Tiene un millón de años luz de diámetro, está a 3.000 millones de años luz de la Tierra y solo es visible en las longitudes de onda de radio.
Imagen de un ORC, basada en los datos recopilados por el radiotelescopio ASKAP – Bärbel Koribalski / ASKAP
Desde hace casi tres años, los astrónomos han venido detectando en el espacio profundo una serie de gigantescos objetos de radio, casi perfectamente circulares y cuya naturaleza es por completo desconocida. De hecho, nadie ha encontrado aún una explicación para estas misteriosas entidades, aunque ha habido ya varios intentos y se han sugerido toda una gama de posibilidades. Ahora, el mismo equipo de investigadores australianos que los encontró podría haber dado con la clave para resolver el misterio. Los resultados de su trabajo aparecen en el servidor de prepublicaciones ArXiv y se publicarán próximamente en ‘Monthly Notices of the Royal Astronomical Society’.
Todo comenzó en 2019, poco después de que el Australian Square Kilometer Array Pathfinder (ASKAP), un potente radiotelescopio formado por 36 grandes antenas en Australia Occidental, empezara a generar mapas del cielo nocturno en busca de fuentes brillantes de radio que delataran la presencia de agujeros o de nuevas galaxias.
Entre los datos, los científicos de ASKAP descubrieron cuatro intrigantes círculos con un intenso brillo de radio. Cuando los telescopios intentaron observarlos en la longitud de onda de la luz visible, el espacio apareció completamente vacío, lo que llevó a los astrónomos a denominarlos «extraños círculos de radio», ORCs por sus siglas en inglés (Odd Radio Circles).
Aún más extraño era el hecho de que cada uno de los ORC observados tenía una galaxia casi exactamente en su centro. El equipo de investigadores pudo determinar que los cuatro objetos estaban a varios miles de millones de años luz de distancia, y que sus diámetros eran de varios millones de años luz. Nadie había visto nunca algo semejante.
Tres explicaciones
En un artículo publicado hace un año, los astrónomos ofrecieron hasta once posibles explicaciones sobre la naturaleza de los círculos, que iban desde simples brillos en las imágenes a deformaciones en el tejido mismo del espacio tiempo (anillos de Einstein) o un nuevo tipo de resto de la explosión de una supernova. Y ahora, en su nuevo trabajo, Bärbel Koribalski y sus colegas informan del hallazgo de un nuevo ORC para su colección: un brillante anillo de cerca de un millón de años luz de diámetro y situado a unos 3.000 millones de años luz de distancia.
En su artículo, el equipo de ASKAP ha reducido a tres las once posibles explicaciones iniciales del extraño fenómeno. La primera es que podría haber otras galaxias alrededor del objeto central, demasiado débiles para ser captadas con los telescopios actuales y cuyos materiales brillantes han adoptado la forma de un anillo. Algo que no convence a otros científicos, ya que si realmente se tratara de un cúmulo galáctico, por lo menos alguno de sus miembros debería de haber sido visto con los telescopios ópticos.
Otra posibilidad es que el agujero negro supermasivo central de estas galaxias esté consumiendo gas y polvo, produciendo enormes chorros de partículas y energía en forma de cono. Los astrónomos a menudo han detectado tales fenómenos en el universo, aunque generalmente se alinean de tal manera con la Tierra que los observatorios los ven como potentes chorros saliendo de los polos de las galaxias. Podría ser, opina Koribalski, que en el caso de los ORCs esos chorros simplemente estén apuntando directamente hacia nosotros, por lo que, esencialmente, estaríamos mirando hacia abajo a través del cañón de un largo tubo que, visto desde nuestra posición, parecería un gran anillo bidimensional alrededor de la galaxia central.
La tercera posible explicación, sin embargo, resulta mucho más emocionante y podría estar apuntando a algo totalmente nuevo. De hecho, podría ser que algún evento desconocido pero muy enérgico tuviera lugar en el centro de estos anillos, creando una onda expansiva que creció como una esfera y que terminó en una estructura en forma de anillo. Koribalski aún no está seguro de qué tipo de evento podría dejar tal firma, aunque quizás sea un producto previamente desconocido de la colisión de agujeros negros.
Lo ideal, según Koribalski, sería observar los anillos con telescopios que operan en otras longitudes de onda, como los rayos x o los gamma. Puede que esas observaciones aporten nuevos datos que ayuden a resolver la cuestión. Mientras, él y su equipo siguen buscando estructuras similares, y esperan que dentro de unos seis meses podrán añadir nuevos ORCs a su colección.
Fuente: ABC