Basura espacial: Como jubilar dignamente a un satélite

Científicos españoles e italianos, junto a la Agencia Espacial Europea (ESA), elaboran un estudio sobre cómo retirar satélites artificiales de forma eficiente tras el fin de su vida útil.

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La basura espacial («Space debris») se está convirtiendo en un problema. Estos objetos espaciales identificados, no todos catalogados, llenan cada vez más nuestra atmósfera y exigen una gestión más responsable. La última novedad en este terreno, la han protagonizado los investigadores del Grupo de Computación Científica (GRUCACI) de la Universidad de La Rioja, Juan Félix San Juan y Martín Lara, junto con Roberto Armellin de la Universidad de Southampton – en España por una beca Sklododwska – Curie.

Este grupo de investigadores ha realizado un análisis, junto a la Agencia Espacial Europea (ESA, en sus siglas inglesas), para predecir la trayectoria de satélites con órbitas muy elípticas y dar así con la solución más óptima para su jubilación. Y lo han hecho a partir de complejos algoritmos matemáticos, aplicándolo a la misión «INTEGRAL» – un observatorio avanzado de rayos gamma lanzado en 2002- de la Agencia Espacial Europea (ESA). El estudio ha sido publicado por la revista «Advances in Space Research».

Como ha explicado este profesor de la Universidad de La Rioja, sobre nuestro planeta orbitan «unos 600.000 objetos de más de un centímetro de tamaño a miles de kilómetros por hora, que pueden inutilizar satélites operativos, con efectos sobre las telecomunicaciones y nuestra vida diaria».Este docente ha explicado que, en el estudio para la ESA, también han utilizado un software, que incorpora los modelos matemáticos de los fenómenos físicos implicados en la evolución de la trayectoria del «INTEGRAL», para encontrar las condiciones óptimas para su prevista reentrada en la atmósfera al menor coste posible en 2029.

Más que un problema de basura
En el caso de los satélites de telecomunicaciones, que son la proporción más importante de los artefactos que orbitan alrededor de nuestro planeta, el portavoz en España de la Agencia Espacial Europea (ESA) Emmet Fletcher, ha explicado que se mueven en órbitas situadas entorno a los 36.000 kilómetros de altura. Muy lejos de los 500 km de altura en los que se sitúa la Estación Espacial Internacional y la parte más saturada. Emmet ha atribuido esta concentración, entre otros factores, a que es más fácil la cobertura exigida y menor el gasto de combustible.

Este experto de la ESA ha explicado que, por un acuerdo entre los operadores, se recomienda que al finalizar la vida útil de un satélite este realice dos impulsos: uno para elevarse situándose por encima de los 36.000 km, en una órbita cementerio, y otro para maniobrar evitando que el viento solar a esa altura pueda desviar su órbita. En esta línea, lo prudente sería orientar también desconcectar las baterías. «Para desorbitar a 36.000 km de altura – devolver a la atmósfera para su desintegración- haría falta una gran cantidad de combustible y eso es económicamente imposible», ha concluido Fletcher.

El profesor de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y experto en Telecomunicación de Comunicaciones por satélite, Ramón Martínez ha añadido que «la posición orbital geoestacionaria que queda libre es ocupada por otro satélite nuevo». En este sentido, este docente de la UPM ha destacado que se está invirtiendo en tecnologías para reducir la basura espacial como amarras electrodinámicas o en velas de arrastre.

Autorregulación
Pero, ¿qué convenios o leyes internacionales regulan la costosa jubilación de los satélites? El secretario general del Centro Español de Derecho Espacial (CEDE), Rafael García del Poyo, ha explicado que «no hay leyes como tales que sirvan para regular la desorbitación, sino que entre otras iniciativas, existe un foro internacional de las principales agencias espaciales para coordinar las actuaciones contra la basura espacial». Este organismo se llama «Inter- Agency Space Debris Coordination Committe, IADC» («Comité de Coordinación Interagencia para la basura espacial»), y esta formado por 13 agencias espaciales entre las que se encuentran la NASA (EE.UU), la Agencia Espacial Europea (ESA) o su homóloga rusa (Roscosmos, Russian Federal Space Agency).

Entre los fines de esta organización, ha explicado este responsables de CEDE, se encuentran el intercambio de información sobre las actividades orientadas al control de los restos espaciales, facilitar la cooperación, así como la de revisar la aplicación de convenios o protocolos cooperativos e «identificar» las opciones más adecuadas para la gestión de este fenómeno. En este sentido, García del Poyo, ha destacado que la IADC dicta únicamente «recomendaciones» no vinculantes para los Estados y que, en su seno, hay varios «grupos de trabajo» especializados (mediciones, medio ambiente, disminución de desechos espaciales…).

¿Quién paga el «entierro»?
El problema, ha afirmado García del Poyo, viene precisamente de la ausencia de una legislación internacional aplicable cuando se plantea el problema de quién paga el «entierro» de un satélite u otro objeto espacial cuya vida útil terminó: «¿El Estado de lanzamiento? ¿El Estado propietario o de registro? Porque a veces la carga pertenece a varias nacionalidades y habrá que determinar la titularidad del «objeto espacial funcional» (satélite, sondas, …) o, incluso, si esta pertenece a una empresa, por ejemplo», ha explicado Del Poyo quien ha concluido que el pagador debería ser el propietario del satélite, sonda o estación espacial sea un estado o una sociedad privada.

El responsable del CEDE ha recordado que en la actualidad, al contrario que al inicio de la carrera espacial en plena Guerra Fría , «hay nuevos actores como China, Reino Unido, Canadá o Ucrania» aparte de Estados Unidos o Rusia (ex URSS), y que ya no se trata de «un juego de estados» exclusivamente: «Por ejemplo, ahora España cuenta con dos satélites privados: los Deimos 1 y 2», ha concluido este abogado especializado en derecho espacial.

Fletcher (ESA) ha recordado que para lanzar un satélite, dependiendo del país, se debe solicitar un permiso de lanzamiento y cumplir una serie de requisitos técnicos. Por ejemplo, en el caso de la agencia espacial de Reino Unido («United Kingdom Space Agency», en inglés) existe un enlace directo al formulario de solicitud. En este documento, aparte de solicitar información sobre el operador o el tipo de carga, se exigen detalles y amplia documentación sobre lo que se va a hacer con el aparato espacial tras el final de su vida útil.

El ejemplo de la ESA
El secretario general del CEDE, ha añadido que la NASA ya usa órbitas cementerio para aparcar sus satélites y la Agencia Espacial Europea (ESA), según su portavoz en España Emmet Fletcher, ha puesto en marcha varios programas para «desorbitar» (aparcar) sus satélites de una forma eficiente y respetuosa con el medio espacial. Por ejemplo, tiene el programa «Clean Space» («Espacio Limpio») cuyo propósito es investigar el uso de tecnologías verdes en los propios aparatos para evitar la acumulación de residuos en el espacio.

También ha creado la «Space Debris Office» («Oficina de Basura Espacial») que centraliza todos los esfuerzos de la Agencia entorno a los residuos; el programa de vigilancia («Space Situational Awareness, SSA), en vigor desde 2009, y cuyo primer radar se instaló tres años después entre Madrid y Guadalajara. Además, a partir de 2021, se prevé que ya funcione la misión «e.Deorbit» que tiene por objetivo la captura de fragmentos de basura espacial (incluso de un satélite); para que se desintegren de forma segura en contacto con nuestra atmósfera.

España, por su parte, ha encargado a la ESA la gestión de un proyecto para instalar su propio radar de vigilancia de basura espacial con un 100% de proveedores de la industria nacional.

Fuente: ABC

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