno un meteorito explotó sobre su ciudad natal de Chelyabinsk, en Rusia. Sin embargo, Gorkavyi y sus colegas de la NASA han sido testigos de una visión nunca antes vista de las secuelas de la explosión atmosférica del meteorito. Poco después del amanecer el 15 de febrero de 2013, el meteoro o bólido, que medía 18 metros de ancho y tenía un peso de 11.000 toneladas, impactó contra la atmósfera de la Tierra a 18.6 kilómetros por segundo. Quemándose por la fricción con el aire de la Tierra, la roca espacial explotó a 23 kilómetros por encima de las cabezas de los vecinos de Chelyabinsk.

La explosión fue de una potencia 30 veces superior a la energía de la bomba atómica que destruyó Hiroshima. Sin embargo, comparándolo con otros bólidos, su tamaño y potencia destructiva han sido inapreciables. El meteoro que impacto en la Tierra provocando extinciones masivas, incluyendo la de los dinosaurios, medía cerca de 10 kilómetros de ancho y liberó una energía de cerca mil millones de veces la de la bomba atómica.

Algunos de los pedazos sobrevivientes del bólido de Chelyabinsk cayeron al suelo. Sin embargo, la explosión también depositó cientos de toneladas de polvo en la estratosfera, lo que ha permitido a un satélite de la NASA hacer mediciones sin precedentes de cómo el material formó un cinturón de polvo estratosférico delgado, pero cohesivo y persistente.

"Queríamos saber si nuestro satélite podría detectar el polvo de los meteoritos", dijo Gorkavyi, del Goddard Space Center de la NASA en Greenbelt, Maryland, que dirigió el estudio que ha sido aceptado para su publicación en la revista Geophysical Research Letters. "De hecho, hemos visto la formación de un nuevo cinturón de polvo en la estratosfera de la Tierra, y por primera vez se ha logrado la observación en el espacio de la evolución a largo plazo de una pluma de meteorito". Gorkavyi y sus colegas combinaron una serie de mediciones de satélites con los modelos atmosféricos para simular la forma de la pluma tras la explosión del bólido, y vieron que se desarrolló como una corriente en chorro que recorrió toda la estratosfera del hemisferio norte.

Cerca de 3,5 horas después de la explosión inicial, un satélite de la NASA dedicado a estudiar la evolución del ozono, el Suomi NPP, detectó la pluma en la parte alta atmósfera, a una altitud de cerca de 40 kilómetros, moviéndose rápidamente hacia el este a aproximadamente 300 kilómetros por hora. El día después de la explosión, el satélite detectó que la pluma continuaba su flujo volando hacia el este hasta llegar a las islas Aleutianas. Las partículas más grandes, más pesadas, comenzaron a perder altura y velocidad, mientras que sus las más pequeñas y ligeras se quedaron en el aire y mantuvieron su velocidad dependiendo de las variaciones de velocidad del viento en las diferentes altitudes.

Cuando un meteoro impacta en la Tierra, una parte de él alcanza nuestra superficie, pero una inmensa proporción explota y se transforma en polvo en cuanto entra en fricción con la atmósfera

El físico atmosférico Nick Gorkavyi no pudo ser testigo presencial de uno de los acontecimientos del siglo, cuando el pasado invierno un meteorito explotó sobre su ciudad natal de Chelyabinsk, en Rusia. Sin embargo, Gorkavyi y sus colegas de la NASA han sido testigos de una visión nunca antes vista de las secuelas de la explosión atmosférica del meteorito. Poco después del amanecer el 15 de febrero de 2013, el meteoro o bólido, que medía 18 metros de ancho y tenía un peso de 11.000 toneladas, impactó contra la atmósfera de la Tierra a 18.6 kilómetros por segundo. Quemándose por la fricción con el aire de la Tierra, la roca espacial explotó a 23 kilómetros por encima de las cabezas de los vecinos de Chelyabinsk.

