Satélite ecuatoriano Pegaso tendrá un costo de $500.000

El primer satélite ecuatoriano será puesto en órbita en el mes de noviembre de este año según Ronnie Nader, astronauta ecuatoriano, creador y líder del proyecto. El denominado NEE-01 Pegaso, pesa 1,2 kilos y mide 75 centímetros de largo y 10 de alto.

"NEE-01 significa Nave Espacial Ecuatoriana 01 y el nombre Pegaso obedece al mito griego del caballo sobre el cual el héroe Perseo alcanzó lo inimaginable. La leyenda dice que gracias a las alas de Pegaso todo un pueblo conquistó la libertad y el progreso", explicó Nader en su carta dirigida a la nación.

Este artefacto tecnológico fue construido totalmente por "manos y mentes ecuatorianas" con objetivos técnicos, educativos y científicos. El satélite se encargará monitorear asteroides en fase de aproximación a la tierra y contribuirá con el control y registro de la basura espacial.

Asimismo, permitirá a los ecuatorianos observar, a través del Internet, lo que ocurre en el espacio en tiempo real ya que el satélite contará con una cámara de televisión instalada que transmitirá lo que ocurre en el espacio, además enviará señales codificadas que servirán para el estudio y practica de matemáticas, física, estadística y ciencias naturales.

La Agencia Espacial Civil Ecuatoriana (EXA) y el gobierno respaldan económicamente el proyecto, cuyo costo aproximado es de $500 mil.

El primer satélite ecuatoriano será puesto en órbita en el mes de noviembre de este año según Ronnie Nader, astronauta ecuatoriano, creador y líder del proyecto. El denominado NEE-01 Pegaso, pesa 1,2 kilos y mide 75 centímetros de largo y 10 de alto.

"NEE-01 significa Nave Espacial Ecuatoriana 01 y el nombre Pegaso obedece al mito griego del caballo sobre el cual el héroe Perseo alcanzó lo inimaginable. La leyenda dice que gracias a las alas de Pegaso todo un pueblo conquistó la libertad y el progreso", explicó Nader en su carta dirigida a la nación.

Este artefacto tecnológico fue construido totalmente por "manos y mentes ecuatorianas" con objetivos técnicos, educativos y científicos. El satélite se encargará monitorear asteroides en fase de aproximación a la tierra y contribuirá con el control y registro de la basura espacial.

Asimismo, permitirá a los ecuatorianos observar, a través del Internet, lo que ocurre en el espacio en tiempo real ya que el satélite contará con una cámara de televisión instalada que transmitirá lo que ocurre en el espacio, además enviará señales codificadas que servirán para el estudio y practica de matemáticas, física, estadística y ciencias naturales.

La Agencia Espacial Civil Ecuatoriana (EXA) y el gobierno respaldan económicamente el proyecto, cuyo costo aproximado es de $500 mil.

Nader indicó que gracias al NEE-01 PEGASO el panorama del Ecuador cambiará radicalmente ante el mundo en campos como la tecnología, la ciencia y la educación debido a que ningún país latinoamericano ha fabricado satélites "desde cero como en este caso".

"Ya nos han pedido colaboración para obtener la señal del satélite y demostraremos que nuestra tecnología es sólida y eso nos dará total independencia en las operaciones del satélite", agregó.

El satélite fue construido en secreto durante aproximadamente un año, desde abril del 2010 hasta marzo del 2011, debido a que "EXA tiene la política de no anunciar planes sino hechos".A través de diferentes convenios de cooperación, la EXA ofrecerá el vídeo proporcionado por el artefacto a diferentes organizaciones mundiales que investiguen los objetos cercanos al planeta tierra.

