Aún a la espera de los resultados finales, la sonda DART ha sido un éxito para la agencia espacial estadounidense.
«Esta noche los terrícolas podrán dormir mejor». Lo decía solo medio en broma Elena Adams, la ingeniera de sistemas de DART, la misión de la NASA para estrellar una nave contra un asteroide. Era poco después de que el objeto desarrollado por el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins impactara un pequeño cuerpo celeste a millones de kilómetros de nuestro planeta.
«Nuestra primera misión de defensa planetaria ha sido un éxito» celebró. El objetivo era estudiar cómo se puede cambiar la trayectoria de un asteroide que se dirige hacia la Tierra con potencia catastrófico. Es un asunto que ha fascinado a la ciencia ficción y que ha llegado hasta el imaginario colectivo con películas como ‘Armageddon’ o la más reciente ‘No mires arriba’.
Pero que, a su vez, es tan real como el propio universo. Hace 65 millones de años, un meteorito con un diámetro de diez kilómetros se estrelló en lo que hoy es la península de Yucatán y provocó una destrucción generalizada en todo el planeta. Extinguió buena parte de la flora y la fauna, incluidos los dinosaurios.
La posibilidad de que haya impactos con esa capacidad destructiva es baja, Ocurren una vez cada diez años y no hay riesgo a la vista.
Pero el impacto de otros asteroides más pequeños tiene mucho peligro. Uno que explotó en 1908 sobre el río Tunguska, en Siberia, solo tenía cincuenta metros de diámetro, pero levantó por los aires 80 millones de árboles en un área de 2.100 kilómetros cuadrados. Otro más pequeño, con diámetro de veinte metros, también en Rusia, en Cheliabinsk, emitió en 2013 una energía equivalente a treinta bombas nucleares como la que cayó en Hiroshima.
Los gobiernos y agencias espaciales se toman cada vez más en serio esa amenaza y se han multiplicado los proyectos para el seguimiento de meteoritos con potencia de impactar en la tierra.
Superficie rocosa
La nave de DART fue lanzada desde la base espacial Vandenberg, en California, en noviembre del año pasado. Tiene el tamaño de un frigorífico grande (‘dart’ significa ‘dardo’, en inglés) y ha viajado por el espacio una distancia de más de once millones de kilómetros de la Tierra hasta que este viernes encontró su objetivo.
Se trata de Dimorphos, un pequeño asteroide que orbita alrededor de otro más grande, Didymos. A las 1.14 de la mañana hora española, como estaba previsto por el equipo de la NASA, la nave impactó en Dimorphos.
La cámara incrustada en la nave mandada imágenes de su objetivo en directo a la Tierra. Cada poco segundos, se veía más y más cerca al asteroide. En las últimas fotografías, se observaba con detalle la superficie rocosa y rugosa de Dimorphos, que tiene un diámetro de 150 metros. En ese momento, la nave viajaba a 14.000 kilómetros por hora.
«Tenemos impacto»
«Tenemos impacto», confirmó a esa hora la retransmisión en directo de la agencia espacial estadounidense. «Es un acontecimiento histórico», dijo después Ed Reynolds, jefe del proyecto de la Johns Hopkins. Los científicos de esta universidad detallaron que la nave había impactado a una distancia de 17 metros del centro del asteroide. Casi como dar en el ojo de la diana.
Ahora falta por ver el resultado exacto de la misión: qué efectos tiene en la trayectoria de Dimorphos el impacto. La expectativa de los científicos es que aumente la velocidad del asteroide en su circunvalación de Didymos. Hasta ahora, según las mediciones desde la Tierra, tardaba 11 horas y 55 minutos en completar una órbita. Se espera que ahora lo haga siete minutos más rápido y que se acerca hacia el asteroide más grande.
«En los próximos dos meses tendremos una confirmación exacta de cuál es el cambio que se consigue», aseguró Adams. Las imágenes que haya del impacto y de su resultado servirán para conseguir más información sobre la composición del asteroide y el resultado de la misión. Los científicos esperaban que el impacto hubiera provocado una nube de escombros de entre diez y veinte metros de alto, en función de la composición del meteorito.
El testigo
Decenas de telescopios de alta capacidad en todo el mundo tenían sus ojos puestos en la misión, aunque la distancia es demasiado lejana como para percibir el impacto. Igual que los telescopios espaciales James Webb o Hubble. El mejor testigo ha sido LICIACube, una pequeña nave, del tamaño de una caja de zapatos, creada por la Agencia Espacial de Italia, que ha seguido los pasos de la misión DART con el objetivo de tomar fotografías. Se espera que estas, enviadas con un sistema más rudimentario, lleguen en los dos próximos días a la Tierra.
Para ver todavía más detalles habrá que esperar hasta dentro de cuatro años. La Agencia Espacial Europea prevé el lanzamiento en octubre de 2024 de una nave, Hera, que llegará hasta Dimorphos a finales de 2026 para, entre otros experimentos, evaluar el resultado del impacto.
Fuente: ABC