Su objetivo es comprobar si la tecnología humana permitiría desviar un asteroide peligroso, pero la contribución europea está en el aire después de que la misión no lograse fondos suficientes.
Los científicos ven en los asteroides una oportunidad y un peligro. Son una potencial fuente de recursos en la exploración espacial del futuro y su naturaleza es como una «caja negra» a través de la que se puede acceder a la historia del Sistema Solar. Pero por otro lado, tal como demuestran los cráteres que se encuentran en la Tierra y en la Luna, los asteroides son tan inexorables como Hacienda o la misma muerte: es seguro que volverán a chocar contra el planeta (de hecho pequeños fragmentos lo hacen a diario), y que provocarán graves daños.
Estos son los motivos por los que las agencias espaciales japonesa (JAXA), estadounidense (NASA) y europea (ESA) han preparado o intentado preparar misiones a asteroides. Una de las más ambiciosas es AIDA, «Asteroid Impact and Deflection Assessment», un programa conjunto de la ESA y la NASA cuyo objetivo es explorar y tratar de desviar a uno de los componentes del asteroide binario Didymos, para comprobar si la tecnología disponible sería capaz de hacerlo en caso de necesidad. El problema es que en 2016 la ESA suspendió su parte del programa.
«Algunos estados miembros (de la ESA) pusieron su dinero en propuestas diferentes y no fueron capaces de proporcionar fondos en la suficiente cantidad para AIM (la «Asteroid Impact Mission», la parte europea de AIDA)», ha explicado a ABC Jan Woerner, director general de la ESA, para referirse a la decisión tomada en el consejo ministerial celebrado en diciembre de 2016.
A pesar de eso, en opinión de Woerner sigue siendo necesario prepararse ante la posibilidad de que un asteroide se dirija contra la Tierra. «El planeta ha sufrido en su historia el impacto de asteroides y meteoritos. El riesgo es el producto de la probabilidad y las consecuencias. Aunque la probabilidad de impacto no es muy alta a corto plazo, las consecuencias podrían ser dramáticas. Por lo tanto, es importante hacer algo para defender a la Tierra». Por ese motivo, ha afirmado que seguirá trabajando en la aprobación de AIM.
La primera vez que se desvía un asteroide
AIDA está pensada para ser la primera demostración de que la tecnología humana es capaz de desviar un asteroide de su órbita. Consiste en una misión doble en la que hay dos naves independientes: la «Double Asteroid Redirection Test» (DART) de la NASA, y la AIM, gestionada por la ESA. Ambas tienen como fin último probar una tecnología conocida como «impactador cinético», según la cual es posible desviar un objeto de su órbita con el impacto de una nave en su costado, evitando así un choque contra la Tierra si el tiempo con el que se realiza la maniobra es el suficiente.
En esta ocasión, el objetivo es desviar ligeramente al menor de una pareja de asteroides: el mayor es Didymos, un objeto de 800 metros de longitud, y el menor es Didymos b (o «Didymoon»), una especie de luna que gira a su alrededor y que mide 150 metros.
Estaba previsto que AIM se lanzara en octubre de 2020 y que la nave se encontrara con el asteroide en mayo de 2022. Por su parte, DART se habría lanzado a finales de 2020, y hubiera chocado con Didymos en octubre de 2022, durante el momento de máxima aproximación del asteroide en relación con la Tierra, a tan solo 11 millones de kilómetros (la máxima aproximación entre Marte y la Tierra es de 53 millones de kilómetros), lo que habría permitido hacer observaciones con telescopios y radares.
¿Por qué chocar contra Didymos?
La ventaja de escoger a Didymos es doble. Por una parte se analizará si se puede desviar un asteroide que tiene la composición y el tamaño típico de la población de objetos próximos a la Tierra (llamados en inglés «Near Earth Objects») que más preocupa a los científicos. Este grupo mide más de 140 metros, y por ello son lo suficientemente grandes como para causar daños considerables, y al mismo tiempo son tan pequeños como para no haber sido descubiertos aún (solo se conocen alrededor del 28 por ciento de los asteroides de esa magnitud). Por otra parte, al ser Didymos un asteroide doble, las medidas de los cambios de su órbita son más sencillas y se descarta que los científicos puedan crear una situación de riesgo para la Tierra.
La DART tiene como finalidad impactar contra el «pequeño» asteroide a una velocidad de 21.600 kilómetros por hora, cambiando su órbita en relación con Didymos en un uno por ciento. Gracias a los telescopios terrestres, y a las cámaras de la nave, la misión hará precisas medidas de los efectos del choque.