El satélite orbitará a 900 kilómetros de altura y será instalado desde el cosmódromo de Dombarovski, Rusia, a bordo de un cohete Dnepr. (MJR)

Prof. Ramos José María
Santa Fe de la Vera Cruz – Argentina
Miembro del Centro de observadores del Espacio

Barcelona Moon Team pretende enviar un robot en 2014

Al final, resultó que la Luna no era de queso. Cuando el astronauta Neil Armstrong daba “un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la Humanidad”, al posar el pie en el polvoriento suelo lunar, ponía a la cabeza de la carrera espacial a los estadounidenses. Años antes, en 1961, motivado por los avances soviéticos (el Sputnik, la perrita Laika, etc), el presidente J.F. Kennedy instaba a sus compatriotas ante el Congreso a poner un hombre en la Luna y traerlo de vuelta sano y salvo “antes de que acabase la década”. Fueron años de auge en la investigación espacial. Y lo consiguieron. Con la desaparición de la Unión Soviética en 1989, parece que invertir en (y defenderse desde) el espacio perdía algo de su gracia. Definitivamente, con la rampante crisis económica mundial, el presidente Obama ha decidido que los viajes a la Luna no serán una prioridad durante su mandato. La fiebre del espacio, como tantas otras fiestas, ha terminado, y la cosa ha quedado en manos, pues, de los inversores privados: en 2001, el multimillonario Dennis Tito fue el primer turista espacial, y en 2004, el ingeniero Burt Rutan construyó la primera nave espacial con financiación enteramente privada.
El presupuesto del proyecto español es de 54 millones de euros.

Al final, resultó que la Luna no era de queso. Cuando el astronauta Neil Armstrong daba “un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la Humanidad”, al posar el pie en el polvoriento suelo lunar, ponía a la cabeza de la carrera espacial a los estadounidenses. Años antes, en 1961, motivado por los avances soviéticos (el Sputnik, la perrita Laika, etc), el presidente J.F. Kennedy instaba a sus compatriotas ante el Congreso a poner un hombre en la Luna y traerlo de vuelta sano y salvo “antes de que acabase la década”. Fueron años de auge en la investigación espacial. Y lo consiguieron. Con la desaparición de la Unión Soviética en 1989, parece que invertir en (y defenderse desde) el espacio perdía algo de su gracia. Definitivamente, con la rampante crisis económica mundial, el presidente Obama ha decidido que los viajes a la Luna no serán una prioridad durante su mandato. La fiebre del espacio, como tantas otras fiestas, ha terminado, y la cosa ha quedado en manos, pues, de los inversores privados: en 2001, el multimillonario Dennis Tito fue el primer turista espacial, y en 2004, el ingeniero Burt Rutan construyó la primera nave espacial con financiación enteramente privada.
El presupuesto del proyecto español es de 54 millones de euros.

