
Imágen de la sonda Clementina
Con gran pragmatismo admite incluso que habría que fijar prioridades de investigación en función de consideraciones que van más allá de lo cientifíco, lo que generaría evidente escozor entre tantos epistemólogos que no admiten restricción alguna a la ciencia al momento de definir sus objetivos:
"La localización de cometas y asteroides es prudente, es un buen objetivo científico y no resulta demasiado cara. Pero, conociendo nuestras debilidades, ¿por qué íbamos ahora siquiera a considerar el desarrollo de la tecnología necesaria para desviarlos? En aras de la seguridad, ¿debemos imaginar esa tecnología en manos de muchas naciones, cada una de las cuales aportaría su dosis de control y equilibrio contra un mal uso de la misma por parte de otra? Esto no es comparable al viejo equilibrio nuclear del terror. Un loco que intente provocar una catástrofe global no va a echarse atrás por el hecho de saber que si no se da prisa, un rival puede tomarle la delantera. ¿Hasta qué punto podemos confiar en que la comunidad de naciones será capaz de detectar el desvío clandestino e inteligentemente diseñado de un asteroide con el tiempo suficiente como para evitarlo?" …”debemos enfrentarnos todavía al dilema del desvío. Si desarrollamos y aplicamos la tecnología pertinente, puede liquidarnos. Si no lo hacemos, algún asteroide o cometa puede acabar con nosotros. La solución a este dilema radica, según mi parecer, en el hecho de que los plazos de tiempo que implican ambos peligros son enormemente distintos, corto para el primero y largo para el segundo".

El impacto del cometa 9/P Tempel I por la sonda Deep Impact fotografiado del telescopio espacial Hubble
Esta es su propuesta:
"Deseo pensar que nuestra implicación futura en el tema de los asteroides cercanos se desarrollará más o menos de la siguiente manera: desde observatorios basados en la Tierra iremos descubriendo los más grandes, trazaremos y verificaremos sus órbitas, determinaremos sus frecuencias de rotación y su composición. Los científicos suelen ser diligentes a la hora de exponer los peligros, prescindiendo de exagerarlos o de modificar las perspectivas”.
La historia le ha dado la razón. En 1998 la NASA inició el programa Spaceguard Survey, cuyo objetivo es detectar al menos el 90 % de los NEO (Near Earth Object u Objeto Cercano a la Tierra) mayores de un kilómetro de diámetro que acosan a la Tierra, pero aun resta determinar la órbita de más de la mitad de los NEO mayores de 50 metros de diámetro (un total de 1.000.000), capaces de generar daños muy importantes.
“Mandaremos naves espaciales robotizadas para que se acerquen a unos cuantos cuerpos seleccionados, los orbitaremos, tomaremos tierra en ellos y recogeremos muestras de sus superficies para analizarlas en los laboratorios de la Tierra”.
En 2006 la sonda estadounidense Deep Impact se acercó al cometa 9P/Tempel 1 y eyectó una sección llamada el “impactador” hacia el núcleo, con el que hizo impacto 34 horas después, abriendo un cráter de 100 metros de diámetro.
