Por Gustavo Blettler
Las Híadas son un conspicuo grupo de estrellas que forman parte de la constelación de Taurus. Astronómicamente conforman un cúmulo abierto a solo 150 años luz de distancia y junto con la notable estrella Aldabarán (a 60 años luz, es decir que se interpone entre nosotros y el cúmulo) conforman la cabeza del toro.
Desde antiguo fue difícil interpretar el origen de su nombre, es decir ¿Por qué se llamaban así?. Algunos recurrieron a una interpretación mitológica y poética, por ejemplo para Helénico de Lesbos, fueron las hermanas de Hías, que apenadas por su muerte lo lloran interminablemente y presentan ese aspecto neblinoso característico de las lágrimas que opacan la visión en los ojos tristes.
Por Gustavo Blettler
Las Híadas son un conspicuo grupo de estrellas que forman parte de la constelación de Taurus. Astronómicamente conforman un cúmulo abierto a solo 150 años luz de distancia y junto con la notable estrella Aldabarán (a 60 años luz, es decir que se interpone entre nosotros y el cúmulo) conforman la cabeza del toro.
Desde antiguo fue difícil interpretar el origen de su nombre, es decir ¿Por qué se llamaban así?. Algunos recurrieron a una interpretación mitológica y poética, por ejemplo para Helénico de Lesbos, fueron las hermanas de Hías, que apenadas por su muerte lo lloran interminablemente y presentan ese aspecto neblinoso característico de las lágrimas que opacan la visión en los ojos tristes.
El astrónomo Arato en cambio no estaba de acuerdo con esta explicación y ensayaba una propia, “las estrellas de este asterismo representan las ninfas de Dódona que fueron premiadas por Zeus con el eterno cielo, como recompensa a su esmero y cuidados como nodrizas del dios Baco”, decía.
Otros en cambio compartían la idea que el nombre definiría el dibujo que formaran en el cielo y de hecho las Híadas se parecen a una “V” o nos parecería una letra Upsilon si fueramos griegos. Entonces podría ser que el nombre derive de una forma arcaica de decir “las estrellas en forma de upsilon”, pero es mucho más probable que el nombre sea de una antigüedad mayor que la escritura y quienes bautizaron estas estrellas no supieran nada de letras.
Otra posibilidad es que el nombre describa un significado práctico y a esta línea adhería el gran dramaturgo griego Eurípides, que en su obra “Ión”, describen las Híadas como una confiable señal de navegación. Veamos un bello fragmento que describe como la oscuridad del atardecer reemplaza al día:
“La noche, de negro manto empujaba su carro…y los astros la acompañaban; la pleyade caminaba y el lancero Orión con ella… por encima de ellos la Osa, retorciendo su dorada cola en el Polo, el disco de la luna que divide los meses… y las Híadas, señal la más clara para los navegantes…”.
Es por esto que algunos creen encontrar en la raíz de una arcaica palabra griega para “lluvia” el origen de este nombre, pues su presencia anunciaba el comienzo de la época lluviosa y por tanto el fin de la temporada de navegación.
Un imprevisto escenario se presentó cuando se relacionó el nombre Híadas a un antiguo nombre griego para la palabra “cerdo” lo que haría suponer que originalmente fueron vistas como una ¡lechigada de puercos! -o más probablemente jabalíes-. Esta teoría es desdeñada por muchos investigadores, aunque fundamentalmente por ética, naturalmente no hay nada de celestial en un vulgar cerdo y menos si tiene que arrastrar la carga peyorativa que tiene hoy día.
Pero el cerdo domestico, es una adaptación a las necesidades humanas y dista mucho de jabalí original del que deriva. Cualquier persona que haya visto un jabalí en libertad notará la nobleza de comportamiento y lo admirable de su aspecto, y nada mejor que leer al inmortal Homero para comprender la fascinación que sentían los antiguos por este animal.
Aunque el romano Cicerón se inclinaba por la explicación de la lluvia, reconoce que en la campiña romana se las llamaba cerditas “… los griegos se acostumbraron a llamar a estas estrellas Híadas a partir de la palabra griega para llover y los nuestros a causa de su inexperiencia las llamaron cerditos, como si representaran cerdos en vez de lluvias”.
Lo cierto es que para el vulgo romano eran las “suculae” es decir “los chanchitos”.
No debería entonces sorprendernos que un asterismo de estrellas reciba nombre de animales cuando nosotros mismos llamamos tres marías a un trío de estrellas o siete cabritos a un grupo, que no presentan más parecido con figuras humanas o caprinas que con cualquier otro ser vivo u objeto.
Gustavo Blettler, especialista en Arqueoastronomía – AEA
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