Se superó el récord de 17,5 grados que se habían alcanzado el 24 en marzo de 2015.
La Antártida es sinónimo de frío. Uno se imagina que por el continente blanco hay que andar con campera abrigada para protegerse de las temperaturas bajo cero y de la nieve. Sin embargo, este jueves, en el este de la península, los que viven allí salieron en remera y pantalón corto. Es que el termómetro marcó en la Base Esperanza un número positivo y récord: 18,3 grados. Es la máxima registrada desde 1961, año en el que se empezaron a realizar mediciones en esa parte del mundo, según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Los especialistas lo vinculan con el calentamiento global.
“Lo de la Base Esperanza es un récord histórico. Se alcanzaron los 18,3° a las 12 del mediodía. Lo más alto habían sido 17,5°, el 24 de marzo de 2015”, precisa a Clarín Cindy Fernández, vocera del SMN.
En Marambio, la otra base argentina con datos climáticos, la máxima fue de 15,8° a las 14 horas de este jueves. “En este caso, también hablamos de récord aunque en relación a otros febreros”, asegura Fernández, ya que aclara que el 30 de marzo de 2013 el termómetro llegó a los 17,4°.
Hay una tendencia a tener temperaturas cada vez más cálidas, señalan desde el SMN. “Y esto no es bueno: podría estar relacionado con el calentamiento global”, afirma Fernández.
“Si ocurre un solo día, el impacto no resulta tan severo. El tema es si los valores extremos se repiten, ahí las consecuencias pueden ser graves. En esta época del año, los temperaturas en la Antártida deberían estar entre 1° grado de máxima y 4° bajo cero de mínima”, señala.
El calentamiento global, según Fernández, podría generar un aumento en el nivel del mar por el derretimiento del hielo. “Esto complicaría a los sectores costeros y generaría cambios en el ecosistema antártico”, advierte la especialista del SMN.
La Antártida cuenta con una superficie de 14 millones de kilómetros cuadrados, su manto de hielo tiene un grosor de unos 4,8 de kilómetros y contiene el 90% del agua dulce del mundo. En caso de que se fundiera ese hielo bastaría para subir el nivel del mar en unos 60 metros.
María Cecilia Dalton, bióloga y becaria del Conicet, coincide en que el calentamiento global es algo que “ya está sucediendo”. “Venimos hablando del aumento de la temperatura pero no hacemos grandes cambios para frenar esta situación. Seguimos con las mismas políticas públicas, con las mismas formas de consumo”, se lamenta Dalton.
Sin ir más lejos durante septiembre de 2019 se desprendió el iceberg más grande de los últimos 50 años. Tenía una superficie de 1.600 kilómetros cuadrados, equivalente a multiplicar la Ciudad de Buenos Aires por ocho. Su grosor estimado era de unos 210 metros, y contenía 315.000 millones de toneladas de hielo.
“Lo que está pasando en la Antártida no me sorprende, me da lástima. No nos estamos haciendo cargo y uno de los obstáculos centrales tiene que ver con que hay intereses económicos en juego”, agrega la bióloga y explica que al desequilibrio en el ecosistema y al riesgo para las zonas costeras, se suma la posible pérdida de reservas de agua dulce y el daño que pueden sufrir determinadas especies que no logren adaptarse a los cambios. “Es difícil advertir qué pasara. Seguramente, nuestro comportamiento derive en consecuencias inesperadas que, como ocurre siempre, van a afectar principalmente a los sector más vulnerables”, remarca Dalton, que pide más consciencia a la hora de cuidar el planeta.
Fuente: Clarin