La explosión fue de una potencia 30 veces superior a la energía de la bomba atómica que destruyó Hiroshima. Sin embargo, comparándolo con otros bólidos, su tamaño y potencia destructiva han sido inapreciables. El meteoro que impacto en la Tierra provocando extinciones masivas, incluyendo la de los dinosaurios, medía cerca de 10 kilómetros de ancho y liberó una energía de cerca mil millones de veces la de la bomba atómica.

Algunos de los pedazos sobrevivientes del bólido de Chelyabinsk cayeron al suelo. Sin embargo, la explosión también depositó cientos de toneladas de polvo en la estratosfera, lo que ha permitido a un satélite de la NASA hacer mediciones sin precedentes de cómo el material formó un cinturón de polvo estratosférico delgado, pero cohesivo y persistente.

"Queríamos saber si nuestro satélite podría detectar el polvo de los meteoritos", dijo Gorkavyi, del Goddard Space Center de la NASA en Greenbelt, Maryland, que dirigió el estudio que ha sido aceptado para su publicación en la revista Geophysical Research Letters. "De hecho, hemos visto la formación de un nuevo cinturón de polvo en la estratosfera de la Tierra, y por primera vez se ha logrado la observación en el espacio de la evolución a largo plazo de una pluma de meteorito". Gorkavyi y sus colegas combinaron una serie de mediciones de satélites con los modelos atmosféricos para simular la forma de la pluma tras la explosión del bólido, y vieron que se desarrolló como una corriente en chorro que recorrió toda la estratosfera del hemisferio norte.

Cerca de 3,5 horas después de la explosión inicial, un satélite de la NASA dedicado a estudiar la evolución del ozono, el Suomi NPP, detectó la pluma en la parte alta atmósfera, a una altitud de cerca de 40 kilómetros, moviéndose rápidamente hacia el este a aproximadamente 300 kilómetros por hora. El día después de la explosión, el satélite detectó que la pluma continuaba su flujo volando hacia el este hasta llegar a las islas Aleutianas. Las partículas más grandes, más pesadas, comenzaron a perder altura y velocidad, mientras que sus las más pequeñas y ligeras se quedaron en el aire y mantuvieron su velocidad dependiendo de las variaciones de velocidad del viento en las diferentes altitudes.

Para el 19 de febrero, cuatro días después de la explosión, la parte más rápida, en los más alto de la pluma, había serpenteado por todo el hemisferio norte al completo y ya estaba de vuelta sobre Chelyabinsk. Pero la evolución de la pluma continuó, y al menos tres meses más tarde todavía se podía detectar sobre todo el planeta una banda del persistente polvo del bólido.

Las simulaciones de los científicos, en base a las observaciones iniciales del Suomi NPP y de los conocimientos previos sobre la circulación estratosférica, confirmaron la evolución observada de la pluma, tanto en lo que se refirió a la ubicación como a la estructura vertical. "Hace treinta años, sólo podíamos afirmar que la pluma se había incrustado en la corriente en chorro de la estratosfera", dijo Paul Newman, jefe científico del Laboratorio de Ciencias Atmosféricas en Goddard. "Hoy en día, nuestros modelos nos permiten rastrear con precisión la pluma del bólido y entender su evolución a medida que avanza por todo el mundo."

Las implicaciones de este estudio están por verse. Cada día, alrededor de 30 toneladas de pequeño material del espacio llegan a la Tierra y quedan suspendidos en la zona alta de la atmósfera. Incluso con la adición de los restos de Chelyabinsk, el medio ambiente allí se mantiene relativamente limpio. Las partículas son pequeñas y dispersas, en contraste con una capa estratosférica justo debajo donde se recogen abundantes restos aerosoles naturales de volcanes y otras fuentes.

Aún así, con la actual tecnología de satélites que es capaz de medir con mayor precisión las partículas atmosféricas minúsculas, los científicos pueden emprender nuevos estudios en física atmosférica de gran altitud tales como conocer previamente la mecánica de las plumas de los meteoritos o saber cómo pueden influir estos escombros en las nubes estratosféricas y mesosféricas.