Y aquí es donde entra el ubicuo Google, con el premio Google Lunar X Prize (con la X Price Foundation, dedicada a promover avances radicales en ciencia y tecnología), que otorga 20 millones de dólares a la primera misión con financiación privada (al 90%) que ponga un robot en la Luna. El robot tiene que desplazarse al menos 500 metros sobre la superficie lunar, transmitir video, imágenes y datos a la Tierra. Hay 26 equipos compitiendo alrededor del orbe terrestre, buscando financiación, diseñando diferentes misiones y construyendo los robots lunares. Y uno de ellos está en Barcelona: es el Barcelona Moon Team, que pretende enviar su robot (lo lanzará desde China) a la Luna en la segunda mitad del año 2014. “Ésta es una oportunidad para realizar un proyecto complejo en nuestro país. Creemos que es un reto (tecnológico, financiero) y al mismo tiempo una oportunidad para nuestras empresas para liderar un proyecto único, y abordar nuevos roles como integristas, y no solo como proveedores de misiones extranjeras”, explica Xavier Claramunt, jefe del equipo y fundador de Galatic Suite, la empresa promotora. Los promotores creen que el proyecto ayudará a las empresas participantes a desarrollar nuevo conocimiento para iniciativas futuras en esta área. “Asimismo”, continúa Claramunt, “consideramos esta misión como la demostración de una nueva estrategia para realizar misiones low cost al espacio, que darán respuesta a un nuevo mercado integrado por nuevos clientes como pequeños países, empresas privadas, etc, que buscan nuevas maneras de afrontar misiones al espacio con menores costes, reutilización de tecnologías o una nueva gestión del riesgo”.
Pero, claro, poner una nave en la Luna no es un juego de niños. “Hay varias dificultades”, dice Marc Zaballa, responsable técnico, “como reunir el equipo con las capacidades técnicas para realizarlo. Hay que tener en cuenta que solo dos naciones han posado un aparato sobre la Luna (EE UU y la URSS) y que sólo existen cuatro robots que hayan ‘caminado’ encima de un cuerpo celeste distinto de la Tierra. Así pues, lo que estamos intentando es algo complejo”. En el Barcelona Moon Team colaboran instituciones como el Instituto Nacional de Técnica Aerospacial, la Universidad Politécnica de Cataluña y empresas como Altran, GMV o Thales Alenia Space España. “Aún así”, cuenta Zaballa, “técnicamente, la parte de la misión más compleja es el alunizaje que debe de realizarse con precisión y suavidad. Esta fase se realiza de modo casi automático y es uno de los retos más importantes de la misión. Una vez alunizado, nuestro rover realizará los objetivos obligatorios marcados por Google. Otros objetivos secundarios (encontrar agua, recorrer 5000 metros, encontrar restos de las misiones son también un reto importante. Finalmente otros objetivos (sobrevivir una noche lunar) por el momento no se piensa abordarlos”. La Luna es un entorno hostil, incluso más que Marte, para una misión robótica: no tiene atmósfera ni campo magnético que la proteja, hay temperaturas extremas, vacío y fino polvo lunar que puede inutilizar ciertos mecanismos, además de la posible morfología complicada del territorio en el que se alunice.
La parte de la misión más compleja técnicamente es el alunizaje
El presupuesto total del Barcelona Moon Team es de 54 millones, que incluyen el diseño de la nave y el robot, la construcción de ambos, la contratación del lanzador en China, el lanzamiento y operaciones durante las semanas que durará la misión, así como las acciones de difusión que se llevarán a cabo hasta 2014. La financiación se divide entre patrocinadores chinos (ya comprometida), patrocinadores españoles y europeos (en proceso de consecución), y la venta de servicios y de carga extra a las agencias espaciales y privados.
Aunque esta no es una misión científica, incluirá algunos experimentos como Selena: “Es un aparato que pretende demostrar (ya lo hemos hecho en laboratorios terrestres) la capacidad de extraer oxígeno de las rocas lunares (que tienen mucho pero está combinado con otros elementos) allá mismo. Así, las rocas de la Luna se podrían llegar a convertir en un recurso natural importantísimo en nuestro satélite, pues nos ayudaría a ahorrar en gastos de transporte desde la Tierra de este gas, que se utiliza para la propulsión de naves y para sistemas de apoyo vital”, cuenta Ignasi Casanova, responsable científico de la operación. Además, el Barcelona Moon Team observará el concepto de Protección Planetaria, que insta a proteger el, digamos, “medio ambiente” fuera de nuestro planeta: “Si, como se prevé, cada día serán más frecuentes los viajes al espacio (orbital y planetario)”, explica Casanova, “hemos de asegurar que las condiciones no se alteran como consecuencia de la ‘colonización’ robótica o humana. Por cuestiones de seguridad (por ejemplo, es peligrosísima la ‘basura espacial’ porque puede llegar a chocar a altas velocidades contra otras naves) y, naturalmente, de preservación de nuestro entorno”.
 
Sergio C. Fanjul, Madrid

Técnicos rusos establecen contacto con dos satélites perdidos

Especialistas de la empresa rusa Sistemas Satelitales de Información (SSI) Reshetniov establecieron comunicación con el satélite indonesio Telkom-3, uno de los dos satélites que quedaron fuera de control y se convirtieron en basura espacial debido a un fallo del cohete ruso Protón-M.
“El satélite está orientado hacia el sol y a bordo se mantiene el balance energético positivo. Los paneles solares del vehículo espacial se abrieron”, indicó en un comunicado la empresa rusa, que desarrolló y fabricó el Telkom-3.
Aunque todos los sistemas del satélite funcionan correctamente, su utilización para los fines previstos es imposible debido a que se encuentra fuera de la órbita operacional, reconoció el fabricante.

