Nuevos análisis acercan el momento de encontrar vida en el Planeta Rojo.
Un nuevo análisis de las moléculas orgánicas encontradas en el reseco cráter Gale, en Marte, podrían ser de origen biológico. Si fuera así, se habría dado un paso de gigante en la búsqueda de vida en el Planeta Rojo.
En un artículo recién publicado en Astrobiology, investigadores de la Universidad Estatal de Washington creen que, a pesar de que nuestro actual conocimiento de las moléculas marcianas es limitado e incompleto, la información disponible podría ser consistente con la presencia pasada de vida en Marte.
Las moléculas en cuestión fueron extraídas por el rover Curiosity de una zona arcillosa del cráter Gale conocida como Formación Murray. En 2018 se publicaron en Science dos estudios sobre la cuestión ( aquí y aquí). En aquél momento, los experimentos iniciales revelaron la presencia de una serie de moléculas, incluido un grupo de compuestos llamados tiofenos. Aquí, en la Tierra, dichos compuestos generalmente se encuentran en lugares como el petróleo, hecho de organismos muertos comprimidos y sobrecalentados, como el zooplancton o las algas, o en el carbón, formado también por plantas muertas comprimidas. Se cree que el compuesto también puede formarse de forma abiótica, es decir, a través de un proceso no biológico, cuando el azufre reacciona con hidrocarburos orgánicos a temperaturas superiores a los 120 grados, en una reacción llamada reducción termoquímica de sulfato.
Sin embargo, y aunque esta última reacción no necesita la presencia de vida, los hidrocarburos y el azufre implicados en ella sí que pueden ser de origen biológico. De modo que, hace dos años, los investigadores se dispusieron a investigar de qué forma podrían haberse formado tiofenos en Marte.
«Identificamos varias vías biológicas para formar tiofenos que parecen más probables que las químicas -explica el astrobiólogo Dirk Schulze-Makuch, coautor de la investigación-. Si encuentras tiofenos en la Tierra piensas enseguida que son de origen biológico, pero en Marte el listón para demostrarlo tiene que estar un poco más alto».
De hecho, existen varias formas de que los tiofenos puedan haber surgido en el Planeta Rojo sin necesitar de la presencia de vida. Por ejemplo, se han detectado tiofenos en meteoritos, rocas no marcianas que podrían haber transportado hasta allí las moléculas. Por otro lado, ciertos procesos geológicos también pueden producir el calor necesario para producir la reducción termoquímica de sulfato, especialmente cuando Marte estaba volcánicamente activo. Y la actividad volcánica, por supuesto, también produce azufre.
Pero los tiofenos marcianos tienen algo diferente. Los procesos descritos anteriormente, en efecto, requieren que el azufre sea nucleófilo, es decir, que sus átomos se desprendan de electrones para que se pueda formar un enlace con su compañero de reacción. Y resulta que la mayor parte del azufre marciano existe en forma de sulfatos no nucleófilos.
Origen orgánico
Pero hay otra posibilidad. Algunas bacterias también pueden sintetizar tiofenos. Por lo tanto, es posible que hace unos 3.000 millones de años, cuando Marte era un lugar más cálido y húmedo de lo que es hoy, existieran colonias bacterianas que producían tiofenos, cosa que según los investigadores puede ocurrir incluso a temperaturas inferiores a cero grados. Mucho más tarde, cuando Marte se secó, los tiofenos quedaron allí para que el Curiosity los encontrara miles de millones de años después.
Lamentablemente, la muestra analizada estaba algo dañada, ya que el Curiosity utiliza una técnica de análisis llamada pirólisis, que calienta las muestras a más de 500 grados. Y eso marca unos límites muy claros a la información que podemos obtener de las muestras analizadas.
Sin embargo, todo eso cambiará con el nuevo rover marciano que la NASA lanzará el próximo mes de julio. De hecho, lleva a bordo un instrumento que resulta mucho menos destructivo y podrá analizar tiofenos intactos. Aunque aún así, dicen los investigadores, las pruebas no serán totalmente fiables.
«Como dijo Carl Sagan -dice Schulze-Makuch- las afirmaciones extraordinarias necesitan evidencias extraordinarias. Creo que esa prueba necesitará que enviemos personas allí, que un astronauta mire a través de su microscopio y vea un microbio en movimiento».
Fuente: ABC