Ya hace tiempo que los científicos sabían que los restos de un bólido explosionado podían permanecer en lo alto en la atmósfera. En 2004, unos científicos en la Antártida hicieron una observación directa de la pluma de un bólido de 1.000 toneladas. "Pero ahora, en la era espacial, con toda esta tecnología, podemos alcanzar un nivel muy diferente de la comprensión de la inyección y la evolución de polvo de meteoritos en la atmósfera", comenta Gorkavyi. "Por supuesto, el bólido de Chelyabinsk es mucho más pequeño que el asesino de dinosaurios, y eso es bueno: Tenemos la oportunidad única de estudiar con seguridad un tipo de eventos potencialmente muy peligroso".

Fuente: ABC

El Curiosity capta un eclipse en Marte

El 'Curiosity' ha grabado imágenes de Fobos, la luna más grande de Marte, pasando directamente frente a Deimos, la segunda luna del planeta rojo, según publica este viernes la página web de la NASA.

 

El 'Curiosity' ha grabado imágenes de Fobos, la luna más grande de Marte, pasando directamente frente a Deimos, la segunda luna del planeta rojo, según publica este viernes la página web de la NASA.

 

   La NASA especifica que en la secuencia se pueden apreciar "con claridad" los grandes cráteres de Fobos, captados por 'Curiosity' desde la superficie marciana y destaca que "nunca antes" se había conseguido captar desde la superficie de Marte un eclipse entre sus lunas.

   El vídeo del eclipse se puede ver en el canal de Youtube de la NASA, en el que se refleja la secuencia acelerada, en apenas 15 segundos.

Fuente: Europa Press

Cuenta regresiva/El cambio de polaridad del Sol, los humanos y la tecnología

El campo magnético del sol cambiará en los próximos dos o tres meses y, por ese motivo, la polaridad se invertirá. Muchos científicos auguran problemas con la tecnología pero también podría afectar a los seres humanos, indicó a AIM el presidente de la AEA, Mariano Peter.

En diálogo con esta Agencia, Peter explicó que “el sol tiene la particularidad de ser un objeto gaseoso. Contrariamente, la Tierra tiene campo magnético muy importante que nos protege de la radiación que a veces se invierte pero de manera uniforme”.

Con el sol, “no pasa esto, porque sus capas giran a diferente velocidad y su campo magnético está conformado con líneas de fuerza. Las de la tierra son homogéneas y pueden cambiar de posición pero manteniendo la armonía”.

“El sol gira a distintas velocidades y al ser gas, el campo magnético genera tramas enredadas y así se producen las explosiones que afectan a la tierra”.

“Esas líneas se mezclan, se hacen tramas y eso es lo que produce los fenómenos conocidos como explosiones solares, que pueden amenazar a la tecnología e inclusive afectar a las personas”, detalló el especialista a AIM y añadió que “la gente que queda expuesta puede tener consecuencias, tales como cáncer o bien serie de problemas a mujeres embarazadas”.

El campo magnético del sol cambiará en los próximos dos o tres meses y, por ese motivo, la polaridad se invertirá. Muchos científicos auguran problemas con la tecnología pero también podría afectar a los seres humanos, indicó a AIM el presidente de la AEA, Mariano Peter.

En diálogo con esta Agencia, Peter explicó que “el sol tiene la particularidad de ser un objeto gaseoso. Contrariamente, la Tierra tiene campo magnético muy importante que nos protege de la radiación que a veces se invierte pero de manera uniforme”.

Con el sol, “no pasa esto, porque sus capas giran a diferente velocidad y su campo magnético está conformado con líneas de fuerza. Las de la tierra son homogéneas y pueden cambiar de posición pero manteniendo la armonía”.

“El sol gira a distintas velocidades y al ser gas, el campo magnético genera tramas enredadas y así se producen las explosiones que afectan a la tierra”.

