Por primera vez se monitoriza el interior de un planeta distinto a la Tierra y que puede revelar secretos sobre la creación del Sistema Solar.
Casi siete meses. Es el tiempo que ha tardado la «misión InSight» de la NASA en cruzar los 485 millones de kilómetros que separaban la Tierra de Marte con el propósito de que la humanidad estudie, por primera vez, el interior de un planeta que no sea el suyo. Desde este lunes, la nave ha quedado anclada al suelo marciano. Y así pasará dos años terrestres (uno en términos de nuestro vecino), sondeando una de las piezas arqueológicas planetarias clave para revelar muchos misterios de la creación de nuestro vecindario, el Sistema Solar.
Una historia que comenzó hace 4.500 millones de años, cuando nació el Sol y se formó un gran anillo de gas, hielo, polvo y grandes rocas que chocaron entre sí. De esta «pelea», nacieron los planetas, más densos y rocosos cuanta mayor era su proximidad a la estrella; gaseosos y enormes a mayor distancia. Aunque hoy Marte es un desierto muerto y helado, no siempre fue así: en el pasado estuvo cubierto de océanos, tenía un potente campo magnético, una densa atmósfera y sufría grandes erupciones volcánicas. Pero hace 3.500 millones de años se quedó congelado en el tiempo cuando su núcleo dejó de girar, lo que le convirtió en una reliquia planetaria perfecta que ahora está al alcance real y palpable de nuestra tecnología.
«Las constancias de los procesos de formación del planeta se pueden encontrar solo con pruebas existentes muy por debajo de la superficie. Es tarea de InSight estudiar el interior profundo de Marte, tomando sus signos vitales: su pulso, su temperatura y sus reflejos», explica Bruce Banerdt, investigador principal de InSight, en el Laboratorio de Propulsión a Reacción (JPL) de la NASA. Es decir, monitorizar el pulso de Marte, que solo se puede hacer recabando pistas de su interior, significa estar mucho más cerca que nunca del momento de la formación de los planetas rocosos del Sistema Solar, entre los que se incluye la propia Tierra.
La fría llanura de lava para aterrizar
El InSight, inmóvil al contrario que sus compañeros rover Curiosity y Opportunity, necesitaba de una superficie estable y lisa para permanecer (y trabajar) durante dos años. Y encontrar el lugar adecuado no fue nada fácil. «Elegir un buen lugar de aterrizaje en Marte es muy parecido a escoger un buen hogar: se trata de ubicación, ubicación y ubicación», explica Tom Hoffman, gerente de proyectos de InSight en JPL. «Y por primera vez, la evaluación de un lugar de aterrizaje en Marte tuvo que considerar qué había debajo de la superficie. Necesitábamos no solo un lugar seguro para aterrizar, sino también un espacio de trabajo que sea penetrable hasta cinco metros», señala.
Además de todo esto, debía ser lo suficientemente iluminado y cálido para alimentar las placas solares que mantendrán en funcionamiento al InSight. Enfocados en una banda alrededor del ecuador del planeta, teniendo en cuenta que la elevación debía ser baja para mejorar el aterrizaje, se consideraron 22 sitios que finalmente se quedaron en 3. Solo Elysium Planitia, Isidis Planitia y Valles Marineris cumplieron con las restricciones; sin embargo, los dos últimos fueron descartados por ser demasiado rocosos y ventosos.
Así, Elysium Planitia, de 130 kilómetros de largo y 27 kilómetros de ancho en el borde occidental de una llanura de lava, fue la elegida. «Estoy ansioso por ver las primeras imágenes de la superficie y Elysium Planitia es perfecta. Pero la verdadera belleza de esta misión sucederá por debajo, y tengo aún más nervios pensando en recibir los primeros conjuntos de datos», afirma Hoffman.
Un robot de seis metros con aspecto de mesa
Con 600 kilogramos y aspecto de una mesa de jardín abatible gigante, descenderá en paracaídas hasta Elysium Planitia. Después, desplegará dos paneles solares, lo que le darán una envergadura de seis metros de largo por uno de largo. El siguiente paso será depositar un sismógrafo y un perforador para medir vibraciones y temperatura, respectivamente. Además, también se estudiarán las perturbaciones en la órbita de Marte, todo para dar cuenta de qué ocurre en su interior, compuesto de corteza, manto y un núcleo aparentemente sólido.
En concreto, el sismómetro con seis sensores que medirá los «martemotos» (terremotos del planeta rojo), llamado Experimento Sísmico para la Estructura Interior (SEIS), registrará las ondas sísmicas que viajan a través de la estructura interior del planeta. El estudio de las ondas sísmicas les dirá a los científicos lo que podría estar creando este fenómeno, que se sospecha puede ser debido a terremotos marcianos o a meteoritos que golpean la superficie. «Nuestras estimaciones dicen que los «martemotos» son 1.000 veces menos activos que en la Tierra», dijo a ABC Sharon Kedar, científica del JPL. Sin embargo, solo hay una forma de comprobarlo: medirlos directamente. Las vibraciones, por otra parte, también permitirán saber cuántos meteoritos caen y con qué frecuencia.
Toda la tecnología, incluida la española, en Marte
Por otro lado, el Paquete de propiedades físicas y flujo de calor de la misión (HP3) se hundirá más profundamente que cualquier otra pala hasta la fecha (a cinco metros del suelo marciano, cuando hasta ahora la máxima profundidad a la que se ha llegado es de 18 centímetros), taladrando o sondeando antes de medir la cantidad de calor que fluye fuera del planeta. Sus observaciones arrojarán luz sobre si la Tierra y Marte están hechos de la misma materia. Además de esta radiografía profunda, el instrumento TWINS español, muy similar a REMS, otro aparato montado en el rover « Curiosity», recogerá información sobre los vientos y las temperaturas desde la superficie. Esto es importante para calibrar las mediciones de InSight y para estudiar el clima actual de Marte.
Y, finalmente, el experimento para el estudio de la rotación y estructura interior de InSight (RISE), utilizará las radios del módulo de aterrizaje para evaluar el bamboleo del eje de rotación de Marte, proporcionando información sobre el núcleo del planeta. Los cuatro aparatos aportarán datos que sustentarán los estudios del futuro próximo. Quién sabe qué nos deparará el interior marciano.
Fuente: ABC