La extinción de los dinosaurios no avianos vuelve a dar que hablar. Y parece que lo seguirá haciendo durante mucho más tiempo. Podrían crearse grandes bibliotecas dedicadas únicamente a las publicaciones que ha generado dicho acontecimiento (¿alguien se anima?), tanto en lo referente a hipótesis científicas planteadas a lo largo del tiempo -tan numerosas y variadas que muchas de ellas son incompatibles entre sí- como a charlatanerías o, incluso, a anécdotas divertidas.
Antes de seguir con el asunto, hay que aclarar que existe un consenso ampliamente extendido en culpabilizar al impacto de un gran meteorito del remate de la faena, pero se ha discutido a menudo si tal catástrofe fue el evento determinante de la desaparición de las poblaciones de unos dinosaurios cretácicos saludables o bien si fue, simplemente, la gota que colmó el vaso de la extinción total de un grupo renqueante desde hacía ya unos cuantos millones de años.
No hace ni un año que se publicó un extenso y documentado artículo científico en el que parecía resolverse esta cuestión. Un nutrido equipo de británicos, estadounidenses y canadienses abordaron, en primer lugar, la circunstancia de establecer en qué medida refleja el registro fósil la verdadera realidad del desarrollo de la vida en el pasado. Y concluyeron que, aunque en España y en China se encuentran yacimientos con dinosaurios de edades muy próximas al momento de su extinción, únicamente en América del Norte se encuentran sucesiones continuas con dataciones fiables que abarquen los últimos 15 millones de años de la vida de los dinosaurios. Los datos más recientes recopilados por este equipo -utilizando la denominada Paleobiology Database- no sustentan que hubiera un declive global generalizado en todos los grupos de dinosaurios: aunque algunas evidencias sugieren una disminución en la riqueza de ornitisquios y terópodos, esto no sucede en los sauropodomorfos. Los análisis con bases de datos actualizadas que realizaron los propios autores no muestran ningún declive progresivo del número total de especies de dinosaurios al final del Cretácico ni a escala global ni en América del Norte. Y, afinando aún más, encuentran que, efectivamente, hay una cierta disminución en la riqueza de ornitisquios norteamericanos, pero no en la de terópodos.
Pero ahora se publica un artículo en el que se afirma justo lo contrario: que se encuentran evidencias abrumadoras de que existió un declive en todos los tipos de dinosaurios (tanto ornitisquios como sauropodomorfos y terópodos), en los que los ritmos de generación de nuevas especies se ralentizaron y fueron superados por los ritmos de extinción a lo largo de varias decenas de millones de años antes de su desaparición total (que tuvo lugar hace 66 millones de años). Para ello, investigadores británicos (liderados por Manabu Sakamoto) han aplicado métodos estadísticos a tres grandes análisis que establecen el parentesco de muchos dinosaurios: 420 tipos diferentes de dinosaurios en un caso y 614 en los otros dos. Únicamente encuentran excepciones en el caso de Hadrosauriformes y ceratópsidos (ambos ornitisquios), que muestran una rápida proliferación de especies en el Cretácico terminal. Pero el resumen de la investigación es que los dinosaurios experimentaron una severa reducción en su capacidad de reemplazar las especies que se extinguían por otras nuevas y que, por lo tanto, serían muy susceptibles a resultar afectados por cambios ambientales repentinos y catastróficos, como los asociados al impacto del asteroide de finales del Cretácico. Dicho esto, lo verdaderamente interesante sería que este Blogosaurio lo hubiera escrito Stephen Brusatte, el autor principal del artículo que plantea la hipótesis opuesta…
Ante el establecimiento de dos hipótesis opuestas, el espectador del debate se enfrenta a un dilema, sobre todo si no está familiarizado con la aplicación de una aproximación filogenética bayesiana a la modelización de las dinámicas de especiación y extinción de los dinosaurios a través del tiempo, que es el método utilizado en la investigación de Sakamoto y coautores.
Si el resultado no es el reflejo de algún artefacto, pues tanto las filogenias como los análisis estadísticos basados en ellas están a expensas de la interpretación del propio registro fósil, entonces ¿qué pudo haber causado el declive de las especies de dinosaurios? Los autores apuntan que durante el Cretácico pasaron muchas cosas que pudieron haber afectado a los dinosaurios, como ya se sabía con anterioridad: fragmentación de las masas continentales, un volcanismo intenso y prolongado, cambios climáticos, variaciones en el nivel del mar e interacciones ecológicas entre grupos de animales que se expandieron rápidamente. Por otra parte, que el ritmo de generación de nuevas especies disminuyera no necesariamente implica que sus poblaciones fueran incapaces de solventar diversas crisis. Nosotros mismos pertenecemos a una sola especie que no sería fácil de extinguir, por diversas razones (gran número, diversificación de ecosistemas en los que sobrevivimos -incluso aunque sea a través de la tecnología-, capacidad de adaptación a nuevas condiciones, etc.). Pero la historia evolutiva previa tanto de los humanos como de los dinosaurios no avianos poco podría contribuir a superar con éxito catástrofes brutales como la que sucedió a finales del Cretácico. Si bien el escenario de tal suceso está bien construido, aún está por decir la última palabra que explique definitivamente las causas precisas que aniquilaron a los actores de un evento tan popular.
Fuente: El Mundo