Especialistas de la empresa rusa Sistemas Satelitales de Información (SSI) Reshetniov establecieron comunicación con el satélite indonesio Telkom-3, uno de los dos satélites que quedaron fuera de control y se convirtieron en basura espacial debido a un fallo del cohete ruso Protón-M.
“El satélite está orientado hacia el sol y a bordo se mantiene el balance energético positivo. Los paneles solares del vehículo espacial se abrieron”, indicó en un comunicado la empresa rusa, que desarrolló y fabricó el Telkom-3.
Aunque todos los sistemas del satélite funcionan correctamente, su utilización para los fines previstos es imposible debido a que se encuentra fuera de la órbita operacional, reconoció el fabricante.

No obstante, según el director general y diseñador en jefe de SSI Reshetniov, Nikolái Testoédov, el satélite indonesio podría utilizarse en pruebas del nuevo plataforma espacial Express-1000N que se había utilizado para crear el satélite Amos-5.
“Estamos ahora trabajando en un programa especial, y si los propietarios del satélite, la empresa indonesia o la aseguradora en su caso, nos facilitan esta posibilidad, podríamos llevar a cabo unas pruebas complementarias de nuestra plataforma con este aparato. Además, hay una serie de ideas de lo que se podría hacer con él pese a que está fuera de la órbita operacional”, adelantó Testoédov.
El Telkom-3 junto al satélite ruso Express-MD2 despegó la noche del pasado 6 de agosto a bordo del propulsor Protón-M. Ambos satélites no se separaron de la fase superior del cohete debido a un fallo en el bloque acelerador Briz-M, cuyos motores funcionaron tan sólo siete segundos en lugar de los 18 minutos 5 segundos previstos.
El satélite Telkom-3, fabricado por SSI Reshetniov para la compañía РТ Telekomunikasi Indonesia Tbk, tenía que proporcionar comunicaciones en Indonesia e Indochina.

Fuente: RSS

El aporte argentino en la misión Curiosity

El robot de la NASA Curiosity consiguió superar hoy una difícil prueba y aterrizar en la superficie de Marte gracias a una maniobra nunca experimentada antes en la que bajó hasta tocar el suelo como "una araña colgada de un hilo", según la agencia espacial estadounidense.
La agencia espacial indicó que la misión, con un costo de unos 2.500 millones de dólares y cuyo propósito es determinar si en Marte ha habido vida, se desarrolla según lo programado.
"Los científicos van a poder investigar la historia de Marte a partir de la información del robot", resaltó Miguel San Martín, argentino que diseño el software para el aterrizaje de la nave, en diálogo con CN23.
Respecto de las posibilidades de vida en otros planetas, el investigador de la Nasa indicó: "Por ahí hay otro planeta con vida inteligente, debería haber, no somos los únicos. El universo es tan grande y la idea que haya vida en un solo planeta en esta inmensa galaxia no puede ser así".
 
La animación del aterrizaje.
El aterrizaje
“Los llamamos los siete minutos de terror: es el tiempo que tardará el descenso. La nave tiene que accionar 76 dispositivos distintos en ese tiempo para que todo salga bien”, explicó Miguel San Martín, el ingeniero argentino que diseñó un software para que el aterrizaje sea automático, debido a que no se podrá comandar en vivo, y además es el encargado de la guía, navegación y control de la nueva misión de la Nasa.

El robot de la NASA Curiosity consiguió superar hoy una difícil prueba y aterrizar en la superficie de Marte gracias a una maniobra nunca experimentada antes en la que bajó hasta tocar el suelo como "una araña colgada de un hilo", según la agencia espacial estadounidense.
La agencia espacial indicó que la misión, con un costo de unos 2.500 millones de dólares y cuyo propósito es determinar si en Marte ha habido vida, se desarrolla según lo programado.
"Los científicos van a poder investigar la historia de Marte a partir de la información del robot", resaltó Miguel San Martín, argentino que diseño el software para el aterrizaje de la nave, en diálogo con CN23.
Respecto de las posibilidades de vida en otros planetas, el investigador de la Nasa indicó: "Por ahí hay otro planeta con vida inteligente, debería haber, no somos los únicos. El universo es tan grande y la idea que haya vida en un solo planeta en esta inmensa galaxia no puede ser así".
 