Además, la otra nave, AIM, tiene como objetivo observar las consecuencias del choque e incluso posar una pequeña sonda sobre la luna del asteroide. Antes de la cancelación del proyecto, estaba previsto que AIM llegara a Didymos antes que DART y que comenzase a hacer estudios detallados de la superficie, la densidad y la masa de los dos cuerpos. También estaba previsto que posara una pequeña sonda, llamada MASCOT-2, sobre la superficie de la luna de Didymos, para medir sus propiedades antes, durante y después del choque.
Ambas cosas permitirían estudiar los cambios de las órbitas, la composición de la pareja y la reacción de los materiales al choque, lo que resulta muy interesante para futuras misiones a asteroides.
Tan importante como ensayar para un concierto
«Esta misión es un ejemplo de defensa ante posibles asteroides peligrosos que consiste en algo muy simple: golpear al asteroide con la suficiente fuerza como para cambiar su órbita y hacer que pase de largo de la Tierra», ha explicado a ABC Andy Rivkin, investigador en el «Johns Hopkins Applied Physics Laboratory» (JPL) y codirector del proyecto DART. «Sin embargo, aún no sabemos cómo reaccionarán los materiales del asteroide, lo que es una información crítica en el caso de una emergencia real».
Tal como ha dicho Rusty Schweickart, ex astronauta del programa Apolo de la NASA, «es realmente importante llevar a cabo una misión como AIM o AIDA (…) para demostrar las capacidades de desvío de asteroides». Schweickart es miembro del «Día del Asteroide», una campaña internacional celebrada este 30 de junio para alertar sobre la necesidad de prepararse ante el impacto de estos objetos. En relación con ambas misiones, ha considerado que no hacer estas pruebas «es como tocar el piano ante un auditorio lleno de miles de personas sin haber practicado nunca. ¡Es ridículo! Debes practicar, y debes practicar mucho».
Esto, traducido al lenguaje científico significa, según Rivkin, que sin estas pruebas «tendríamos que hacer un plan diseñado para un amplio rango de posibles propiedades del asteroide, lo que haría que las cosas fueran más caras y menos predecibles». Algo así como tratar de hacerlo bien a ciegas.
El futuro de AIDA, en el aire
¿Significa esto que la decisión adoptada por la ESA en diciembre de 2016 ha supuesto el punto y final para la misión AIDA? Probablemente no. Tal como ha explicado Andy Rivkin, por sí sola DART también podría lograr sus objetivos, gracias al apoyo de los telescopios terrestres. «Estamos continuando nuestro trabajo para lanzar la nave en 2020, ¡y esperamos comenzar nuestra fase de diseño preliminar muy pronto!».
En el lado europeo de la ecuación de la misión AIDA, Michael Küppers, responsable científico del proyecto AIM ha explicado a ABC que en el futuro de la misión «está en el aire» pero que están trabajando en una versión más barata de AIM para presentar una propuesta ante los países miembros de la ESA, en septiembre. «Estamos intentando mantener nuestra colaboración con la NASA. Probablemente no podremos hacer el lanzamiento en 2020, pero sí dos años después».
En concreto, están barajando montar menos instrumentos en la nave o hacer una pasada («flyby» en inglés) en vez de un encuentro, en el que el aparato gire en torno al asteroide, «pero esta no es la opción preferida, porque muchas de las observaciones previstas no se podrían hacer», ha reconocido el científico.
Este investigador, que trabajó también en las operaciones científicas de la exitosa misión Rosetta, que visitó al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, ha explicado que «la misión AIM no es especialmente cara ni compleja»: su precio estaba alrededor de los 200 millones de euros, mientras que Rosetta rondó los 1.000.
En opinión de Küppers, si bien es cierto que es imposible saber cuándo ocurrirá el próximo gran impacto contra el planeta Tierra, ahora es el momento de averiguar si podemos evitarlo: «tenemos al alcance la tecnología para evitar un choque si descubrimos el asteroide a tiempo».
Al margen de las decisiones humanas, ahí fuera, las resonancias gravitacionales de los planetas influyen constantemente en el enjambre de objetos que es el cinturón de asteroides (una región situada entre Marte y Júpiter, repleta de asteroides), y van cambiando poco a poco sus trayectorias. Además de eso, aunque las probabilidades son muy bajas, se sabe que no es imposible que un gran asteroide de las afueras del Sistema Solar, hoy no detectado, alcance la Tierra. Allí se esconden objetos de varios kilómetros de longitud que apenas tardarían años o meses en llegar al planeta después de ser localizados. Contra esos, hoy en día no hay solución posible, ni siquiera sobre el papel, por lo que es importante seguir investigando.
En este sentido, Andy Rivkin ha dicho sentirse satisfecho de que la gente comience a reconocer la posibilidad de los impactos de los asteroides y la necesidad de evitarlos. Si bien considera el Día del Asteroide como una iniciativa muy positiva, «¡para nosotros cada día es un día del asteroide!».
Fuente: ABC