“Esas líneas se mezclan, se hacen tramas y eso es lo que produce los fenómenos conocidos como explosiones solares, que pueden amenazar a la tecnología e inclusive afectar a las personas”, detalló el especialista a AIM y añadió que “la gente que queda expuesta puede tener consecuencias, tales como cáncer o bien serie de problemas a mujeres embarazadas”.

“No se sabe cada cuanto ocurren, pero de pasar, volveríamos a la edad de piedra, ya que quedaríamos sin electricidad y se tardaría entre tres a 10 años en reconstruir la red eléctrica”, pero “de lo que no hay duda es que estamos en los años de mayor actividad”, sostuvo.

Según explicó el geólogo ruso, Konstantin Ranks, el mundo se acerca rápidamente a un momento “nunca visto antes en la historia de la civilización tecnológica que convertirá a todas las esperanzas de un gran futuro electrónico en una completa tontería”.

Según explicó, el anterior cambio de polaridad fue en el 2000, cuando todo el mundo se conectaba a través de módems.

“Imaginemos que la mayoría de nuestros satélites simplemente dejan de funcionar. No habrá una radio de onda corta, Internet solo funcionará con cable, los teléfonos móviles van a desaparecer”, asegura Ranks en uno de sus artículos.

El cambio, según explica, puede afectar no solo a Internet o los teléfonos, sino también poner en peligro los sistemas de mando y de control nuclear, los complejos equipos de los hospitales o los circuitos bancarios y de cambio.

Fuente: AIM Digital

Las galaxias tenían formas «maduras» hace 11.500 millones de años

 

Un equipo internacional de astrónomos liderado por la candidata doctoral BoMee Lee y su asesor Mauro Giavalisco, de la Universidad de Massachusetts en Amherst, Estados Unidos, han establecido que las galaxias de aspecto "maduro" existían mucho antes de lo que se sabía, cuando el universo tenía sólo alrededor de 2.500 millones de años, o hace 11.500 millones años, como recoge la edición digital de 'The Astrophysical Journal'. "Encontrarlas tan lejos en el tiempo es un descubrimiento importante", afirma Lee.

   El equipo utilizó dos cámaras del telescopio espacial Hubble, la cámara de campo ancho 3 (WFC3) y la Cámara Avanzada para Sondeos (ACS), además de las observaciones del 'Hubble's Cosmic Assembly Near-infrared Deep Extragalactic Legacy Survey' (CANDELS), el proyecto más grande en la historia del telescopio con 902 órbitas asignadas a observación, para explorar las formas y los colores de las galaxias distantes en el último 80 por ciento de la historia del Universo.

   Lee destaca que el enorme conjunto de datos de CANDELS permitió a su equipo analizar el mayor número de estas galaxias estudiado hasta ahora, un total de 1.671, de forma consistente y detallada. "La gran resolución y sensibilidad de WFC3 fue un gran recurso para estudiar sistemáticamente las galaxias antiguas en el universo temprano", agrega Lee.

   Esta experta y sus colegas confirman en un periodo anterior al visto hasta ahora que las formas y los colores de estas jóvenes galaxias extremadamente distantes se ajustan al sistema de clasificación visual introducido en 1926 por Edwin Hubble y conocido como la secuencia de Hubble, que clasifica las galaxias en dos grandes grupos: elípticas y espirales, con las galaxias lenticulares como un grupo de transición. El sistema se basa en su capacidad para formar estrellas, que a su vez determina sus colores, formas y tamaños.

 

Un equipo internacional de astrónomos liderado por la candidata doctoral BoMee Lee y su asesor Mauro Giavalisco, de la Universidad de Massachusetts en Amherst, Estados Unidos, han establecido que las galaxias de aspecto "maduro" existían mucho antes de lo que se sabía, cuando el universo tenía sólo alrededor de 2.500 millones de años, o hace 11.500 millones años, como recoge la edición digital de 'The Astrophysical Journal'. "Encontrarlas tan lejos en el tiempo es un descubrimiento importante", afirma Lee.