La animación del aterrizaje.
El aterrizaje
“Los llamamos los siete minutos de terror: es el tiempo que tardará el descenso. La nave tiene que accionar 76 dispositivos distintos en ese tiempo para que todo salga bien”, explicó Miguel San Martín, el ingeniero argentino que diseñó un software para que el aterrizaje sea automático, debido a que no se podrá comandar en vivo, y además es el encargado de la guía, navegación y control de la nueva misión de la Nasa.

La fricción atmosférica por sí misma no es suficiente para frenar el descenso, por lo cual a unos 11 kilómetros de la superficie marciana se desplegó el paracaídas supersónico de 16 metros de diámetro, el más grande que haya construido la NASA.
En una metamorfosis desde el ingreso en la atmósfera marciana, la cápsula pasó en 420 segundos de cono envuelto en temperaturas de casi 900 grados Celsius, a grúa flotante sobre ocho cohetes, y a algo parecido a una araña mecánica cuando se pose suavemente en el cráter Gale.
La atmósfera de Marte, compuesta mayormente de dióxido de carbono con trazas de nitrógeno y carbono, es cien veces menos densa que la de la Tierra, que es una mezcla de nitrógeno, oxígeno y otros gases.
En ese momento el paracaídas, que pesa unos 45 kilogramos, soportó una fuerza de 29.500 kilogramos, y aminoró la velocidad de descenso a unos 320 kilómetros por hora.
Los otros vehículos exploradores enviados a Marte descendieron en la superficie del planeta rodeados de grandes globos que amortiguaron el impacto, pero el tamaño y peso del Curiosity requiere un método diferente de descenso.
Con la cápsula a unos 8 kilómetros del suelo se soltó el escudo térmico, que es como la tapa de una sartén invertida, dejando al descubierto la "panza" del vehículo, desde la cual las cámaras tomarán imágenes de alta resolución, y un radar ayudará en la navegación hasta el punto elegido para el descenso.
Los ocho cohetes en los ángulos del aparato frenan la aproximación y cuando el robot se encontró a unos 20 metros del suelo, se abrió la reja que lo sostiene para que este se descuelgue mediante una grúa.
Doce segundos antes del contacto, Curiosity desplegó sus seis ruedas neumáticas en los extremos de patas articuladas.
Una vez que se alivió el peso, la grúa cortó los cables y su soporte flotante salió disparado hasta alrededor de un kilómetro, dejando al Curiosity de cara al suelo.
En el Laboratorio de Propulsión a Jet de la NASA en California hubo aplausos y abrazos luego de este lapso de suspenso extremo. En apenas unos minutos Curiosity envió sus primeras imágenes, que mostraban a sus ruedas a salvo sobre la superficie.
Curiosity, lanzado el 26 de noviembre de 2011 y cuya misión se ha programado para dos años, está diseñado y equipado para investigar si Marte es, o ha sido alguna vez, capaz de sustentar formas de vida.
El planeta rojo ha sido traicionero con los “visitantes” terrestres. De 26 objetos que el hombre osó enviar a su suelo, sólo seis lo lograron con éxito: Viking 1 y 2, Pathfinder, Opportunity, Spirit y Phoenix.
Obama
"El exitoso aterrizaje del Curiosity marca una victoria sin precedentes de la tecnología que permanecerá como un hito de orgullo nacional en el futuro", dijo el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.
"Felicito y agradezco a todos los hombres y mujeres de la NASA que hicieron realidad este remarcable logro, y espero con ansia lo que Curiosity tenga que descubrir", añadió.

Fuente: INFOnews

Siberia, basurero de cohetes

Es muy fácil encontrar chatarra que solía formar parte de cohetes espaciales en el bosque de Altai, remota región ubicada en la frontera de Rusia con Kazajistán. Trozos de brillo metálico de aleación ligera están aquí y allá, en el pasto y en los árboles.

Los cohetes rusos Protón han puesto en órbita muchos satélites, generando más de $6.000 millones para la industria espacial del país.

Pero cada vez que se lanza un cohete, los desechos caen en esa zona del este de Siberia, a cientos de kilómetros del cosmódromo de Baikonur, el principal y más antiguo centro de lanzamiento espacial.

Algunos de los trozos diseminados formaban parte de los tanques que portaban combustible tóxico.

