Los satélites de la misión Swarm están estudiando la Anomalía del Atlántico Sur y una región de mínima intensidad magnética surgida en esta década, más al este.
La vida es posible en la superficie de la Tierra porque el campo magnético del planeta desvía el viento solar, evitando la erosión de la atmósfera y el bombardeo de la superficie por radiación de alta energía. De hecho, si no fuera por este campo, nuestro planeta se parecería a Marte, un mundo frío y reseco. Sin embargo, este campo magnético evoluciona y sufre cambios: atraviesa periodos de mayor o menor intensidad y los polos magnéticos cambian su posición e incluso llegan a invertirse.
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