   El equipo utilizó dos cámaras del telescopio espacial Hubble, la cámara de campo ancho 3 (WFC3) y la Cámara Avanzada para Sondeos (ACS), además de las observaciones del 'Hubble's Cosmic Assembly Near-infrared Deep Extragalactic Legacy Survey' (CANDELS), el proyecto más grande en la historia del telescopio con 902 órbitas asignadas a observación, para explorar las formas y los colores de las galaxias distantes en el último 80 por ciento de la historia del Universo.

   Lee destaca que el enorme conjunto de datos de CANDELS permitió a su equipo analizar el mayor número de estas galaxias estudiado hasta ahora, un total de 1.671, de forma consistente y detallada. "La gran resolución y sensibilidad de WFC3 fue un gran recurso para estudiar sistemáticamente las galaxias antiguas en el universo temprano", agrega Lee.

   Esta experta y sus colegas confirman en un periodo anterior al visto hasta ahora que las formas y los colores de estas jóvenes galaxias extremadamente distantes se ajustan al sistema de clasificación visual introducido en 1926 por Edwin Hubble y conocido como la secuencia de Hubble, que clasifica las galaxias en dos grandes grupos: elípticas y espirales, con las galaxias lenticulares como un grupo de transición. El sistema se basa en su capacidad para formar estrellas, que a su vez determina sus colores, formas y tamaños.

 "Otra pieza del rompecabezas es que todavía no sabemos por qué las rojas y muertas galaxias elípticas actuales son viejas y no pueden formar estrellas, mientras las espirales, como nuestra propia Vía Láctea, siguen formando nuevas estrellas. Esto no es sólo un esquema de clasificación que corresponde a una profunda diferencia en las propiedades físicas de las galaxias y cómo se formaron", señala.

   Así, Lee relata que la pregunta clave de la investigación fue cuándo y en qué plazo de tiempo se formó la secuencia de Hubble. Para responder a esto, es necesario mirar a las galaxias distantes y compararlas con sus parientes más cercanos y ver si también pueden ser descritos de la misma manera. "La secuencia de Hubble sustenta gran parte de lo que sabemos sobre cómo se forman las galaxias y evolucionan. Resulta que podríamos mostrar que esta secuencia ya existía desde hace 11.500 millones años", dijo.

   Las galaxias más masivas que la Vía Láctea son relativamente raras en el Universo joven y esta escasez ha impedido a los estudios previos conseguir una muestra suficientemente grande de las galaxias maduras para describir adecuadamente sus características. Las galaxias en estos primeros tiempos parecen ser sistemas en su mayoría irregulares sin morfología bien definida. Hay galaxias azules de formación estelar que a veces muestran estructuras como discos, protuberancias y macizos desordenados, así como galaxias rojas con poca o ninguna formación estelar, pero hasta ahora, nadie sabía si los colores rojos y azules estaban relacionados con la morfología de la galaxia, señalan los autores de este estudio.

   No hubo evidencia previa de que la secuencia de Hubble fuera cierta ya hace unos 8.000 millones de años, subrayan los investigadores, pero dicen que sus nuevas observaciones la empujan otros 2.500 millones de años atrás en el tiempo cósmico, lo que cubre el 80 por ciento de la historia del Universo.

   Estudios anteriores también habían llegado a esta época para estudiar galaxias de menor masa, pero ninguno había mirado de manera concluyente a las grandes galaxias maduras como la Vía Láctea. Las nuevas observaciones de Lee y sus colegas confirman que todas las galaxias tan atrás, grandes y pequeñas, se ajustan a la secuencia unos 2.500 millones de años después del Big Bang.

   "Está claro que la secuencia de Hubble se formó muy rápidamente en la historia del cosmos y que no fue un proceso lento", añade Giavalisco. "Ahora tenemos que volver a la teoría y tratar de averiguar cómo y por qué", adelanta este investigador.

Fuente: Europa Press