La ciencia lo llama «Neopangea»: la formación de un supercontinente que incorpora todas las grandes masas continentales de la Tierra.
Eso significaría la posibilidad de caminar desde Australia a Alaska, o desde la Patagonia a Escandinavia. Pero tardaría unos 250 millones de años en formarse.
«En cincuenta millones de años, Australia estará en colisión con el sudeste asiático en un grado mucho mayor», dice Christopher Scotese, científico de la Universidad de Texas en Arlington.
África también estará empujando contra el sur de Europa, mientras que el Atlántico será un océano mucho más amplio de lo que es hoy.
Scotese admite, sin embargo, que estas proyecciones, que incluyen la idea de Pangea Máxima, son «muy especulativas».
Placas movibles
Los continentes de la Tierra se apoyan en un sistema de placas y estas se mueven a diferentes velocidades.
Algunas viajan 30 milímetros por año, mientras que otras podrían moverse a cinco veces ese ritmo. Esas son más o menos las velocidades a las que las uñas y el cabello humanos crecen, respectivamente.
La idea de que los continentes se desplazan se remonta a siglos atrás.
El geofísico alemán Alfred Wegener fue el primero que produjo una prueba seria para sustentarla, hace 100 años.
Wegener se percató de notables similitudes entre las plantas y animales fosilizados hallados en los continentes que están separados por vastos océanos y le hizo pensar que esos continentes estuvieron conectados cuando esas especies fosilizadas estaban vivas.
Además, cuando Wegener miraba a sus mapas, podía ver claramente que América del Sur y África eran como dos piezas de un rompecabezas gigante, que encajan.
¿Podría realmente ser una coincidencia, o estuvieron conectadas hace millones de años, y luego se distanciaron?
Encontrando la evidencia
Esa era la esencia de la teoría de Wegener: la deriva continental.
Islandia se encuentra sobre dos placas tectónicas
Pero para muchos geólogos, era una idea descabellada con poca evidencia sólida.
Wegener no pudo proporcionar una explicación satisfactoria. Murió en 1930, pero su idea siguió viva, y 20 años más tarde comenzó su vindicación.
Marie Tharp fue una de las primeras en darse cuenta de que las cordilleras y valles enormes no se acaban en tierra, sino que continúan bajo los océanos.
A principios de la década de 1950 Tharp ayudó a mapear una gigantesca cordillera submarina, de miles de kilómetros de largo pero sólo unos pocos kilómetros de ancho, que zigzagueaba por la mitad del Océano Atlántico.
Cordilleras similares se encuentran debajo de las olas de otros océanos y son llamadas «dorsales oceánicas». Harry Hess, un geólogo y comandante de submarino estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, reconoció su importancia potencial.
Expansión del fondo marino
El descubrimiento de las dorsales oceánicas encaja con una idea que Hess estaba desarrollando: que el fondo del mar está renovándose constante, pero muy lentamente.
Sugirió que el magma caliente fluyó a lo largo de las dorsales oceánicas y se enfrió en la roca. Entonces, mientras el magma más caliente brotaba en la cresta, la roca fría era empujada a los flancos para hacer espacio.
Este movimiento lateral de la roca, perpendicular a la dorsal oceánica, en última instancia podría explicar por qué los propios continentes se desplazaron. Su teoría se conoce como «expansión del fondo marino».
La idea también explica por qué las franjas en cada lado de la cordillera son generalmente imágenes exactas una de otra.
Las rocas por lo general se desplazan lentamente por ambos lados de la cordillera en medio del océano a la misma velocidad.
Era, sencillamente, la mejor evidencia de una fuerza que podría desplazar continentes.
Los geólogos aceptan ahora que Hess -y Wegener antes que él- tenían razón al considerar la geografía de la Tierra como en constante movimiento.
Una guerra eterna
El suelo bajo tus pies tampoco es sólido como una roca como se podría haber pensado.
Toda esta convección y la actividad mecánica acciona el movimiento de las placas, que pueden chocar entre sí, deslizarse al lado o alejarse una de otra. Algunas placas pueden incluso quedar enterradas debajo de las placas vecinas.
Las placas están en una especie de guerra eterna, luchando por la posición en la faz de la Tierra.
Sabemos que las placas se han movido, pero ¿cómo podemos trazar sus posiciones a través del tiempo?
«Es algo así como una investigación de escena del crimen», dice Scotese.
A pesar del desafío, asegura que podemos examinar 70 millones de años del pasado con un buen grado de confianza gracias a los diferentes tipos de registros geológicos, e incluso más allá.
A través de los fósiles
Tomemos el ejemplo del mesosaurio, una criatura no muy diferente de los cocodrilos actuales. Era un reptil de agua dulce con una larga y poderosa mandíbula, que vivió hace 270-300 millones de años.
Lo extraño es que los fósiles de mesosaurio se encuentran no sólo en América del Sur, sino en África también.
Era un animal de agua dulce y nunca podría haber nadado a través del Océano Atlántico para desarrollar colonias en ambos continentes. ¿Cómo terminaron sus fósiles en cualquiera de los lados de ese vasto océano?
La respuesta es sencilla: hace 300 millones de años, no había Atlántico. Esos dos continentes estaban unidos, y el mesosaurio nunca tuvo que nadar esa distancia.
De hecho, cuando estaba vivo era posible caminar entre casi dos puntos cualesquiera de los dos continentes.
Todas las masas terrestres estaban unidas en el supercontinente Pangea.
Es algo que Scotese espera que suceda de nuevo en unos 250 millones de años, cuando se forme su supercontinente «Pangea Próxima» o «Neopangea».
Modelos estadísticos
¿Cómo hace tal predicción?
En primer lugar, observando cómo las placas se mueven hoy y extrapolar el movimiento en el tiempo.
Sin embargo, admite que después de muchos millones de años no se sabe qué eventos geológicos podrían causar cambios imprevistos.
«En el mundo de las placas tectónicas, las placas evolucionan lenta y constantemente hasta que tenemos una de esas catástrofes como las colisiones continentales», dice.
Varios modelos estadísticos ayudan a proporcionar una gama de opciones para la forma en que los continentes se organizarán dentro de más de 100 millones de años.
Pero es un futuro tan lejano que no está claro para nadie cuán exactos son.
Durante mucho tiempo pensamos que la Tierra debajo de nosotros era un poco más estacionaria y estable.
Pero ahora sabemos que Wegener, en principio, tenía razón.
Los continentes realmente se desplazaban. Y no se han detenido.
Fuente: BBC