Por ello, las personas que viven allí están preocupadas por los posibles riesgos que esos desechos puedan tener en su salud. Aunque se han hecho pocas investigaciones sobre el tema, los habitantes locales se sienten afectados.

"Los residuos de los cohetes caen aquí y eso debe estar afectando a la gente de alguna manera", dice Olga Tadykova, de 46 años, pediatra del pueblo de Karakoksha, en la República de Altai, región ubicada justo debajo de la trayectoria de vuelo de los cohetes espaciales.

Los desechos de los cohetes expulsados caen muy cerca de la aldea que Olga comparte con unos 1 500 habitantes.

Los ambientalistas creen que los restos de los cohetes contienen un combustible altamente tóxico -conocido como dimetil-hidrazina asimétrica (UDMH, por sus siglas en inglés)- que se expande por la atmósfera y penetra en el suelo y el agua, ocasionando daños a plantas y animales.

Es muy fácil encontrar chatarra que solía formar parte de cohetes espaciales en el bosque de Altai, remota región ubicada en la frontera de Rusia con Kazajistán. Trozos de brillo metálico de aleación ligera están aquí y allá, en el pasto y en los árboles.

Los cohetes rusos Protón han puesto en órbita muchos satélites, generando más de $6.000 millones para la industria espacial del país.

Pero cada vez que se lanza un cohete, los desechos caen en esa zona del este de Siberia, a cientos de kilómetros del cosmódromo de Baikonur, el principal y más antiguo centro de lanzamiento espacial.

Algunos de los trozos diseminados formaban parte de los tanques que portaban combustible tóxico.

Por ello, las personas que viven allí están preocupadas por los posibles riesgos que esos desechos puedan tener en su salud. Aunque se han hecho pocas investigaciones sobre el tema, los habitantes locales se sienten afectados.

"Los residuos de los cohetes caen aquí y eso debe estar afectando a la gente de alguna manera", dice Olga Tadykova, de 46 años, pediatra del pueblo de Karakoksha, en la República de Altai, región ubicada justo debajo de la trayectoria de vuelo de los cohetes espaciales.

Los desechos de los cohetes expulsados caen muy cerca de la aldea que Olga comparte con unos 1 500 habitantes.

Los ambientalistas creen que los restos de los cohetes contienen un combustible altamente tóxico -conocido como dimetil-hidrazina asimétrica (UDMH, por sus siglas en inglés)- que se expande por la atmósfera y penetra en el suelo y el agua, ocasionando daños a plantas y animales.

La doctora Tadykova ha tratado a niños locales durante dos décadas y durante los últimos años ha notado los mismos síntomas: anemia, alergias, dolor de garganta y enfermedades de la piel.

"Es posible que la causa sea el medio ambiente", dice. Ella señala que nadie se ha dedicado a investigar si existe un vínculo entre los lanzamientos espaciales y la salud de las personas del área en donde cae la basura espacial.

La mayoría de los alimentos que los habitantes locales tienen en sus mesas procede del bosque virgen de la taiga o de sus propios huertos. Hay muy pocas fuentes de ingresos para la población local. La caza y la recolección de piñones son las ocupaciones principales de los aldeanos.

Sin embargo, estas afirmaciones fueron rebatidas por Anatoly Kuzin, director adjunto del Centro de Investigación Khrunichev y el Centro de Producción Espacial.

Kuzin asegura que "no hay datos que prueben cualquier vínculo entre las enfermedades y la influencia de los componentes del combustible de cohetes o de la actividad del espacio de cualquier tipo".

Kuzin también dice que la agencia espacial rusa lleva a cabo investigaciones a fondo de manera constante y no ha encontrado un nivel significativo de toxicidad en los bosques de Altái.

Las personas que viven cerca de las áreas en que han caído los restos de los cohetes desean que esa investigación de la que habla Kuzin se haga pública.

También exigen más exámenes médicos y medicamentos gratuitos para quienes ya están enfermos.

Mientras tanto, los habitantes de Altái continúan sintiéndose ignorados y alegan que para Rusia los intereses comerciales y estratégicos son la prioridad.

Prof. Ramos José María
Santa Fe de la Vera Cruz – Argentina
Miembro del Centro de observadores del Espacio